Sólo medidas enérgicas pararán Covid-19

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Si bien en las grandes ciudades se encuentran los principales focos de infección por la concentración humana desbordada e indisciplinada, los riesgos no podrán ser menores en ciudades medias, pequeñas y cabeceras municipales, con sus entornos rurales, si las autoridades correspondientes no se toman en serio para combatir el avance de la pandemia. covid-19
En dicho entorno urgen acciones concretas y enérgicas. Primero, deben insistir, por todos los medios, en informar constante y verazmente  de los riesgos graves que implica el SARS-CoV2 y sus alcances, porque aún hay muchas personas que no tienen conciencia de la situación y siguen creyendo que eso es cuestión de metrópolis, no de poblados y ranchos. Segundo, deben machacar sobre las medidas preventivas.

Por lo que se siente y se ve, la población apenas si está medio informada de lo que acontece y cómo se debe cortar el agresivo virus. Si acaso se tiene la información requerida y se toman algunas medidas es en las escasas oficinas gubernamentales, algunos negocios y templos.

Por lo general, la gente olvida, o ignora, usar tapabocas, lavarse las manos con frecuencia y guardar la sana distancia.

Y lo peor: cree la ciudadanía, a pie juntillas, que ya pasó lo peor y que, en efecto, “ya vamos de salida”, como repite el presidente que es el primero en no acostumbrarse a seguir esos lineamientos universales para cortar los contagios. Además, sigue habiendo muchas personas, al igual o más que en las metrópolis, que cree que el Covid-19 es puro cuento y que eso no es para ellas.

Después de cerca de ocho meses de no salir de la ciudad precisamente por la cuarentena –“cuerenterna”, dicen algunos– y evitar en lo posible la movilidad, en un viaje rumbo al sur-costa jalisciense, me he dado cuenta precisamente de todo eso: La gente camina por las calles o va a los negocios sin cubrebocas, y no siempre los que atienden lo usan; no hay sana distancia; no hay acceso fácil y rápido a lavabos o ni siquiera tienen gel antibacterial.

Los despachadores de gasolina y los vendedores ambulantes en las carreteras que se acercan al auto sin cubrebocas, así vendan comida.

Por otro lado, al menor pretexto la gente sigue reuniéndose a comer y tomar, y sin ser propiamente cuestiones de familia y en escaso número y sin guardar protocolos mínimos. Como en la vieja normalidad, los saludos no  únicamente son de mano, sino hasta de abrazo y beso, como en tiempos de la libertad absoluta de movimiento, saludo, descuido de aseo de manos y amontonamiento –como sucede en las ciudades con las frecuentes manifestaciones— sin guardar distancia mínima, sobre todo entre jóvenes.

Salvo el ingreso controlado y separado de feligreses en las iglesias, aparte del uso del gel alcoholizado y cubrebocas, las tomaderas siguen siendo una costumbre recurrente. covid-19

“Por acá sigue habiendo fiesteritas y reuniones en casa o hasta funerales concurridos y se nos olvida guardar la sana distancia, lavarnos repetidamente las manos o desinfectarnos. Y eso sucede aquí y en las poblaciones grandes”, me contaron un comerciante y otras personas. Covid-19

Es la misma situación que se da en la zona metropolitana tapatía, donde las reuniones, asistencia a lugares concurridos, antros, restaurantes, uso constante del transporte urbano, con regularidad saturado y sin las debidas precauciones, y el relajamiento total en bares y centros de reunión, han ocasionado precisamente que los contagios se hayan disparado y sean los jóvenes los que ahora, por su número y frecuencia, sean los más contagiados hasta rondar el 50 por ciento del total, entre personas que van de los 18 a los 40 años, en promedio, de acuerdo con datos de la Universidad de Guadalajara dados a conocer esta semana.

De acuerdo con la información vertida por el gobernador Enrique Alfaro, “la población más joven es la que menos se está cuidando. El 40% de los contagios se dan en la población de entre 15 y 34 años”, y que si bien hay menos hospitalizados. “pueden contagiar a sus padres o abuelos, quienes están más expuestos a la muerte”.

En Jalisco, hasta la semana pasada se tenían, con un subregistro, más de 4 mil personas fallecidas por Covid-19. Tal vez muchas muertes de estas se hubieran evitado si hace al menos dos meses se hubiera activado el llamado botón de emergencia, con el que el gobernador ha venido amenazando desde entonces.

Si desde hace rato el gobernador y los alcaldes de la zona metropolitana se hubieran puesto las pilas como sí se hizo al principio y dio buenos resultados, la pandemia fuera en franco descenso. No obstante, unos y otros por presiones, por interés propio o simple desidia, no fueron suficientemente severos, así que bares y antros prácticamente no dejaron de trabajar y las consecuencias están a la vista. Al poco tiempo reiniciaron actividades todos los establecimientos como si nada sucediera y la autoridad se hizo de la vista gorda.

Las medidas parciales que ahora pretende implantar Alfaro, como el que las cantinas y restaurantes estén abiertos hasta las siete de la tarde, en muy poco ayuda. La medida debe ser drástica o no avanzamos. No en balde ha habido ya tantos contagios y suman en Jalisco ya más de 4 mil muertos. Algo ayudará que se cierren los establecimientos comerciales los fines de semana y permanezcan abiertos supermercados y farmacias.

Quienes administran el estado y los municipios deberán ser constantes en su accionar y no aventar las cosas al carajo a la primera, como ya lo hizo el mismo gobernador cuando, con majaderías, dejó hacer y dejó pasar cuando la gente se fue de puente y de vacaciones en Semana Santa. Entonces el problema se agravó y ocasionó primero cansancio de quienes sí cumplían cabalmente su aislamiento y desprecio de los gobernados por falta de constancia.

Si hoy el asunto del SARS-CoV2 no se toma con decisión y energía, el problema simplemente no se resolverá ni estatal ni nacionalmente, cuando ya en todo el país, hasta el cierre de esta edición, sumaban 82 mil 726 muertes y prácticamente 800 mil contagios acumulados.

Y no se le ve fin.

 

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