YO, CLAUDIO

Llegado a los últimos años de su vida y temeroso de caer asesinado víctima de una conspiración, el emperador Claudio (o “Clau-Clau-Claudio” o “Claudio el idiota”) decide consignar por escrito su larga y azarosa vida desde los días en que gobernaba su tío abuelo Augusto, a cuya sombra su esposa Livia movía los hilos del poder.

En esta novela inolvidable vemos desfilar delante de nosotros todo el esplendor y miseria de los primeros años del Imperio Romano, embarcado muy pronto en una espiral de conspiraciones, crueldad y violencia bajo los reinados del taciturno Tiberio y del extravagante Calígula. Lectura apasionante desde su primera línea, “Yo, Claudio” publicada en 1934 es para muchos conocedores, una de las cinco mejores novelas históricas de todos los tiempos. La adaptación cinematográfica para la B.B.C. de sus dos grandes novelas históricas, popularizó la obra y el nombre de uno de los más cultos y notables escritores británicos del siglo pasado.

“Yo, Claudio” es el primer volumen de la supuesta “autobiografía” de una singular figura destinada a ser emperador contra sus propias inclinaciones; las intrigas, la depravación, las sangrientas purgas y la crueldad de los reinados de Augusto y Tiberio, que culminaron con la locura de la etapa de Calígula, sirven de marco histórico a la trama argumental. En “Claudio, el dios,” publicada en 1943, el protagonista alcanza la púrpura imperial y encauza todos los esfuerzos, con el apoyo del pueblo llano, para reparar el legado de estragos y desastres que ha recibido de su antecesor.

Afirma Claudio en la novela que nació el año de 744 después de la fundación de Roma por Rómulo y en el año 767 después de la primera olimpiada, y que el emperador Augusto, gobernaba para entonces desde hacía veinte años, esto es el año diez antes de Cristo. Era Claudio cojo y tartamudo, lo que generaba burlas y desprecios de los parientes y conocidos.

Dice el personaje de sí mismo “……voy a escribir ahora esta extraña historia de mi vida. Comenzaré por mi niñez más temprana y seguiré año tras año, hasta llegar al fatídico momento del cambio en que, hace unos ocho años, a la edad de cincuenta y uno, me encontré de pronto en lo que podría denominar ““la jaula dorada”” de la cual jamás he podido zafarme desde entonces.”

Durante más de 35 años se dedicó Claudio a investigar y escribir sobre historia. Robert Graves al respecto dice: “En sus Doce Césares, Suetonio se refiere a las historias de Claudio, considerándolas escritas con ““ineptitud””, y no con ““falta de elegancia””. Empero, si algunos pasajes de esta obra están escritos, no solo con cierta ineptitud, sino, además, con poca elegancia –las frases penosamente construidas y las digresiones torpemente ubicadas–, ello no está en desacuerdo con el estilo de Claudio, tal como aparece en su discurso latino sobre las franquicias de Aedua, algunos fragmentos del cual sobreviven.”

Novelista, poeta, traductor y estudioso, Robert Graves nació en 1895 y murió en 1985, es uno de los más importantes escritores ingleses del siglo XX. La amplitud y profundidad de los conocimientos que de la antigüedad clásica tiene –traductor de Apuleyo, Lucano y Suetonio, profesor en Oxford y compilador del primer diccionario moderno de mitología griega— fueron puestas al servicio de una poderosa y viva imaginación, capaz de reconstruir toda la grandeza y la miseria de la Roma Imperial, y de una prosa de enorme belleza que une la tensión poética con la eficacia narrativa.

Graves hace decir a Claudio en la narración de su vida: “O si no, escribía que Fulano había muerto de pronto, después de comer un plato de higos africanos, pero no hablaba para nada del veneno, ni de aquellos para quienes la muerte resultaba ventajosa, a menos de que los hechos estuviesen respaldados por un veredicto de los tribunales en lo criminal. No decía mentira alguna, pero tampoco decía la verdad en el sentido en que pienso decirla hoy aquí.”

Livia abuela de Claudio y madre de Tiberio, esposa de Augusto es un personaje clave en la trama de la época. De manera extraña puesto que nunca tuvo atenciones con su nieto Claudio, un día lo convoca a cenar en presencia de su bisnieto Calígula y se desarrolla el diálogo:
“–Bien, Claudio, ese monstruo, tu sobrino…, te lo diré. Sera el próximo emperador.
—……Escucha, Claudio. Tu sobrino Calígula es un fenómeno. Es traicionero, cobarde, ambicioso, vano, embustero, y te hará algunas malas pasadas antes que haya terminado contigo. Pero acuérdate de una cosa: jamás te matará.
–¿Por qué? –inquirí, volviendo a vaciar mi copa. La conversación era como las que a veces sostiene uno en sueños: loca pero interesante.
–Porque eres el hombre que vengará su muerte.
–¿Yo? ¿Quien dijo eso?
–Trasilo (el adivino).
–¿Trasilo nunca comete errores?
–No. Nunca. Calígula será asesinado y tu vengarás su muerte.”

Al final del primer libro narra Claudio su nombramiento como emperador por la guardia de germanos:
“Dos robustos cabos me cogieron por las piernas y me izaron sobre sus hombros.
–¡Viva el emperador Claudio!
–¡Bájenme! –grite furioso–. ¡Bájenme¡ ¡No quiero ser emperador! Me niego a ser emperador. ¡Viva la república!
Pero no hicieron más que reírse.
–Eso sí que es bueno. No quiere ser emperador dice Modesto, ¿eh?……..
—Lo pasarás bien, señor, una vez que te acostumbres –dijo Grato sonriendo–. No es mala vida la de un emperador.”
Inicia así una época de florecimiento del imperio, de pacificación y producción de alimentos. Fue un periodo de estabilidad como no se había conocido antes.

Ese fue el reinado de Tiberio Claudio César emperador de los romanos que  murió en el año 54, quién fingió ser imbécil para sobrevivir a sus parientes emperadores y que fue finalmente asesinado por Agripina, madre del posterior emperador Nerón.