Salarios, precios y ganancias en el neoliberalismo de la 4T

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Román Munguía Huato   salarios

 

Dentro del sistema actual, el trabajo sólo  es  una  mercancía  como  otra  cualquiera.  Tiene,  por  tanto,  que  experimentar  las  mismas fluctuaciones, para obtener el precio medio que corresponde a su valor. Sería un absurdo  considerarlo,  por  una  parte,  como  una  mercancía,  y  querer  exceptuarlo,  por  otra,  de  las  leyes  que  rigen  los  precios  de  las  mercancías.  El  esclavo  obtiene  una  cantidad constante y fija de medios para su sustento; el obrero asalariado, no. Este debe intentar conseguir en unos casos la subida de salarios, aunque sólo sea para compensar su  baja  en  otros  casos.  Si  se  resignase  a  acatar  la  voluntad,  los dictados  del  capitalista,  como  una  ley  económica  permanente,  compartiría  toda  la  miseria  del  esclavo, sin compartir, en cambio, la seguridad de éste.

Karl Marx

 

En México, casi 11 millones de trabajadores reciben un ingreso equivalente a un salario mínimo. El 17 de diciembre el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció el aumento de 123.22 a 141.70 al salario mínimo diario y en la frontera norte de 185.56 a 213.39 diarios. Añadió: “Es insensato hablar de que esto va a afectar la economía, entonces, ¿en la economía no cuentan los trabajadores? ¿qué es la economía? pues es la conjunción de las inversiones, de la actividad empresarial y del trabajo. Esa es la economía. Los trabajadores van a tener un incremento que a escala mundial todavía da vergüenza, cómo vamos a estar en el grupo del G20, de los países con más riqueza en el mundo (y con el incremento) vamos a ocupar el lugar 76 en cuanto al pago del salario”.

Ante esta declaración, de inmediato hubo rechazo empresarial: “Al sector privado le preocupa que derivado del incremento de 15 por ciento que la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami) hizo al salario mínimo general y a los profesionales se cree un efecto faro o traspaso del aumento salarial en las revisiones contractuales de las empresas, dijo el Consejo Coordinador Empresarial (CCE). En conferencia de prensa, Carlos Salazar Lomelín, presidente del organismo cúpula, comentó que a diferencia de otros años, el aumento no sólo se dio al minisalario que pasó de 123.22 a 141.70 pesos diarios, sino que la Conasami aplicó el 15 por ciento a todos los salarios que considera dentro de su estructura de actividades profesionales, así como a los sueldos en la frontera norte. Comentó que el aumento dado en 2018 fue usado como pretexto para que también se aplicara a los trabajadores de maquiladoras en Matamoros, Tamaulipas, por lo que puede ocurrir nuevamente… el sector empresarial siempre ha cuidado que no suceda un efecto faro, pues en el pasado algunas decisiones que se hicieron sin tomar en cuenta la estructura de la capacidad productiva del país provocaron este impacto.” La negativa empresarial en ese entonces de aplicar el aumento salarial originó una ola huelgas obreras en algunas maquiladoras fronterizas. El 12 de enero de 2019 los obreros denunciaron que no se aplicó el aumento del 100 por ciento al salario mínimo anunciado por el presidente. Ese día las protestas subieron de tono y unos 45 mil obreros de empresas maquiladoras se fueron a huelga en Matamoros, Tamaulipas, colocando banderas rojinegras en 44 de las 45 empresas emplazadas, las cuales abandonaron masivamente. Ante el estallamiento de huelga, la secretaria del Trabajo y Previsión Social, Luisa María Alcalde Luján, llamó a las partes a dialogar para encontrar solución a este conflicto obrero patronal, pero no pasó de ser una llamada conciliatoria débil y sin respaldo político gubernamental a la lucha fabril.

