Nada nuevo bajo el sol. No hubo conejo en la chistera. No sucedió nada que no esperáramos. Ninguna sorpresa, pues. Sea el primero, el segundo o el último de los informes presidenciales, en la historia de México esos ejercicios contienen dos características esenciales: datos de la realidad que mira y construye el informante, y un mensaje político que deja en claro el principal eje rector del gobierno. No debemos llamarnos a sorpresa por el divorcio entre el presente histórico y la historia presente elaborada y vivida por el inquilino de Palacio Nacional. segundo informe
Quizá la diferencia con respecto a los informes priistas y panistas, es que el de Andrés Manuel López Obrador dejó de lado el besamanos y lo embelesado de prácticas, discursos y miradas de sus allegados.
Ante lo repetitivo que resulta el “día del presidente”, vale la pena hacer un análisis por el alero del ejercicio narrativo y la aprehensión que del mandatario y su trabajo realizan los sectores de la sociedad luego de casi dos años en el poder.
A querer o no, 2020 es un año atípico. Un año que movió todo el tinglado para el análisis político de los decires y haceres de la Cuarta Transformación. Nunca sabremos qué hubiese pasado sin coronavirus. A lo más que podremos llegar es a conocer la manera en la que lo enfrentaron los tres niveles de gobierno y los resultados obtenidos, con los márgenes de error de las cifras en cuestión.
Bajo esta realidad, y con los problemas que ya existían en el país, llegamos al segundo Informe de Gobierno.
Podemos comenzar la disección del Informe con las ausencias, con los datos que no cuadran con la realidad, y la falta de autocrítica. Si comenzamos con el último punto, no podemos agregar nada: ya lo esperábamos. Los gobernantes no se disparan al pie. No afirmamos que sea correcto, decimos que sucede. En cuanto a la realidad que mira López Obrador, podemos comentar que la plasma a partir de verdades a medias, y mentiras parciales.
Observa una disminución de la violencia sin adjetivos, cualquiera que esta sea la mete en el mismo costal. Reconoce los problemas económicos, pero insiste en que estamos saliendo del hoyo, aunque su secretario de Hacienda, Arturo Herrera asegura que en 2021 sufriremos los verdaderos estragos económicos de la pandemia. La estrategia para enfrentar el coronavirus ha resultado casi a la perfección. Continúa creyendo a pie juntillas que el discurso presidencial a fuerza de repetirse se hará realidad. Insiste en barrer las escaleras de arriba hacia abajo.
Por supuesto, que el análisis del informe no se puede centrar únicamente en el mensaje presidencial, sino en todo el periodo a que hace referencia. En ese sentido, la pandemia llegó y metió en serios predicamentos el proyecto de la Cuarta Transformación. Se complicó demasiado el escenario, es cierto, aunque las principales líneas de acción se mantienen.
Es esto, y no otra cosa, lo que mantiene a López Obrador con niveles de apoyo social significativos. Vayamos de lo primordial a lo menos importante para la población.
A pesar del apretón de cinturón, el apoyo a quienes más lo necesitan a través de la multiplicación de los programas sociales entregados directamente en las manos de los beneficiarios no se ha suspendido, al contrario, continúa ampliando sus alcances. Son 23 millones de familias que reciben al menos uno de los programas sociales, sean pensiones para adultos mayores, becas a estudiantes o apoyos a niños con discapacidad. Sin el recurso de estos programas quién sabe cómo habrían enfrentado la pandemia los grupos más vulnerables.
Sin duda, la principal bandera del presidente sigue siendo el combate a la corrupción, prácticamente es una narrativa transversal a todo el ejercicio de gobierno. Lo bueno, lo malo y lo feo tienen un punto de unión: el combate a la corrupción. Ora Emilio Lozoya Austin, ora Genaro García Luna, ora César Duarte, Ora Gerardo Sosa Castelán se trate de quien se trate, la población reconoce las acciones realizadas por la Fiscalía General de la República y lo plasman en las encuestas: 64.7% de los mexicanos considera que las políticas del gobierno están sirviendo para reducir la corrupción, según el diario El País.
Por otro lado, el cambio, al menos en una parte, de la estrategia para acabar con los grupos criminales ha dado mejores resultados. Ahora la labor es más de inteligencia financiera que de uso de la fuerza pública. Estas acciones están a cargo de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda y tienen la finalidad de estrangular el flujo de dinero a los criminales. Recursos que utilizan para comprar voluntades, recompensar favores y adquirir armamento y municiones.
Es cierto que la crisis por la que atravesamos en muy profunda. También lo es la reconocida caída del PIB, no obstante, se mantiene una inflación controlada, las remesas altas contribuyen a la economía familiar, las reservas internacionales del Banco de México casi alcanzan los 200 mil millones de dólares, tenemos un déficit público controlable, y los intereses de mantienen bajos.
Vayamos a los niveles de reconocimiento de la población. Tomando en cuenta las diferentes encuestas el presidente tiene una aceptación entre 56 y 62 por ciento. Si atendemos a una calificación numérica en una escala del uno al diez, obtiene una nota de siete. Pareciera entonces que existe una diferencia entre lo que inquieta al llamado círculo rojo y lo que rechaza o acepta la población en general. Sin duda, las encuestas arrojan menores molestias y mayores conformidades de las que los críticos suelen encontrar en el gobierno lopezobradorista.
Sin duda, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no da espacio para medias tintas: lo quieren o lo odian. Sin embargo, estoy convencido que el respaldo que mantiene de la población se apuntala en una razón fundamental: el peso de la historia. Millones de mexicanos no olvidamos los desastres y las prácticas de rapiña ejercidas por los gobiernos del PRI y del PAN. segundo informe
@contodoytriques