Un día sin nosotras: las claves del paro

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Hondonadas, lo mismo de apoyo que de desprecio al llamado a las mujeres mexicanas a un paro de labores el próximo 9 de marzo, se han hecho presentes en las redes sociales. En los intercambios mediáticos, atendemos por un lado a una válvula de escape para la tristeza colectiva por las violencias de género en nuestro país y a una puntual canalización de las exigencias de un alto a la pasividad social y a los bloqueos institucionales (de entes públicos y privados) ante la ignominia; por el otro, vemos cuantiosas vociferaciones que en forma de burla, indiferencia, condena procaz o instrumentalización política buscan borrar, invalidar y hasta condenar las demandas detrás de esta ola morada de mujeres diversas un día sin nosotras

Erramos como ciudadanos y ciudadanas cuando pensamos la realidad colectiva a partir de una afortunada experiencia individual y negamos nuestra mirada y nuestra escucha a quienes nos dicen que debemos prestar atención a una realidad social ajada.

El paro del 9M busca congelar, aunque sea por unos instantes, la película de normalidad que nos hemos contado para irrumpir en escena con un baldazo de agua fría. Vivir en el silencio ahogado no es vivir en paz.  ¿Por qué paramos las mujeres? ¿Por qué marchamos? ¿Por qué escribimos? ¿Por qué hablamos? ¿Por qué las miradas parcas y los ojos tristes? ¿Por qué el entrecejo en rabia? ¿Por qué vestimos nuestras escuelas y calles de morado?

Porque en 10 años este país ha visto más de 23 mil 800 feminicidios, porque asesinan brutalmente a 10 mujeres al día después de un continuum de violencias psicológicas, verbales, físicas, simbólicas, institucionales, porque de los 8 a los 12 años es cuando las niñas de este país son víctimas de su primera agresión, porque somos el país con la peor brecha salarial de América Latina,  porque no hay sanciones efectivas ni para los casos de acoso, ni para los culpables de violación y para los asesinos de mujeres y niñas. Porque 46 millones de mujeres de 15 años o más en este país han enfrentado algún tipo de violencia en sus vidas, porque el 43% de los agresores son nuestras parejas, porque 48 mil mujeres sufrieron una violación sexual en 2019. Porque los feminicidios de niñas y adolescentes aumentaron un 13 por ciento. Porque cuando buscamos protección en fiscalías, centros de justicia o institutos, una parte de la respuesta es, “podemos sacarte una orden de restricción, pero nadie asegura que realmente no se te pueda acercar o que mande a alguien”. Porque la indolencia y la desprotección, son lacerantes. Paramos, porque somos ciudadanas y merecemos caminar libres, merecemos mundos laborales, familiares y urbanos seguros y que nos permitan desarrollarnos. Paramos el 9 de marzo, las que podemos porque hay tantas que no pueden o tantas que ya no están.

¿Qué se necesita para que hombres y mujeres en este país entendamos que el ensañamiento con el que tratamos a las mujeres a lo largo de su vida nos corroe en lo más profundo como sociedad?

Corre el año 2020 y todavía nos preguntamos si necesitamos realmente reevaluar nuestros discursos culturales, ¿por qué? A caso, ¿es tan difícil entender que para que las mujeres sean asesinadas, primero tienen que ser construidas discursivamente como asesinables, como diría Judith Butler? ¿Es tan difícil entender que necesitamos una categoría penal y sociológica aparte para comprender el fenómeno del feminicidio como un crimen de odio que implica el asesinato de una mujer con el ensañamiento más extremo de la mutilación, las quemaduras, las fracturas y las puñaladas en decenas? ¿Es tan difícil entender que los movimientos sociales por los derechos de las mujeres no son monolíticos y que tienen siglos con nosotras? ¿Por qué no queremos ver que detrás de la desesperación en las calles y los espacios laborales, educativos y familiares hay un hilo conductor de acción colectiva orgánica y contagiada de satisfacción al saber que ya no se debe fingir respeto a un sistema que lastima?

Comprendamos o no, el 9M todavía no llega y ya nos está brindando una necesaria sacudida. Cambiará el país a partir del martes 10, es la pregunta errada. Al final, debemos tener la certeza de que cambiará la historia, como ha ido cambiando desde aquellas primeras pancartas moradas de las abuelas de nuestras abuelas.

Tzitzi Ramírez, directora del Departamento Regional de Relaciones Internacionales del Tecnológico de Monterrey Campus Guadalajara. Twitter:@tzinr

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