Un 1 de mayo sin trabajadores, pero en resistencia

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Román Munguía Huato         trabajadores

 

Este Día Internacional de los Trabajadores será muy especial, pues históricamente quizá sea el primero en que los contingentes proletarios no hagan acto de presencia en las calles de las ciudades de todo el mundo. Las calles desoladas de marchas obreras y empleados asalariados, cuyas enérgicas protestas no resonarán con su eco libertario. Pero esta ausencia involuntaria no significa que no sigan existiendo sus demandas centrales, en México, como el aumento salarial, libertades democráticas sindicales y, por tanto, el rechazo al charrismo sindical, contra los despidos arbitrarios patronales, la anulación del outsourcing ilegal, exigencia de prestaciones sociales justas, y el pago del salario integral y completo en estos tiempos del covid19. La resistencia proletaria contra las políticas  neoliberales capitalistas continúa en todo el mundo. El año pasado ya vimos muchas protestas obreras sindicales y populares en muchas ciudades del planeta por reivindicaciones de jubilaciones y pensiones justas y contra el alza del costo de los servicios públicos, entre otras demandas. Es la lucha permanente por un trabajo digno.

Actualmente se entrecruzan tres grandes crisis: la económica, la degradación ambiental (el calentamiento planetario) y la crisis sanitaria del covid19. Todas ellas son manifestación de una profunda crisis civilizatoria; una profunda crisis humanitaria cuyas graves consecuencias sociales a mediano plazo no las alcanzamos a percibir claramente, pero sin duda pueden tener proporciones apocalípticas. Es muy difícil predecir cuáles males sociales se agudizarán más en un futuro inmediato, pero si podemos afirmar que, en su conjunto, continuarán como ejemplo de la barbarie social resultado de una profunda degradación y descomposición societal mientras no haya procesos de cambio notables que apunten a una reorientación radical de la economía, de la política y de la cultura. Este mundo no puede soportar más la forma capitalista de (des)organización social, y si hubiese posibilidades reales de transformación, estás tendrían que venir en gran medida de los propios trabajadores; no únicamente de ellos, pero si de su capacidad autogestionaria libertaria democrática mostrada históricamente, aunque fallida todavía por el enorme poder del capital que domina ampliamente a la sociedad entera pero que no es eterno. “Nada volverá a ser igual”, dicen muchos. Habrá grandes cambios, sin duda, pero a menos que sean impulsados desde abajo por las acciones de la gran mayoría, es más probable que sean del tipo gatopardista: “hay que cambiar algo para que nada cambie”. La sociedad esta muy enferma y necesita una cura radical.

Una profunda crisis económica del capital, agravada en estos tiempos por la calamidad pandémica del covid19, no se había presentado con mayor fuerza desde la lejana tercera década del siglo pasado; el llamado Crac del 29 (La Gran Depresión), originado en Wall Street, pero el impacto mundial ahora inició en Wuhan, China ¿Quién había visto las calles y las grandes avenidas desérticas de las enormes ciudades del mundo entero? El colapso es visible y era inimaginable a principios de este año.

Como siempre, los más afectados en sus condiciones de vida por las crisis económicas son los trabajadores. El desempleo masivo y los salarios miserables para la mayoría proletaria están presentes en cada caída económica del capital. Esta vez no es la excepción, pero es mucho peor. Junto con la crisis pandémica, la económica está causando estragos por todo el mundo; empezando por la potencia económica imperialista estadounidense. En sólo cinco semanas, más de 26 millones de trabajadores del sector formal han solicitado beneficios de desempleo, nivel sin precedente desde la Gran Depresión.

La Organización Mundial del Trabajo (OIT) dice –en su informe El COVID-19 y el mundo del trabajo– que la pérdida de empleo se dispara, y casi la mitad de la población activa mundial podría llegar a perder los medios de vida. En el mercado laboral revela su efecto devastador en los trabajadores de la economía informal y en cientos de millones de empresas en todo el mundo. La OIT también advirtió que mil 600 millones de trabajadores de la economía informal, es decir, casi la mitad de la población activa mundial, corre peligro inminente de ver desaparecer sus fuentes de sustento a causa del brote de covid-19.

