Toques y retoques femeninos en la grilla

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Juan M. Negrete

En la semana transcurrida pudimos registrar, venidas del mundo de la grilla, escenas que algunos calificarán de chuscas y a otros les parecerán de altos vuelos. El poeta ya nos lo advirtió: todo es de acuerdo del cristal con que se mira. Nos avenimos a esta dualidad porque en la tensión política las fuerzas viven siempre de encontronazos, aunque a veces cede un poco la tensión y nos regala una calma chicha que luego no dura mucho. Pronto nos tenemos que guarecer de nuevo de sus turbulencias, que es lo suyo propio.

Lo que se llevó el palmarés de la semana vino a ser un aspecto del que poco especulamos los que andamos en estos tablados de los análisis. Me refiero a la nota femenina de los acontecimientos vividos en el área más iluminada de las candilejas de la atención de la grilla. La señora doña Lily Téllez, protagonista de uno y mil escándalos, puso el acento de la frivolidad y de los insultos en el debate del senado en torno a la permanencia del ejército en las calles. En cambio la señora Tatiana Clouthier, con otra entonación, puso en las manos del presidente su renuncia al cargo de la Secretaría de Economía, cargo que no llevaba desempeñando tantos días.

Son dos eventos bien distintos. Por tal razón no se presta a ejercicios equiparables. Salvo el dato evidente de que ambas son matronas, metidas al ruido metálico de la esfera de las decisiones públicas, no habría más elementos por escarbar en la última aparición de ambas señoras. De la señora Téllez ya no sorprende que se tire directo a la yugular de las personas a las que quiere descalificar. Aunque esta vez le salió el tiro por la culata, pues algunas de las ofendidas levantaron la voz para defenderse de puyazos tan corrientes que recibían del discurso de la senadora y buscaron ponerla en su lugar.

Ciertamente, la descalificación ad hominem, a la que es tan adicta doña Lily, está totalmente fuera de lugar. Sería loable que, compañeros con más experiencia, bien fuera de su propia bancada panista o de funcionarios avezados en las tareas concretas de la cámara alta, le hicieran ver que el tono de la tribuna más alta del país debe ser comedido, de altura, teñido de calidad ideológica y apegado a las convicciones del color partidista que ostenta. Pero pareciera que ningún mentor oficioso la ha podido meter en cintura. Como no es la primera ocasión en la que se trepa a proferir improperios e insultos, bañando de estiércol a todo personaje público que señala, ya no se espera moción distinta en sus apariciones. ¡Lástima!

Bien distinta vino a ser la aparición de Tatiana Clouthier en la mañanera del jueves pasado, cuando le presentó la renuncia de su puesto del gabinete al titular del poder ejecutivo, AMLO. Independiente al hecho de que ambos personajes hayan entablado y estrechado lazos de simpatía y amistad personal entre ellos, fue notorio el buen tono y, otra vez, la calidad oficiosa de la ministra informando a su jefe,y a la vez a todo el público mexicano que da seguimiento a este noticiario del poder ejecutivo,sobre una decisión que debió haberle sido difícil de tomar, pero que presentaba ya carácter de irreversible.

Trascendió de la nota, sostenido por la misma involucrada, que el documento que le entregaba al titular en ese momento había sido signado desde el día 27 de septiembre, o sea por lo menos una semana antes de que fuera dada a conocer al gran público, que somos nosotros. Más adelante, el propio Obrador destiló el dato de que no era un hecho imprevisto o producto de un arranque intempestivo, sino que era asunto que discutían y dialogaban ambos desde el pasado mes de julio. O sea pues, lo estuvieron cocinando bien y nos lo obsequiaron cuando ambos lo consideraron pertinente.

La distancia en la postura de ambas mujeres aquí traídas a colación permite valorar ciertas actitudes fundamentales con las que tenemos que lidiar. Poco a poco nos acostumbramos a la aparición violenta de las marchas feministas, por ejemplo, que sorprenden a tirios y a troyanos con sus explosiones de ira, derivadas en destrozos a las cosas. Si hay en ello o no delitos por perseguir es asunto que deben ventilar las instancias jurídicas pertinentes. Pero el gran público se va acostumbrando de a poco con estas maneras irascibles de actuar y casi las asocia como ensambladas de sí y por sí.

La calidad política mostrada por doña Tatiana desmiente estas explosiones de ira no contenida que nos viene por los cauces desbordados de la violencia a que hacemos alusión. Dice un refrán más o menos machista que lo cortés no quita lo cuauhtémoc’. Llevándolo al campo de las distinciones de género, habría que decir que ‘lo llorona no quita lo malinche’, aunque no doy por seguro de haber logrado el símil. Pero por ahí iría.

Tendríamos que traer a remojo, ya que hablamos de estas conductas mujeriles en el árido campo de la grilla, que tanto doña Lily como doña Tatiana fueron invitadas directamente por Obrador a su equipo de trabajo político más cercano y que ambas provienen de un espacio común que es el panismo. Tildar entonces a todos los panistas con los lúgubres tintes con que los embija doña Lily en sus intervenciones públicas sería tan disparatado como concederles también a todos el nivel de civilidad, de calidad humana y de oficio que mostró doña Tatiana. Entre los panistas, como entre los priístas y los morenistas, hay ejemplares de una y de otra laya y a todos ellos los tenemos que ajustar y lidiar. Como nos salgan. No nos queda de otra.

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