Partidiario
Criterios
Pasan los días. Los deudos de San Primitivo Tlahuelilpan, entre el olor penetrante a gasolina que impregna la tierra y el ambiente, siguen enterrando a sus muertos, tal vez los más inocentes, y sí víctimas ilusas del incendio, cuando todos querían abastecerse de combustible para su auto, o “ganarse unos pesos extra”, como reconoció la madre de uno de los fallecidos.
Más rápido de lo imaginado van apareciendo posibles causas, contradicciones y yerros que, si hay voluntad, se llegará a la verdad de ese infierno tan anunciado y que con un poco de más decisión pudo evitarse. O aminorarse. Hasta el cierre de esta entrega, el lunes, 90 eran las víctimas fatales, con riesgo de aumentar, porque entre el medio centenar de hospitalizados hay todavía quemados graves.
Entre las causas están: uno, la peligrosidad misma del hidrocarburo, que es de lo más inflamable que existe, y tanto más cuanto se trataba de una toma clandestina, sin condiciones mínimas de seguridad entre tanta gente a unos metros de la población; dos, la imprudencia e ignorancia de los habitantes –aun de quienes poseen autos– que pese a vivir entre ductos y a poco más de 10 kilómetros de la refinería de Tula, parecían desconocerlo todo, ¿o sería por la misma familiaridad y costumbre?
Tercera causa: la escasez de gasolina. Desde hace años,Tlahuelilpa es una de las más saqueadas por los huachicoleros que, como ya se ha dicho tanto, solían vender el combustible en bidones a borde de carretera. Pero además, desde dos semanas atrás había aguda escasez de gasolina en decenas de estaciones de servicio a la redonda y cierre de ductos, lo que habría motivado a la rapiña a propietarios de vehículos, y no solamente a los más pobres, como se alega.
Cuarta: la presunta inacción de los responsables de Pemex que no cerraron pronto las válvulas que se ubican, una en la refinería y otra a 20 kilómetros de ahí, por lo cual el chorro de combustible continúo saliendo a gran presión durante horas. El titular de Seguridad, Alfonso Durazo, afirmó que Pemex fue avisado a las 14:30 horas. Pero hay un documento del 18 de enero de la Dirección del Centro de Alertas y Atención a Riesgos de la Policía Federal que asegura que personal de Petróleos detectó la fuga a las 13:30 horas y dio la voz de alerta (Carlos Loret, El Universal, 21-I-19, Twitter y Facebook). Por lo tanto, los soldados que vigilan ductos y la refinería de Tula, que deben ser cientos, al menos, habrían tardado no más de 15 o 20 minutos en llegar, pero únicamente acudieron 25, insuficientes, aun con los policías federales presentes, para contener a la turbamulta que terminó retándolos y hasta empujándolos.
Y un dato más: Tlahuelilpan está al menos 40 metros arriba del nivel la refinería, y aún así la presión se mantuvo elevada por horas. Por cierto, fue una pregunta que en la mañanera conferencia de prensa del domingo no supo responder la titular de Energía, Rocío Nahle.
Lo que sí no sabemos es si el dejar las válvulas abiertas por mucho tiempo tuvo el errado objetivo de que los marginados del lugar y sus alrededores se abastecieran del tan envidiado hidrocarburo, que vendría a terminar en llamas cerca de las 19 horas del viernes 18 de enero y que dejó una estela de muertos y heridos.
Curiosamente, después de todo, el gobierno federal ha decomisado algunos cientos de miles de litros de gasolina, pero que se sepa hasta ahora no hay ningún guachicolero aprehendido, fuera de unos cuantos funcionarios de Pemex que permitían la salida de 600 pipas diarias cargadas de combustible con documentos falsificados.
Por otra parte, y el mismo presidente Andrés Manuel lo ha declarado, el negocio es de más de 60 mil millones de pesos al año, por lo que no se trata de simples “traviesos”. Por ende, está en juego la seguridad nacional y el guachicol es tanto o más redituable que el narcotráfico, por lo que se considera que habrá de tener mano dura en adelante contra este grave problema.