El feminfanticidio de Fátima –válgaseme el calificativo– perpetrado el 11 de este mes en la Ciudad de México encendió la ira, particularmente de las mujeres, en contra de las autoridades, porque no hay lugar en donde se puedan sentir seguras.
Y no en balde: en 2019 fueron asesinadas, en promedio, diez mujeres por día, aunque el gobierno no acepta tal cifra.
Ahora ellas, a través de una iniciativa nacida en Veracruz, se organizan, a lo largo y ancho del territorio nacional, para celebrar su día (lunes 9 de marzo) con un paro total: “#UnDíaSinNosotras”, cosa incitó a la propia Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de Andrés Manuel López Obrador, a unirse a la iniciativa, según lo publicó ella misma el viernes 21, en sus redes sociales.
No obstante, Gutiérrez Muller luego dio marcha atrás, tal vez reconvenida por AMLO, y propuso un “#NoAlParoNacional”. López Obrador negó al día siguiente, sábado 22, haber influido en ella para que cambiara de opinión
El Presidente está muy irritado en contra de la programada protesta que ha sumado desde la UNAM, hasta universidades públicas y privadas de gran parte del país, entre ellas a la Universidad de Guadalajara, y privadas como el Iteso, Univa y Tec de Monterrey, localmente, aparte de incontables empresas y muchas otras instituciones y organismos privados, y partidos políticos.
Los últimos, particularmente, habrían enojado más a Andrés Manuel, quien aseguró que el movimiento también llamado “#UnDíaSinNosotras es un ataque a su gobierno y acusó al “conservadurismo” de impulsarlo. “Ellos están en contra de nosotros”. Lo anterior lo dijo en la “mañanera” del viernes 21 en La Paz, BCS.
Previno: “…mucho ojo, porque ahora los conservadores ya se volvieron feministas, de repente, todos los medios conservadores. De repente aparecen personajes racistas, clasistas, corruptos, represores, como feministas. Claro que la derecha está metida, es oportunista”.
El miércoles 19, la luchadora social, feminista y colaboradora en este sitio web, Lupita Ramos Ponce, escribió en su columna Mirada Violeta, no sin razón, lo siguiente bajo el título Estado fallido, Estado feminicida:
“El Estado mexicano nos ha fallado a las mujeres y a la sociedad entera. Pasamos de un horror a otro: de un feminicidio cruel a otro más cruento. Mientras tanto, las autoridades se encuentran en parálisis gubernamental, a nivel federal con un fiscal general que encuentra la solución en la eliminación del tipo penal de feminicidio…”
“Entre un presidente predicador y autoridades solapadoras, ineficientes y mentirosas, se construye el Estado fallido que sigue dando tumbos y que genera las condiciones necesarias de impunidad para que los feminicidios sigan ocurriendo”.
Y es que, ¿cómo no va a haber enojo si de los 34 mil 582 asesinatos contabilizados por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) el año pasado, alrededor de 3 mil 650 de las víctimas fueron mujeres, aunque oficialmente sólo reconoce mil 6 feminicidios?
¿Cómo no va haber irritación por lo que ha estado ocurriendo, sobre todo después de muertes tan inenarrables como las de Ingrid y la niña Fátima que colmaron todo?
Si bien hay un reclamo en todo esto hacia el Estado mexicano, el presidente no debe verlo como un ataque a su persona o a su gobierno. Tiene que asumir la crítica al tremendo mal que viene creciendo como tsunami de tiempo atrás, de gobiernos anteriores y que él, al frente del Poder Ejecutivo, es la cabeza visible y responsable en buena medida, no de toda, y tomar la parte que le corresponde.
No cabe duda que algunos oportunistas pudieran aprovechar, y ellos se aislarán por culpa propia, pero no es papel de un Ejecutivo descalificar y desacreditar de antemano, de acusar. La criminalidad nos afecta a todos: a los partidistas como a los sin partido; a los de izquierda como a los de derecha; a los creyentes como a los no creyentes; a los conservadores como a los liberales o neoliberales.
Cuando el mal ataca, sólo la unión de todos, sin distingos, es lo que nos hará fuertes, y a él, como presidente, le tocará coordinar una acción conjunta de todos. En las crisis es cuando surgen, si no los salvadores, sí los líderes y, en el mejor de los casos, los que pasan a la historia cual es su aspiración, como lo dijo en su toma de posesión.
Nadie más que usted ha dicho que este muy loable paro de mujeres, digno de admiración y adhesión por parte de los hombres, es en contra del presidente.
¿Acaso hay algún temor de que las mujeres de organicen?
Pudiera serlo, más bien, en contra de algunos de los integrantes de su gabinete que parecen no tener su propia forma de pensar, de cuestionar, de proponer y de hacer mejor las cosas en bien del país, en lugar de sólo cumplir órdenes y responder siempre: “¡Sí , señor presidente!”
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