Una habitación propia de Virginia Woolf

Josefina Reyes Quintanar

Imaginemos que Shakespeare tiene una hermana que se llama Judith, ella tiene el mismo talento para escribir, las mismas ganas de descubrir el mundo y la misma imaginación para crear; pero para su mala suerte nació mujer a principios del siglo XVII. William puede abrir los libros que se le antojen, educarse y salir de casa. Judith debe quedarse en el hogar, realizando tareas propias de su sexo y esperar a que su padre la case con algún prospecto. Al llegar el momento, su padre la obliga a desposarse, ella se niega, le ponen una paliza para imponerle el mandato. Al final, Judith se suicida terminando con su posible genialidad y de William ya conocemos su historia.

Lo anterior es una de las secciones del ensayo “Una habitación propia” de Virginia Woolf, uno de los ensayos feministas más importante de la historia en la emancipación de la mujer. Publicado por primera vez en 1929, es el resultado de una serie de conferencias que Virginia desarrolló para dos colegios de mujeres en la Universidad de Cambridge un año antes. Le solicitaron hablara de la condición femenina en la literatura. En este ensayo, Woolf estudia si las mujeres eran capaces de crear y tienen las condiciones necesarias para erigir obras a la altura de William Shakespeare. No hace falta ahondar en el estilo de vida de la mujer en el siglo XX. Antes que nada, se era esposa, hija, madre y no se contaba con un trabajo o ingreso propio (de ahí el título de la obra). En el momento en que Virginia escribió esta obra, sólo hacía nueve años que las mujeres habían accedido al voto en Reino Unido.

Nacida en 1882, Virginia Woolf nació en una familia de intelectuales en Inglaterra. Tuvo a su alcance una enorme biblioteca y seguido visitaban su hogar personajes literarios de la época. Fue una destacada escritora del movimiento vanguardista anglosajón durante el periodo de entreguerras. Sin embargo, debido al machismo imperante, a las críticas por su falta de universalidad en sus obras y la visión lésbica de muchos de sus escritos, fue olvidado su acervo literario después de su suicidio en 1941. Fue hasta los años 70´s que el movimiento feminista rescató su obra y la volvió un referente. Woolf fue una feminista adelantada a su tiempo. Cabe mencionar que Virginia nunca fue a la escuela.

Aunque hoy en día hay un sinfín de escritoras y mujeres dueñas de su vida, las desigualdades persisten. Saliendo de nuestro entorno, la ONU nos habla de cerca de 960 millones de personas que no saben leer. Dos terceras partes de estas personas son mujeres, en continentes como África y Asia occidental la situación laboral de las mujeres no ha avanzado desde 1990. En trata de blancas cerca del 70% es de niñas y mujeres. Según la Organización Mundial de la Salud 150 millones de niñas menores de 18 años sufrieron, en 2002, relaciones sexuales forzadas y otras formas de violencia física y sexual. Sólo por nombrar algunas cifras.

Para que una mujer pueda triunfar necesita una habitación propia y al menos 500 libras año. No dependencia, se requiere libertad absoluta. Libertad de pensamiento, de poder decir lo que en verdad le plazca, un espacio para ser tú misma. Libertad del tiempo propio, tiempo libre, para cultivarse, para leer a los grandes escritores y sobre todo tiempo para escribir (una típica mujer se le pasa vida cuidando de la familia, cocinando, limpiando la casa, en fin, cuidando del hogar, sin un minuto para hacer lo que le plazca). Si las mujeres no escriben, son los hombres quienes acaparan los espacios literarios, son los hombres quienes describen la historia, los hombres son quienes cuentan los hechos. Los hombres son quienes describen a la mujer (¿Dónde queda la visión femenina?).  Estas son en resumen, algunas de las conclusiones que Virginia Woolf nos comparte.