Era una voz popular calificar con la figura de ‘triste calavera’ a una persona, equipo o situación para la que no se percibiera futuro positivo. Pero no sólo como pronóstico. También era juicio sumario para diagnóstico de un presente ausente de trazos amables o esperanzadores. A como se nos reflejó la situación en el estado esta semana, no nos queda sino pintarla con estos pinceles pesimistas. Y si no se cree válida esta inferencia, vayamos a los datos concretos, para que ilustren nuestra desilusión. calaveras
Se presentó primero, el mismo domingo pasado, la visita que realizó el presidente Obrador al ríspido escenario de Temacapulín. Desde hace ya unas dos décadas han sobrevivido los habitantes de tres poblados afectados (Temacapulín, Acasico y Palmarejo) con el dogal puesto en el buche. La construcción de la presa del Zapotillo les inundaría sus viviendas y perderían su patrimonio. Es un problema añejo. Pasaban administraciones estatales y federales y el lío seguía irresoluto.
Ocurrió en varias ocasiones, lo que no es una novedad, que los candidatos a la gubernatura cogían la bandera del conflicto para enarbolar la promesa de su solución, a favor de los pobladores por supuesto. Eso implicaba que la cortina a construirse no resultaría tan alta como para que inundara a dichas poblaciones. Pero en cuanto llegaban a la silla, como suele ser típico de los políticos en campaña, se olvidaban de su promesa y le daban luz verde a la obra sin cambio sustancial alguno. Es decir que los poblados afectados desaparecerían del mapa. Y paremos de contar. No es anecdotario especial. Los personajes de la grilla se rigen por el axioma de que el prometer no empobrece, el dar es lo que aniquila.
Pues por fin cogió Obrador el toro por los cuernos. Vino al escenario mismo del conflicto. Se entrevistó con los posibles afectados, quienes los recibieron con fanfarrias y flores. Y finalmente llegaron a un acuerdo. La obra de la presa se hará, pero se respetará la integridad de los poblados en resistencia. No podían éstos acudir a ninguna otra figura política sino a la de la resistencia. El presidente del ejecutivo nacional les escuchó, les palmeó la espalda a los alebrestados y les concedió la razón. Es pues un triunfo esperado de una lucha local. Y había que festejarlo como se merece.
Pero hubo un negrito en el arroz. La presencia medio obtusa o desangelada del gobernador Enrique Alfaro en el acto. Hay quienes afirman que no fue invitado. Puede ser dato falso. Sería una descortesía política y una violación a los protocolos elementales de manejo político eso de ignorar o de hacer a un lado al gobernador local. Tenía que estar presente y estuvo. Sólo que su presencia no concitó la algarabía y el rebato de los pobladores en resistencia, pues éstos ya habían tenido serias fricciones con él, debido precisamente a su actitud voluble y cambiante en las propuestas de solución de este viejo conflicto. Fue notorio el desfonde que le provocó al señor Alfaro que Obrador haya signado con los pobladores el finiquito del conflicto y el acuerdo para que la obra sea concluida atendiendo el reclamo de éstos.
En una foto que circuló ampliamente sobre el evento, se ve al señor Alfaro atropellado, doblegado, desangelado. Hasta se quitó del cuello el ramillete que le habían colgado como atuendo, por ser pues autoridad. No figuró en la solución. Por ello se puede decir de él, de su figura, de su actitud, que es triste su calavera. Vino a ser el extremo opuesto del jolgorio que desató el que los pobladores empecinados del lío Temaca se hayan salido con la suya. Como que Alfaro andaba jugando las cartas del otro equipo. Así pintó.
Ya a media semana, los muchachos de la UdeG terminaron de juntar sus fichas. Recopilaron el montón de firmas dizque de protesta, que rejuntaron del público, pues invitaron a medio mundo a firmar una inconformidad sobre la disputa de 140 millones de pesos del presupuesto universitario y salieron a la calle ya con otra bandera definida en contra del actuar del gobernador. O sea que le llovió a Alfaro en su milpita.
Por un lado, estos rijosos leones negros, a los que hay que tocarlos de lejecitos, hablan de una primera caminata por la autonomía, la educación y la salud. O sea que el bueno de Alfaro les dotó de una bandera para que realicen sus movilizaciones de acarreados, para lo que se pintan solos. No podían salir a la calle de manera ruidosa y multitudinaria, porque no había clases presenciales debido a la pandemia. Pero también porque no tenían un buen pretexto para armar camorra, como acostumbran hacerlo. Pues ahora se les juntaron las dos coyunturas y ahí los tenemos de nuevo en la calle. Con esta ruidología hay que decir que es triste nuestra calavera, la de todos los tapatíos, no sólo la de Alfaro.
Según lo reporta el diario Mural de hace dos días, los jeques de la UdeG ya elevaron ante la Corte su pleito con Alfaro. Se trata de la controversia 135/2021. La corte la turnó a una instructora, cuyo nombre aún no se ha dado a conocer, ni tampoco se ha notificado si se admite o se desecha el recurso. Pero de que está entablado el pleito ni a qué dudarlo. Para los días que siguen habrá nutridos desfiles de calaveras y desfiguros, y los veremos. Cuando les llegan a lo tiernito a los de la UdeG, que siempre tiene que ver con el dinero, corre sangre. ¿O será que estamos por volver a la normalidad?