Tal y como están las cosas con la crisis económica nacional y la terrible precariedad salarial en general, un aumento, por pequeño que sea, es conveniente. Una política que busca recuperar, mínimamente, el poder adquisitivo del ingreso de los trabajadores es favorable pero absolutamente insuficiente. En este caso es un aumento porcentual del 13 por ciento, por arriba de la tasa de inflación media de casi 4 por ciento, derivado de el incremento en precios del gas doméstico, el suministro de agua y productos agrícolas, entre otros bienes; aunque es posible que la tasa de inflación sea mucho mayor, pues depende de que mercancías se estén analizando. Durante 2019 el incremento promedio a los salarios contractuales se mantuvo por arriba de la inflación, sumando así 14 meses de recuperación. De esta manera, ese año fue el de mayor mejora del poder adquisitivo en casi dos décadas, según cifras oficiales. Como sea, algo es algo con un raquítico aumento salarial, pero no hay que echar las campanas a vuelo.

AMLO como es muy estudioso de la teoría económica nos dice, según él, en qué consiste la economía y además toma en cuenta a los trabajadores. Claro, para él, los trabajadores no generan la riqueza social sino que son algo meramente participativo junto con las inversiones y la buena voluntad empresarial que da empleo. Cierto es que para él vivimos ya casi en el mejor de los mundos posibles y los trabajadores del campo y la ciudad no son objeto de explotación por el capital. El problema de la pobreza social, de las malas condiciones laborales y de la precariedad salarial son consecuencia de la corrupción imperante en el medio empresarial pero nunca de ninguna explotación capitalista. En un mitin en el 2018, AMLO “explica” que en México el problema de la desigualdad social es consecuencia no de la explotación del patrón al obrero sino por la corrupción de la “mafia” que gobierna. También afirmó que “muchos teóricos sociales” están equivocados porque “en México, esas leyes (las del capital y la explotación del trabajador) no aplican”. Entonces, los problemas económicos, sus contradicciones y conflictos clasistas, se reducen únicamente a un problema de moralidad. La cuestión salarial habría que verla ya no desde de la crítica científica de la economía política sino desde una perspectiva moralina y, por supuesto, no es que la corrupción no forme parte de la producción económica y de las políticas económicas pero no es la corrupción la que determina la naturaleza del capital sino su lógica férrea de la obtención la ganancia máxima posible.

Hace un año AMLO afirmó que continuará su política de aumentar los salarios por encima de la inflación anual, aunque sin afectar las fuentes de trabajo. “Si no, sería contraproducente, sería desatar la inflación y representaría mortandad de negocios y empresas”. Hoy dice que “es insensato hablar de que esto (el incremento salarial) va a afectar la economía… También se me hace una exageración que van a quebrar las empresas si pagan este aumento salarial.” Es decir, hay que aumentar el salario pero poquito para que no afecte la ganancia empresarial. Es muy cierto lo que dice cuando afirma que “el desplome del poder adquisitivo durante el periodo neoliberal llevó a México a los más bajos del mundo”, pero ¿ya salimos del neoliberalismo?

La terrible situación actual para los trabajadores no se alivia con un pequeñísimo incremento salarial, se requiere medidas políticas más profundas e integrales que la 4T ni puede ni quiere realizar. El mundo del trabajo en México es oprimente y devastador. La crisis económica causa estragos por doquier a las familias trabajadoras generando desempleo y pobreza, agudizada por la pandemia; el trabajo “informal” sigue creciendo de manera alarmante. La prevalencia del outsourcing con todo y “Reforma Laboral” seguirá funcionando de manera disfrazado y AMLO sigue protegiendo a los líderes charros y neocharros sindicales priistas.

