Semana pedregosa

Semana pedregosa

Juan M. Negrete

Ha sido raro este mes de agosto. Normalmente, a la mitad del período de las aguas, las precipitaciones pluviales escasean. Coincide en el calendario con lo que viene a ser el mes de agosto, en el que estamos. Por eso se le llama el mes de las calmas. Y hasta tenemos un refrán popular cuando calificamos a los pachorrudos como a individuos que tienen más calmas que agosto.

También coincide con el período de la canícula, los días más calurosos de finales del verano, para que luego se nos venga la turbulencia de las ondas frías. Se inicia el otoño y la llegada de los duros fríos del invierno. Así que la canícula y las calmas son las propias de este mes, que nos ha resultado medio extraño, porque no ha dejado de llover. Al contrario, ha caído mucha más agua del cielo y, por lo tanto, tampoco se ha dejado sentir tanto el calor.

Esta información vertida era la que se movía en los comederos tradicionales de nuestros pueblos, que vivían dedicados a la producción de alimentos, a la agricultura y que tenían que ver con el centro de la atención de todo el mundo. Las conversaciones no giraban sobre otros temas, salvo cuando ocurrían acontecimientos que rompían la nota y envolvían por fuerza la atención de todo el mundo. Pero ese mundo idílico de labriegos y sus afanes parece habérsenos perdido y tal vez para siempre. O no. Habrá que ver.

Siguiendo con los cuadros campestres, cuando llueve poco o nada, el pasto no crece y los suelos lucen pedregosos. Es lo usual. Pero la contingencia de que en este mes de agosto ha llovido mucho y sin embargo nuestro suelo político nos resultó pedregoso esta semana es lo que nos ha sorprendido. Y por eso amerita detenerse en tan singular espectáculo.

Empecemos con la charada insulsa que recetó al público el, por largo tiempo desaparecido, subcomandante Marcos y que ahora nos brota apodándose nada más como capitán. Sin que hubiera motivo especial para que saliera a escena, le mandó decir una sarta de injurias al presidente, ya casi en retiro, AMLO. Es discurso dirigido en su contra, pero más bien como que lleva la consigna de que nos lo recetemos todos. Va:

Tuvo el autoritarismo de Gustavo Díaz Ordaz, el nacionalismo de cartón de Luis Echeverría, la demagogia corrupta de José López Portillo, la mediocridad administrativa de Madrid, la perversidad de Carlos Salinas de Gortari, la vocación criminal de Ernesto Zedillo, la ignorancia enciclopédica de Vicente Fox, el militarismo y la mecha corta de Felipe Calderón y la frívola superficialidad de Enrique Peña Nieto”.

La neta, que resulta un discursito indigerible. Nuestro gran público ignora si aquel viejo Sup tuvo alguna desavenencia seria con Andrés Manuel, al grado de que ahora le esté retando a un duelo, o a que inicie un proceso de romperse las medias. Hábilmente, AMLO dijo que no le entraba a este pleito de comadres y dijo bien. Pero la guantada ahí está.

Empecemos por preguntarnos algo de fondo. Como siempre estuvimos viendo al tal Marcos embozado, uniformado y con su pipa infaltable, habría que establecer si se trata o no el origen del presente discurso del mismo ronco pecho. En los años de Zedillo, aquel presidente nos hizo correr la especie de que tras el nombre de Marcos estaba el personaje Rafael Sebastián Guillén Vicente. Luego lanzó sus huestes oficiales a perseguirlo, tras haber roto los famosos diálogos de San Andrés Larráinzar e incumplir con las comunas indígenas de Chiapas. No pudo capturarlo. A lo que habría que decir que a Zedillo le salió el tiro por la culata. Pero eso fue hace muchos años.

Después ya no hablaba más el Sup, sino un tal Durito. Y luego, con el paso de los años, como que se difuminó esta presencia, aunque los postulados y exigencias indígenas sigan vivas y latentes. Pero del Sup ya nomás se sabía nada. Hasta lo llegaron a dar muchos por muerto. Mas ahora resulta que no estaba muerto, sino que andaba de parranda. ¿Cómo estará eso de que viva y de que nos salga, con pipa, uniforme, pasamontañas y todo lo demás, a recetarnos una charada intraducible?

Los años de la debacle de nuestro nacionalismo revolucionario, tuvieron como titulares del ejecutivo a Díaz Ordaz, a Echeverría y a López Portillo. Podemos decir que fueron los peores presidentes mexicanos de esa tendencia política y económica. Luego vino la noche del neoliberalismo. En tal pesadilla hay que englobar a todos sus titulares, sin dejar escapar a ninguno de ellos. Da igual que hayan sido del PAN o del PRI. Todos estuvieron cortados con la misma tijera. Empezaron malos y terminaron peores.

Esto lo sabemos todos los mexicanos. Por eso dimos en sacarlos a todos ellos de los puestos clave del gobierno y ponerlos de patitas en la calle. En 2018 ocupó AMLO el puesto preponderante de la presidencia y ya nos gobernó los seis años de tal mandato. Ahora, en 2024, celebramos ya el plebiscito correspondiente y aprobamos masivamente el ejercicio de AMLO, refrendando la ocupación de los puestos de control para la 4T, con doña Claudia a la cabeza. AMLO se retira con una aprobación del 70%.

¿De dónde saca entonces este incomprensible e inidentificable Marcos que AMLO es el resumen de todas las maldades de los mandatarios pasados que fueron defenestrados por el gran público y mandados al caño? ¿O será mera tirria personal? ¿O será que se trata de otro Marcos? Es la gran sorpresa de este agosto y habrá que ponernos a desentrañar tal misterio. Ya veremos.