Vialidades, ciclovías y transporte urbano tapatío

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Por supuesto que soy partidario del uso intensivo y extensivo de la bicicleta y, por ende, de las ciclovías. También soy partidario y usuario frecuente del transporte público urbano, para racionalizar la conducción del auto particular que reditúa en ahorro de combustible, menor contaminación y menor estrés, entre otros beneficios.

Por supuesto que fui ciclista durante mucho tiempo, como mandadero y cobrador del Nuevo París y luego por afición y ejercicio hasta que aumentaron exponencialmente los autos y el automovilista perdió todo respeto por el peatón y por quienes nos movíamos en bicicleta. Guadalajara se volvió jungla y se hizo imposible para los pedalistas. Era el fin del llamado, despectivamente, “pueblo bicicletero”.

Por esa razón, en general, son positivas las vías especiales para el ciclismo cotidiano porque brindan un tanto de seguridad a quienes las usan. Siempre y cuando estén en los lugares adecuados, de mucho uso, en buenas condiciones y bien señalizadas.

Al mismo tiempo se estableció el programa de renta de bicicletas MiBici que saturó de estaciones o ciclopuertos (274), para cerca de 2 mil 500 unidades, en algunos casos en calles muy estrechas por donde circulan o dan vuelta, por ejemplo, camiones urbanos.

Sin embargo, ocurre que el primer cuadro de la ciudad fue saturado de este tipo de vialidades, aparentemente sin la planeación adecuada –no obstante el Instituto Metropolitano de Planeación que dirige Mario Silva– y las clasificaron como preferentes, suprimieron muchos lugares de estacionamiento, incluso de vecinos de dichas zonas y las llenaron de pintura verde y blanca sin haber siquiera repavimentado o tapado los baches; y lo peor: sin que se vea su utilidad porque transcurren horas sin que una bicicleta pase por ahí.

Así fue que, con tino, se hizo una de las primeras y mejor planeadas ciclovías: la de Federalismo al borde de sus amplias banquetas.

Luego se desató un afán constructor de ciclovías por algunas de las principales calles y avenidas –como para que la gente viera, sintiera y dijera que “nuestras autoridades, los políticos, están trabajando duro”–, aunque no sean las obras en donde se necesitan y por los senderos más adecuados, como ya lo señalé antes.

Y ahí están, por ejemplo, las siguientes ciclovías: Circunvalación Washington, que se quedó con un carril menos por sentido y en su intersección con avenida Américas-Unión hace un cuello de botella para los automóviles que, de sentido norte-sur, se quieren incorporar a Mariano Otero y, en las horas pico, hay que esperar hasta tres veces el cambio de luces del semáforo, lo que antes no sucedía.

Según los especialistas sobre medio ambiente, entre más paradas y arranques haga un auto y entre más lento circule y tenga más atascos, tanto más contaminará, y contaminar está legalmente penado, además.

Aquí estamos haciendo muy poco sobre el particular por las “novedosas” formas que han inventado supuestamente para desalentar el uso del carro, cuando lo que tiene que hacerse es una reestructuración, pero a fondo, del transporte público.

Otros dos casos son los de Arcos y avenida de La Paz, que son ejes de circulación de camiones urbanos y de mucha circulación y desfogue de vehículos que vienen, en el segundo caso, desde las avenidas García Barragán y Revolución y del centro y se topa con los automotores estacionados a media calle. Y así hay otros casos.

Una pregunta que nos hacemos muchos es: ¿por qué no utilizar calles secundarias tanto de norte a sur como de oriente a poniente que tienen escasa circulación vehicular y pueden convertirse exclusivamente para bicicletas de ida y vuelta?

Además, ¿por qué no establecer vías especiales entre colonias, cercanas o distantes, y zonas de estudio o de trabajo por donde no existen siquiera servicios de transporte urbano si no es que te veas obligado a tomar dos o más rutas de camiones? ¿Por qué tienen que ser las grandes pero escasas avenidas de tránsito semirrápido?

Al paso que vamos, la únicas cuatro o cinco vías rápidas con que contamos en la zona metropolitana, como son Periférico, Macrolibramiento, Lázaro Cárdenas, carretera al Aeropuerto-Chapala y prolongación López Mateos, pueden sufrir el cercenamiento de un carril por lado para cederlo a las bicicletas.

Entonces sí, el caos total.

Junto a todo esto,  tenemos en la capital de Jalisco y sus cercanías un servicio público de transporte aún muy deficiente, y es ahí en donde la autoridad tienen que fijar su vista y poner manos a la obra, en lugar de hacer obras que hacen lucir a los funcionarios.

 

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