Según el analista Andrés Peñaloza Méndez “Si bien las acciones del gobierno de México han amortiguado los impactos provocados por la crisis y la pandemia del COVID-19, lo cierto es que el empobrecimiento se ha profundizado poniendo en vilo lo avanzado… Que 56 millones 364 mil compatriotas estén en condición de pobreza laboral, a causa de recibir ingresos laborales por debajo del valor de la canasta alimentaria, es un fuerte llamado para continuar con la recuperación del poder adquisitivo de las remuneraciones, particularmente, de los que menos ganan. Más de 3 millones 546 mil personas habían logrado salir de esa condición, debido básicamente, por las alzas a los salarios mínimos del 16 y 20% decretados en 2018 y 2019.” Para AMLO, “Durante todo este tiempo (lo que él considera el periodo neoliberal), de estar en el lugar 12 en el mundo en cuanto a el salario mínimo, nos caímos a los últimos sitios. Llevamos dos años aumentando el salario y todavía no se avanza, porque fue una pérdida de 75 por ciento del poder de compra durante el periodo neoliberal y los neoliberales y tecnócratas engañaron de que iba a haber inflación.” Durante las cuatro décadas perdidas, de 1980 a la fecha, la caída del poder adquisitivo del trabajador fue brutal; la implantación de topes salariales, todavía imperante, fue y es devastador. Según el INEGI, los salarios representan sólo la cuarta parte de la riqueza nacional: “Uno de cada cuatro pesos en la generación de riqueza en el país proviene de las remuneraciones de los trabajadores, mientras el resto son ganancias del capital… En 16 años, la masa salarial –es decir, la suma de las remuneraciones que se pagan a los trabajadores- se ha reducido en 3.7 por ciento como proporción del producto interno bruto (PIB). En 2018 –los datos más recientes, que son públicos– alcanzó 26.2 por ciento de toda la generación de riqueza en el país”. La desigualdad y la pobreza social en ascenso durante este neoliberalismo fino.

AMLO dice también que decidió ofrecer un salario especial para las trabajadoras domésticas y para los jornaleros agrícolas que son muy mal pagados. Eso suena muy bien dentro de la demagogia populista, pero hace falta más que buena voluntad, pues de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. El mismo día que AMLO anunció el aumento salarial, jornaleros agrícolas señalan que el salario mínimo de $160.19 es insuficiente. “Desde el campo mexicano, las organizaciones de jornaleras y jornaleros seguirán luchando hasta que la Conasami los escuche e incremente el mínimo de su remuneración, el cual calculan en 300 pesos diarios. Hace cinco años, en el valle de San Quintín, Baja California, más de 70,000 jornaleros y jornaleras agrícolas estallaron una huelga. Entre sus demandas, exigían un sueldo de 300 pesos diarios. Desde otras partes del país, sus colegas apoyaron esa propuesta. La Conasami fijó un sueldo para ese sector de 160.19 pesos por jornada para el 2021… Es un paso importante el que por fin se les haya incluido en la lista de salarios mínimos profesionales, dice en entrevista Margarita Nemecio, coordinadora de la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas. Pero definitivamente es insuficiente, agrega. La Conasami ha señalado que fijó el monto contemplando el costo de la canasta básica. “Pero una familia jornalera, en promedio, se compone de cuatro integrantes. Con esa cantidad quizá pueden cubrir lo más elemental, pero a muchas personas ni para eso les alcanzará”.

Para recuperar efectivamente el poder salarial se necesita un aumento de 200 por ciento. Héctor de la Cueva, coordinador del Centro de Investigación Laboral y Asesoría Sindical (CILAS), dijo que durante los últimos años el salario mínimo en México perdió 70 por ciento de su valor, por lo que para recuperarlo se necesitaría un aumento de 200 por ciento y el sector empresarial se queja de un 15 por ciento.

Cierto es que AMLO no se atreverá a decretar un aumento salarial siquiera del 30 por ciento, y nunca jamás un incremento de mayor magnitud. No se puede pedir peras al olmo. Para tener un verdadero salario digno se requiere de la lucha organizada de los trabajadores y jornaleros del país con una real democratización sindical donde los gremios estén en manos de los propios trabajadores y sus intereses de clase; se requiere de una verdadera transformación democrática del país: Un gobierno de los trabajadores.

 

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