“Él ganó porque hubo fraude”, espetó Donald Trump el 15 de noviembre pasado través de su cuenta de Twitter, refiriéndose al demócrata Joe Bien. Fue la primera vez desde la jornada electoral del 3 de noviembre que el magnate devenido 45° presidente de los Estados Unidos se aproximaba a la posibilidad de aceptar haber sido efectivamente
derrotado en su intento de reelección.
Con 79.8 millones de votos populares, Joseph Robinette Biden Jr., se coloca como el candidato presidencial más votado en la historial electoral estadounidense dejando atrás a Barack Obama quien ocupaba dicha distinción con 10 millones de votos menos. Debemos sin embargo, notar que si bien la votación pro-Biden fue copiosa, también lo fue para el todavía presidente Trump con 73.7 millones de votos lo que en los hechos lo convierte en el segundo candidato más votado de la historia, relegando al demócrata Barack Obama al tercer puesto.
Dos semanas después de la elección y con una proyección de más de 300 votos electorales para Joe Biden, Trump se negaba todavía a conceder la victoria a la dupla Biden-Harris. Varios factores contribuyeron a esta negativa, entre ellos que la victoria de Biden sobre Trump en diversos estados se ciñe a márgenes de decenas de miles de votos de diferencia y esto en una tradición electoral en la que no existe una autoridad electoral a manera de instituto que organice la logística electoral y cuente los votos, dio vía libre a los alegatos de fraude por parte de Trump, quien inmediatamente activó a su equipo legal encabezado por el ex alcalde neoyorquino Rudy Giuliani para desafiar los resultados electorales en diferentes estados. Decenas de las demandas interpuestas por el equipo Trump han sido ya rechazadas por jueces de diversas instancias y aún así Trump se seguía mostrando reacio a aceptar su derrota.
Sistemáticamente Trump se ha negado a pronunciar el famoso “discurso de concesión” en el que, según la usanza desde 1952, el candidato que se queda atrás en los resultados que los medios de comunicación – ojo los medios de comunicación y reitero no un instituto electoral porque no existe- van presentando por estado, reconociendo así la victoria del oponente la misma noche de la elección. Esto no sucedió ni la noche de la elección ni ha sucedido en los más de veinte días posteriores al ejercicio electoral.
Quien dio por bueno y concedió de facto el triunfo Biden-Harris, obligando a Trump a declarar el lunes pasado (23 de noviembre) que facilitaría la transición entre su equipo y el de Biden, fue en realidad, Emily Murphy titular de la GSA o Administración General de Servicios del gobierno estadunidense, encargada del adecuado funcionamiento de las agencias federales estadunidenses, con un presupuesto operativo y de adquisiciones de decenas de miles de millones de dólares anuales y gerencista de más 8 mil edificios que del gobierno federal, quien orilló al mandatario a realizar esas declaraciones luego de que enviara una carta al demócrata Joe Biden el pasado lunes donde expresó: “Me tomo este papel en serio y, debido a los acontecimientos recientes que han implicado retos legales y
certificaciones de los resultados de las elecciones, le transmito esta carta hoy para hacer que esos recursos y servicios estén disponibles para usted”.
En la carta filtrada el mismo día 23, la administradora general comunica a Biden cuánto dinero está disponible para establecer el proceso de transición y le dice “he determinado que usted probablemente pudiera acceder a recursos post-electorales” al tiempo que menciona que esperará a que concluyan los procesos marcados en la Constitución para tener un ganador. Con esto, Murphy alude entonces a que esperará a que convenga el Colegio Electoral el próximo lunes 14 de diciembre para que los compromisarios electos en cada estado emitan efectivamente su voto por cada candidato. Como lo marca la ley esto debe ocurrir el primer lunes siguiente al segundo miércoles de diciembre del año electoral, lo que para este caso se traduce en el lunes 14 de diciembre de 2020. Dichos electores pueden mantener su compromiso de votar por el candidato que declararon previamente o en sentido estricto, es posible aunque improbable, pueden cambiar la dirección de su voto. Posteriormente, deberán ser las dos cámaras del Congreso de EEUU las que cuenten y verifican ahora sí oficialmente los resultados definitivos de la elección para la primera semana de enero.
Parece entonces que Trump alberga aún la esperanza de beneficiarse de algunos eventuales votos transfuga para disminuir la ventaja de Biden en los votos electorales que han sido pronosticados en los medios de comunicación. Además, es justo así como estaría esperando que sus intentos de judicialización electoral se tradujeran en una
alteración de la dirección de los votos electorales y/o en una reducción de las diferencias en el voto popular por estado para poder alegar que los resultados son controvertidos y quizás aún aspirar, en un caso extremo, a demandar la intervención de la Suprema Corte de Justicia. Esto explica porqué al estilo de la política del Twitter, Trump escribiera el mismo día de la filtración de la carta: “quiero agradecer a Emily Murphy de la GSA por su
firme dedicación y lealtad a nuestro país. Ha sido acosada, amenazada y objeto de abusos -y no quiero ver que esto le pasa a ella, su familia o a empleados de GSA”, aludiendo a presiones y amenazas que reveló la propia Murphy esta semana han tenido lugar contra ella, su familia e incluso sus mascotas, para después sentenciar en el mismo tuit “nuestro caso [judicial] continúa FUERTEMENTE, seguiremos la buena lucha y creo que prevaleceremos”.
Conceder del latín concedĕre, implica dar, otorgar, hacer merced y gracia de algo en este caso de la victoria electoral del 2020 a Biden y eso es algo que Trump sigue sin hacer ni con un tuit ni con un discurso de concesión de tradicional usanza. Quien concedió en los hechos – aunque aún con cautela – fue Emily Murphy arropada por el establishment estadunidense, la elocuente estabilidad de Wall Street en los días posteriores a la elección y por tanto el delicado pero vaho del llamado Estado profundo norteamericano.
¿Y Trump? Trump se aferra todavía a poner el mundo de cabeza en los días que quedan de aquí al 20 de enero del 2021.
Twitter: @tzinr