Viernes 25 de nov.- La llamada megamarcha (ahora todo es “mega”, lo sea o no) por los recortes al presupuesto de la Universidad de Guadalajara -entiéndase bien: es una disminución de recursos para los caprichos y negocios sin transparencia -como la FIL y el Auditorio Telmex, entre otros- de Raúl Padilla López- y un capítulo más de viejos desencuentros entre el cacique universitario y el gobernador Enrique Alfaro Ramírez que vienen desde que el padre de éste, Enrique Alfaro Anguiano, siendo rector se enfrentó fuerte con aquél, también expresidente de la FEG.
Los acercamientos y alejamientos entre Alfaro hijo y Padilla López, empezaron a sobresalir cuando el primero fue presidente municipal de Tlajomulco; aumentaron los encuentros y desencuentros ya como alcalde tapatío y luego como ejecutivo estatal de acuerdo con los intereses político-económicos y el ego de cada cual.
Ahora, con motivo del recorte presupuestal el afectado y damnificado directo, es el exrector Padilla, presidente perpetuo de las oscuras empresas universitarias quien, en apariencia, al menos hasta ahora, ya no podrá manejar a su antojo los recursos públicos que le entreguen a la UdeG los gobiernos federal y estatal (a partes casi iguales por uno y otro) la pugna entre ambos personajes se ahondó desde el momento en que algunos de los instrumentos de Raúl, acusaron, no sin razón, al gobernador de manipular a su antojo al Congreso del Estado para a disminución del presupuesto, independientemente de que también lo señalaron de operar un boicot del transporte público para disminuir la asistencia a la manifestación de inconformidad.
En fin, tan malo el pinto como el colorado.
Tras ello, vinieron los reales o supuestos conteos de asistentes. La Universidad de Guadalajara sostuvo que fueron 145 mil personas; Protección Civil minimizó y aseguró que únicamente se presentaron 38 mil gentes que, por cierto, fueron encabezadas por el propio Padilla López y el rector Ricardo Villanueva.
Con todo lo autoritario que es el gobernador, intolerante a la crítica, de piel muy delgada, respondón y hasta beligerante con los medios y todos cuanto le cuestionen, el pleito de Alfaro no es con la máxima casa de estudios en sí como lo pretenden hacer creer de Padilla y el rector hacia abajo. El encono en verdad, con todos sus vaivenes, e incluso defectos y debilidades del mandatario, es en contra del cacicazgo padillista quien, como se sabe, se apropió de la UdeG desde hace más de 33 años, cuando en abril de 1989, asumió la rectoría, convirtiéndose luego en el poder indiscutible tras el trono con todos los privilegios que éste le ha brindado como el de poner y quitar rectores y hacer uso indiscriminado de recursos públicos con el pretexto de la educación superior, la “cultura” e, incluso, a operación del Hospital Civil, ¡y el dolor humano!, que suman centenas y miles de millones de pesos anualmente.
La disputa reciente entre Alfaro-Padilla en su última edición, proviene desde que el año pasado cuando aquél le negó la entrega de 140 millones de pesos para concluir el nada prioritario Museo de Ciencias Ambientales y determinó destinar tales recursos para el Hospital General de Tonalá.
Fue entonces que alumnos, maestros y el rector mismo iniciaron un peregrinar constante a la Casa Jalisco para demandar tal financiamiento que iría directo al tótem del Grupo Universitario conocido como El Licenciado.
El rector Villanueva Lomelí, arguye que si no le entregan completo el presupuesto, al que le faltan mil 162 millones de pesos para completar los poco más de 14 mil millones de pesos, 60 mil aspirantes no podrán ingresar a la universidad pública, no obstante que el rechazo de decenas de miles de estudiantes se da prácticamente desde que el susodicho se apropió de la UdeG y buen número de los rechazados van a dar a universidades privadas que surgieron bajo su cobijo o controladas por gente afín al padillato.
Entretanto, la Universidad difundió la información de que el mismo Alfaro Ramírez convoca y hasta presiona a partidiarios y, sobre todo a burócratas para que asistan a una movilización en contra de la Feria Internacional del Libro (FIL) que se inaugura este sábado 26 de noviembre.
Por lo pronto, el partido del gobernador, el naranja, difunde hoy en algunos medios impresos, en particular afines al gobernador y tal vez hasta subsidiados, sendos desplegados que claman “Por una FIL libre” y dice, entre otras cosas: “Llegó el momento de impedir que este evento se manche por la ambición de un cacique y sus secuaces” y juzga que quieren “normalizar el secuestro político de nuestras instituciones académicas y culturales por parte de una camarilla que desde hace décadas ensucia la vida pública de Jalisco”.
En suma, que nadie se llame sorprendido por lo que está en juego en esta pelea de autosuficiencias, arrogancias y hasta soberbias de ambos personajes y que AMLO ve con algún beneplácito, ahora que hay cierta reconciliación con Alfaro -quién sabe por cuánto tiempo-, para que termine el cacicazgo en la segunda universidad más grande del país.