Universidad de Guadalajara: un informe de triunfalismos vanos

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Román Munguía Huato                        universidad de guadalajara

 

Concluyendo el mes de junio, Ricardo Villanueva Lomelí, rector general de la Universidad de Guadalajara (UdeG), presentó su segundo informe de actividades: nada nuevo en el horizonte de esta institución “pública” educativa superior. El entrecomillado obedece a la condición contradictoria de una institución que recibe fondos públicos, es decir, de toda la sociedad, pero que políticamente se administra como si fuera una entidad particular cuyos beneficios económicos van directamente a la caja privada del exrector Raúl Padilla López (RPL), quien detenta unipersonal el verdadero poder político de la institución en forma de cacicazgo.

Desde luego, no tendría porque haber beneficios económicos dentro de una institución educativa “púbica” pero el manejo administrativo corrupto se presta a la extracción de ganancias personales y un poco compartidas con un séquito cortesano formado por la alta burocracia universitaria.

Después de su rectorado durante 1989–1995 RPL ha venido imponiendo sucesivamente a todos los rectores, incluyendo al actual, de tal manera que los rectores generales desde entonces han venido fungiendo más bien como gerentes principales de la administración universitaria. Tiene mangoneando caciquilmente a la UdeG durante 32 años; una cantidad de tiempo mayor a la del dictador Porfirio Díaz (31 años). El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) prometió acabar con los cacicazgos universitarios pero todo ha quedado en promesas demagógicas, y una prueba de ello fue la aprobación hace meses de la Ley General de Educación Superior de corte neoliberal la cual deja intactos los grupos de poder universitarios.

Los informes de los rectores generales parecen ser destinados al Licenciado RPL. Se trata de presentar buenas cuentas como administradores y congraciarse con el mandamás político. Lo demás es lo de menos, pues la cuestión académica (docencia e investigación) es lo menos importante como objetivo esencial institucional. Por eso podemos afirmar que la calidad académica entró en un tobogán por lo menos desde hace tres décadas. Claro que hay que aparentar muy bien que lo académico es lo importante pero cuando las decisiones políticas –por ejemplo en los nombramientos de los cargos principales– prevalecen sobre las tareas sustantivas universitarias, entonces nos damos cuenta de que en esta universidad ninguna hoja del árbol se mueve sin la voluntad del cacique. Debemos reconocer que hay aspectos progresivos en la academia, pero estos son resultado más del mérito de los propios profesores e investigadores que del apoyo institucional.

Villanueva Lomelí destacó en su informe que a pesar del recorte presupuestal de 2 mil 203 millones de pesos que ha sufrido la máxima casa de estudios a lo largo de 6 años, la matrícula se ha expandido con 54 mil 901 lugares más; pasó de tener 255 mil 944 estudiantes en 2015 a 310 mil 845 en 2021. Aseguró que su administración se ha enfocado en mejorar la infraestructura y equipamiento de las preparatorias y centros universitarios, bajo un esquema austero que priorice las necesidades de alumnos y docentes, según él. “Mientras para unos la prioridad era un transformador para no estudiar matemáticas a más de 40 grados, para las secretarias es importante tener una silla cómoda para atender a miles de estudiantes en jornadas de 8 horas y para el estudiante puede ser mejorar las canchas deportivas o tener lockers, que por cierto fue la propuesta más votada en el programa de prioridades”, dijo. Es plausible que en su Informe haya dado merecido reconocimiento a los universitarios que han participado y participan en la lucha en contra del Covid.

Por supuesto, en términos absolutos se ha venido incrementando la matrícula escolar, 110 mil estudiantes en los últimos 10 años, según las autoridades universitarias, pero días después del Informe el propio Villanueva Lomelí reconoció que, pese a las afectaciones presupuestarias, el promedio de ingreso no cambió: “Seguimos no admitiendo al 50 por ciento de los aspirantes (como hace 10 años)”. Actualmente suman 310 mil 845 estudiantes en todos los niveles. Aunque existe un Programa Universidad Incluyente, el hecho dramático es que, bajo un criterio neoliberal, la UdeG es excluyente con miles de jóvenes estudiantes. El grupo de poder de la institución en los últimos años se ha derechizado ideológica y políticamente más. Villanueva Lomelí es de filiación priista –y de extracción feuista (la Federación de Estudiantes Universitarios. FEU, es la corporación de control estudiantil)–,  y la alianza electoral de RPL con el candidato a la presidencia de la derecha pripanistaperredista, Ricardo Anaya, resultó un rotundo fracaso.

