Tipos de genocidio
Pseudo Longino
Etimológicamente, la palabra “genocidio” se construye a partir de “gens”, que en latín es “linaje” o “estirpe”, y “caedere”, que significa “matar” o “aniquilar”.
El genocida, entonces, es el que aniquila o extermina a un grupo unido por rasgos de parentesco. En la historia y en la política se ha utilizado para describir actos de matanza deliberada y sistemática contra grupos que comparten una identidad étnica o religiosa, quizá también ideológica.
Algunos ejemplos son, por ejemplo, la matanza de Srebrenica en Bosnia, perpetrada por los serbios, en 1995. Ahí se puede identificar a un grupo de víctimas bien diferenciado, los bosnios, que tienen una variante lingüística propia, y que, culturalmente, practican en su mayoría la religión musulmana. Los genocidas fueron serbios, que tienen también su propia variante lingüística y entre los que predomina el cristianismo ortodoxo.
Los propios serbios fueron víctimas de genocidio décadas atrás, durante la Segunda Guerra Mundial, por parte de los croatas, que, igualmente, tienen su propio dialecto, y en su mayoría practican el catolicismo. El campo de exterminio de Jasenovac, donde murieron cientos de miles de serbios, es quizá la prueba más atroz de esos hechos.
En la Segunda Guerra Mundial encontramos tal vez el caso moderno más estudiado y conocido, el de los judíos por parte de los nazis. Aquéllos componen un grupo con rasgos de identidad comunes, sobre todo la herencia religiosa, sean practicantes o no. Algunos también se diferencian por su lengua, el hebreo, el yiddish o alguna variante derivada de aquel idioma semítico. La ideología nazi los consideraba una “raza” y a partir de esa clasificación construyeron una narrativa genocida.
Más cerca de nosotros en el tiempo tenemos el genocidio de Ruanda. Aquí las víctimas fueron los tutsis, que fueron atacados por los hutus, sobre todo entre abril y julio de 1994. Este caso es interesante, porque algunos estudiosos consideran que la división entre hutus y tutsis es artificial, impuesta por los colonialistas belgas, que dividieron a los bantúes en una casta dominante, los tutsis, y otra dominada, los hutus, aunque realmente no había diferencias étnicas o lingüísticas entre ambos grupos. Ése fue el origen de la violencia.
Algunos historiadores consideran que la Conquista de México implicó un genocidio. Y ciertamente, la mortandad de la población indígena alcanzó, según algunas fuentes, hasta el 90%. Sin embargo, aunque sin duda están presentes algunas condiciones, como la diferencia étnica, lingüística y religiosa, quedaría pendiente determinar si esa matanza fue sistemática, ya que, por ejemplo, las enfermedades jugaron un papel. Y, al final, hubo un mestizaje, algo que no es parte de un genocidio.
Queda la duda de si puede existir genocidio por motivos políticos o ideológicos y no sólo étnicos o lingüísticos. Un ejemplo podría ser el exterminio, en los años sesenta, de disidentes de izquierda en Indonesia, país en el que hasta la fecha prevalece la postura gubernamental de que esa matanza no existió, está exagerada o fue justificada.
Las víctimas no tenían una lengua distinta o un origen étnico diferente, lo que las identificaba era su ideología de izquierda. Se habla de entre medio millón y tres millones de muertos. Y los culpables siguen impunes. Es aquí claro que, en el contexto de la Guerra Fría, se intentó “limpiar” el país de militantes comunistas. Quizá algo que se podría incluir es que un rasgo que se perseguía era el ateísmo, en ese país de mayoría musulmana.
Más allá de las definiciones y las discusiones teóricas, queda para la reflexión el hecho de que nuestra especie no sólo no es ajena a las prácticas de exterminio, sino que parece repetir el patrón de comportamiento genocida de forma periódica. ¿Qué factores determinan que así sea? Las preguntas se multiplican y algunas son muy inquietantes.