Pero la crisis impacta desigualmente a los países del mundo, pues no es lo mismo la pérdida de empleo formal con salario nominal y seguridad social que la pérdida de ingresos de quienes viven del ambulantaje o del comercio minorista. En México, la Población Económicamente Activa (PEA), mayores de 15 años con algún tipo de empleo, disponible para producir bienes y servicios durante el primer trimestre de 2019 fue de 59 millones. La población ocupada con relación al sector económico en el que labora, un 12.2 por ciento corresponde al sector primario –agricultura, ganadería, silvicultura, caza y pesca; un 25.2 en el sector secundario –industria extractiva y de la electricidad, industria manufacturera y construcción; un 62 por ciento se desempeña en el sector terciario –comercio, restaurantes y servicios de alojamiento, transportes, comunicaciones, correo y almacenamiento, servicios profesionales, financieros y corporativos, servicios sociales, servicios diversos y otros. La crisis económica y la pandémica golpean principalmente a los trabajadores del sector secundario y a los del terciario. De por sí el trabajo precario es una verdadero mal social en nuestro país y en estos tiempos virulentos se acrecienta incontenible.

El caos social continúa omnipresente. Pero, al margen de la crisis sanitaria misma y más allá de la barbarie social como la hiperviolencia social, en sus múltiples expresiones criminales y delictivas, al igual que las agresiones brutales contra el personal médico, el creciente malestar social por el obligado distanciamiento físico y sus daños colaterales como el estrés y la violencia intrafamiliar, la especulación con productos de primera necesidad, los atropellos autoritarios de multas, sanciones y encarcelamientos a quienes osan transgredir las medidas “preventivas”, la represión gubernamental a los migrantes extranjeros en este país y aislamiento a enfermos del covid19, la prepotencia empresarial mediática contra las disposiciones preventivas gubernamentales, etcétera, estamos presenciando una violación flagrante a los derechos humanos laborales. Por ejemplo, despidos masivos autoritarios e ilegales de trabajadores; reducción salarial a la mitad, pérdida de prestaciones sociales, vacaciones forzadas sin sueldo, robo de fondos de ahorro, reducción de comisión por venta, trabajadores contagiados del virus laborando y muertos, negación del reparto de utilidades, imposición de contratos diarios para correrlos impunemente, etcétera.

Hay gobiernos muy autoritarios con los ciudadanos por no usar cubrebocas, como el de Jalisco, pero son muy  tolerantes y complacientes con los  dueños de  las grandes maquiladoras cuyas actividades no son esenciales en estos tiempos. Y son esas maquiladoras las que se convierten en verdaderos focos rojos contaminantes para los trabajadores. Un reporte de Ignacio Pérez Vega (La Crónica de Hoy, 2020/04/07), informa: Hay algunas empresas maquiladoras ubicadas en el Área Metropolitana de Guadalajara que sin estar clasificadas en los giros esenciales, mantienen su actividad laboral, entre las que se encuentran Sanmina y Jabil. Existen otras empresas que enviaron a sus casas a los trabajadores y les redujeron el sueldo o lo hicieron a cambio de sus días de vacaciones, es el caso de la empresa Continental, denunció Amapola López, vocera de la Coalición de Ex Trabajadores de la Industria Electrónica Nacional (CETIEN). En Jalisco, las maquiladoras emplean a más de 130 mil trabajadores, la mayoría son mujeres, quienes en estos momentos también se quejan de que durante el horario de comida, no se guarda la “sana distancia”… A las empleadas que se atreven a inconformarse, sus superiores las amenazan y les advierten que si no están de acuerdo, que dejen su trabajo…

En el norte del país la cifra de muertos de empleados de maquilas se incrementó a 17. Para muchos empresarios, como Ricardo Salinas Pliego –muy amigo y protegido de Andrés Manuel López Obrador–, primero está el dinero y después la vida. Un trabajador del Grupo Salinas murió por el covid19. Trabajaba en el área de cobranza de un call center de Elektra. Aquí laboran varias filiales de Grupo Salinas que funcionan por medio de outsourcing y evitan pagar impuestos haciendo firmar a sus trabajadores hasta tres contratos. El gobierno de AMLO exhibió a Coppel, Andrea, Carnival y Bolim, entre las empresas que no han acatado la cuarentena, pero omitió a las de Salinas Pliego. Así las cosas en la 4T neoliberal.

El mundo del trabajo sufre el despotismo patronal. El capital se ensaña en tiempos virulentos con la fuerza laborante y los gobiernos respaldan a los grandes capitales pero a las masas proletarias les dan migajas. No obstante, ante a ello hay signos de solidaridad humanitaria. Se está reconociendo socialmente el valor de los trabajadores de la salud pública y de otros oficios imprescindibles. La posibilidad de un mundo mejor es la lucha por la dignidad humana. “La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”, es la consigna de todo primero de mayo.

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