Cierto es que el presupuesto universitario no ha tenido un incremento en los últimos cinco años, pero la pregunta es: ¿que hacen las autoridades con un monto de 14 mil 379 millones 727 mil 926 pesos, aprobado para ejercer este año? ¡Claro!  Se despilfarra presupuesto millonario en el llamado Centro Cultural Universitario, una de las fuentes de enriquecimiento del cacique, y aquí cabe la pregunta por qué están proyectadas áreas residenciales en ese centro como negocio inmobiliario ¿La UdeG debe construir viviendas? También el negocio inmobiliario es buen negocio dentro del Corporativo de Empresas Universitarias, además del showbusiness… el mundo del espectáculo y de alfombra roja. La promoción cultural universitaria sigue siendo deficiente y precaria.

Está bien que los estudiantes pidan canchas deportivas y lockers, la propuesta más votada por ellos, pero es lamentable que no exijan mejores maestros, mejores instalaciones y equipos didácticos; también muy lamentable que no pidan   salarios dignos para sus profesores. Si se les pide a los estudiantes que voten por esas cosas, entonces porque no hay votaciones que incluyan el nombramiento de autoridades como los rectores de centros temáticos y la elección del propio rector general. Los profesores no pueden ni elegir a sus Jefes de Departamento. La democracia no existe en la universidad.

 

Está bien que se pidan incrementos al presupuesto universitario, tanto el proveniente del gobierno federal como del estatal, pero las autoridades nunca quieren incrementar sustancialmente los salarios miserables de la mayoría del personal académico que son profesores de asignatura. Los sueldos de la “burocracia dorada” son bastante elevados y los cargos principales llenos de privilegios y canonjías. Los salarios de los docentes son muy precarios y aquí entra el factor sindical en una universidad regida por un marcado control político corporativista y clientelar donde los sindicatos son de naturaleza patronal. El atraso político sindical, la ausencia democrática, viene de décadas atrás y esto también explica mucho del caciquismo reinante. Es casi nula la conciencia crítica democrática del personal académico, muy domesticado, al igual que en los estudiantes.

Ricardo Villanueva se dijo comprometido con la agenda de género femenino pero lo cierto es que le importa nada o casi nada los problemas relativos al acoso sexual. “Tal es el caso de una alumna del Centro Universitario de la Costa (CUCosta) en Puerto Vallarta, Jalisco quien el pasado 19 de marzo presentó una queja ante la Comisión de responsabilidades del mismo centro, por acoso, hostigamiento y abuso sexual en contra de un docente de la universidad. A la denuncia se unieron 20 alumnas más quienes; sin embargo, la única sanción impuesta por el centro universitario al docente señalado fué que deberá asistir a cursos de capacitación y sensibilización en materia de derechos humanos de la mujer y perspectiva de género.” Una burla a las estudiantes.

 

¡Rompan el pacto patriarcal universitario! Es la consigna de las alumnas de la UdeG exigiendo justicia. “Pese a la existencia de un Protocolo Universitario para Atender los Casos de Acoso y Hostigamiento y una Defensoría de los Derechos Universitarios, las quejas por hostigamiento, acoso y abuso sexual dentro de la Universidad de Guadalajara (UdeG) continúan impunes, pues estas no suelen resolverse de manera favorable para las víctimas.”

Mientras no exista democracia universitaria; mientras persista el caciquismo, seguirán los grandes y graves problemas universitarios. Al rector Villanueva le preguntaron qué le pediría a AMLO y respondió: “Al  Presidente Andrés Manuel López Obrador sólo le pediría que viniera a conocer a la UdeG. Le cambiaría totalmente su opinión. Va a querer replicarla en todo el país”.

Triste, patético y terrible sería el panorama universitario del país si se replicara el caciquismo de la UdeG: un desastre nacional. Sería un feudalismo educativo en manos de una casta burocrática de mafiosos corruptos solamente preocupados por sus propios intereses mezquinos ¿Hasta cuando?