Sigue la unanimidad política

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Filosofando

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El cuento de la unanimidad en los representantes políticos de nuestra población continúa. Su primer momento fue escenificado en los estrados del senado. Primero se habló de un serio forcejeo entre los distintos grumos o fracciones partidistas. Se manejó incluso la posibilidad en serio de que la propuesta de que fuera creada la guardia nacional no pasara la difícil aduana de los números. El brete pintaba a prueba complicada. Los números avalaban tal desacuerdo y se esperaba como resultado un rosario de Amozoc.

Del lado de Morena se alineó el torrente de los votos gubernamentales y también los de sus aliados recientes. El poder siempre encuentra la forma de hacerse de aliados. Es cosa de observar con cuidado nada más para dónde sopla el viento. Para allá se inclinarán las veletas. El caso particular de militarizar o no al país tenía números muy altos a favor. Pero reunida toda la oposición a esta opción oficialista todo hacía aparecer que la iniciativa no iba a ser aprobada. Era la lectura simple, aunque apabullante, de los momios.

Ya están dichas muchas cosas. La primera, que venía siendo paradójica, era el hecho de que los panistas estuviesen ahora en contra de la militarización por la vía de una guardia nacional. Hace doce años su presidente, Calderón, fue el que inició esta danza macabra. Y para entonces ni siquiera auscultó al poder legislativo. Como haya sido entonces, los diputados y senadores panistas asintieron con la medida o bien nunca elevaron posiciones críticas en contra de ese paso mal dado del ejecutivo salido de sus filas y, se supone, actuaba de común acuerdo con ellos. ¿Cómo entender entonces la actual oposición a que tal medida se continuase aplicando, si bien con algunas variantes y ahora sí con la venia legislativa?

Hubo un punto que marcó la diferencia y suscitó el viraje de que nos ocupamos. Fue la ruptura dentro del paquete opositor. Concretamente lo hizo la bancada del PRD con un número reducido de representantes. De una veintena, nueve dispusieron romper con la consigna de la línea opositora y declararon su amor al morenismo, es decir, a la nueva línea oficialista. No lo dijeron así, porque tal fórmula no posee la elegancia de los avatares declarativos. Dijeron que están en contra de que se les marque línea y que defienden la libertad de acción de su voto. Hubo algunos de ellos que se fueron al extremo y soltaron la especie de que lo hacían por darse cuenta ahora de que el PRD había abandonado su tradicional línea de izquierda. El chiste se cuenta solo.

Todas estas anécdotas pertenecen a la superficie. El hecho concreto es que el bloque opositor, que en sus cuentas daba apenas un veto apretado pero impedía que pasara la propuesta de creación de la guardia nacional, de un solo golpe se desmoronó. Corría esta oposición apretada el riesgo de que, estando las partidas en un empate virtual, en una deserción de última hora la bancada perdiera la ocasión de exhibir al monolito oficialista y la iniciativa fuera aprobada. O sea que todos sus esfuerzos opositores aparecerían como montados en vano, como alzados en castillos en el aire. Era un colapso cuyo riesgo no quisieron experimentar y entraron en negociaciones con los morenos.

La pregunta elevada por muchos enterados y conocedores consistió en apuntar al contenido sustancial de tales negociaciones. Y no sólo lo que se discutió, sino lo que se acordó y planchó. Debe haber habido concesiones de peso para tales opositores, dado que unas cuantas deserciones exhibieron lo endeble de su composición. De peso tanto para los que ahora llevan la batuta del poder, pero también para los de enfrente, para que puedan seguir presentándose como una opción viable en futuras confrontaciones electoreras.

Por ahí debe haber ido el manejo de la trama, pues el resultado de las votaciones en las cámaras resultó totalmente inesperado. En el senado, la semana pasada, la unanimidad fue apabullante. Luego tuvo que turnarse al congreso la iniciativa. Se esperaba que en la cámara baja hubiese algunos señalamientos y remiendos, por lo menos. Pero tampoco se presentaron los tejedores finos. También aquí vino a imponerse la mayoría absoluta. De 432 legisladores presentes, sólo se registró uno en contra. O sea, otra vez la unanimidad de todas las corrientes agrupadas en partidos políticos.

Falta un paso de mero trámite. Se turna la iniciativa a los congresos estatales para que le den su visto bueno. Un buen filtro en un país donde funcione una verdadera democracia. Se ocupa que 17 estados la palomeen. En 19 o en 20 de ellos predomina la mayoría morena. Así que, como decían los viejitos de la época de la revolución, no será más que un baile de carquís. Saltó la primera tranca, que se miraba complicada. El obstáculo senatorial se difuminó. El segundo, el del congreso, ya no deparó sorpresa alguna. Quedó a la sombra de la negociación central. Falta pues su tercera ronda. De ella nadie espera complicación alguna.

Reforzado el punto con dos pasos cubiertos de manera tersa, cobra interés sobrado, más ahora que antes, saber de qué cosas trataron y negociaron los señores del poder. Dieron manga ancha a los morenos para el manoseo con las fuerzas castrenses las triquiñuelas de la nueva guardia, so pretexto de volver a los cauces de la tranquilidad y la serenidad nuestra vapuleada seguridad pública. ¿De veras serán pasos de avance hacia una democracia profunda o meros palos de ciego de inverecundia política, a la que son tan avezados nuestros grillos?

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