¿Son legisladores o traidores?
Juan M. Negrete
Se escribió una página bochornosa de la república. Nos enteramos tanto de la iniciativa que envió el titular del ejecutivo sobre la industria eléctrica, como del resultado de la votación que se obtuvo en dicha jornada. Es dato curioso de que haya habido una polarización tan dicotómica. A favor de la propuesta votaron todos los de Morena y sus aliados. En contra todos los de los partidos PAN, PRI, PRD y MC. No hubo abstenciones ni ausentes.
El pronunciamiento particular de cada uno de ellos no conoció medias tintas: o a favor o en contra. No abstenciones, no votos nulos, no ausentes. Se definieron ambos bandos en una separación recalcitrante. El bando de la 4T, equipo alineado al poder actual con AMLO a la cabeza, votó por el sí. La oposición sufragó en contra. No importa que sea un bloque sin claridad ideológica monolítica. Con ellos hay para todos los gustos.
Se propuso normar la industria eléctrica, con la que nos alumbramos y movemos maquinaria en el país. La idea era que los chiquillos de las inversiones extranjeras ya no siguieran metiéndose hasta la cocina en este renglón prioritario. Es más, estratégico, porque es uno de los rubros fundamentales de toda economía. La nuestra no es la excepción. Ya pasó el tiempo en que los traslados y transportes se hacían a lomo de mula y que las surcadas del campo se labraban con arados y tiros de animales de carga. Ahora todo tiene que ver con automotores y generación eléctrica. No hace falta abundar más en esto, pues todos lo tenemos claro.
La idea central de legislar en este punto consistía, a partir de la propuesta de AMLO, establecer con claridad el límite al que pudiera llegar en casa la inversión extranjera. A la hora de debatirlo no se decía que fuera extranjera, sino privada. Pero ya sabemos que eso de inversores locales, o empresarios de casa, es un mero eufemismo. Por ellos no vamos a parar. La cuestión central consistía en que la inversión pública o estatal, que es lo mismo que decir los controles, estuvieran en un 54% en manos de la CFE. Y a los ganosos en colaborar en el renglón energético del país, no sin llevarse un premio por su generosidad, se les abriera el compás hasta un 46%.
Así fueron las partidas. Los campos quedaron más que deslindados y esclarecidos. Pero nunca llegó un debate, según nos enteramos. Todo el día domingo pasado se la pasaron los tribunos lanzándose improperios de un flanco al otro, descalificándose y hallándose defectos en su actuar y en su decir, como verduleras de mercado. Decían los antiguos que cuando se enojan las comadres, salen las verdades. No sabemos cuántos de los cargos que se escucharon, algunos hasta muy penosos, sean reales y cuántos inventados. Pero de que se dieron hasta con la cubeta, eso que ni qué.
Veamos algunos números. En 1999, la CFE administraba el cien por ciento de la energía eléctrica del país. Así estaba normado por la constitución y así ocurría. Ya en el 2012, cuando salió Calderón del poder, los números habían cambiado. La CFE controlaba sólo el 63%. Y que conste que todavía no se había autorizado que las inversiones extranjeras se metieran en el manejo doméstico de este renglón.
Vino luego el desastroso régimen de Peña Nieto y se cambió esta normativa. Primero se armó un engendro estrafalario de partidos (PRI, PAN y PRD), al que llamaron Pacto por México. Y ya tomada la tribuna mayor de la nación les autorizaron a los güeritos que se metieran con sus centavos a casa y tomaran los controles de nuestra energía. Cuando salió Peña, en el 2018, la CFE ya controlaba nada más el 52% de este renglón. Por eso la 4T se propuso marcarles un alto definitivo y establecer topes claros. En las prospectivas de avance, las empresas beneficiadas calculaban que para el 2019 la participación de la CFE quedara reducida a un 45%; que en el 2020 bajara hasta el 39%; para el 2024 contenerla al 29%. Ya encarrerado el ratón, sus pronósticos eran dejarle a la CFE para el 2029 tan sólo el 16% y finalmente en el 2030 simplemente ya no habría CFE. Todo el control de la energía eléctrica del país estaría en sus manos, lo que implicaba pues que se llevarían el santito y las limosnas. Así de generosos se conducen.
No había entonces necesidad de tantos improperios, estando las partidas tan claras. A la hora de llegar a las votaciones, los chicos opositores hicieron su conteo y sumaron los 223 sufragios que habían llevado en contra. No les falló el numerito. Y claro que la votación a favor no alcanzó la cifra de las dos terceras partes, que es lo que se llama en estas lides una mayoría calificada. Era la cifra que se ocupaba para que dicha ley fuera promulgada y alcanzara el nivel de constitucional, la propuesta del popular Peje, ahora titular del poder ejecutivo. No hubo pues de piña y… a otra cosa, mariposa.
Para fortuna nuestra, hablando de los consumidores cautivos que somos todos, el gobierno acudió con tiempo a otros expedientes y este futuro horroroso de dependencia y despojo no procederá, aunque este extraño enemigo haya comprado el voto de tanto legislador nacional, para poner la ley no al servicio de los paisanos (que somos nosotros) sino al de los extranjeros ya demasiado mentados. Así de malinchistas se vieron esta vez nuestros legisladores opositores. Y luego se enfadan y reclaman porque se les tilda de traidores. Si no resultan vendidos al mejor postor, en este caso no paisanos, ¿con qué otro calificativo hemos de llamar a su deleznable voto? En fin.