Zambra de marrullerías

Zambra de marrullerías

Juan M. Negrete

Con el último sainete escenificado por el presidente gringo con nuestra titular mexicana del poder ejecutivo, nos resultó palmario que ese señor desabrido no las trae todas consigo. Antes de acordar con ella, generó dos escándalos de peso en su agenda. En una se excedió de malmodiento, echando de la oficina oval de la Casa Blanca al payasito ucraniano, Zelensky. En la otra, con Justin Trudeau, presidente de Canadá, volvió a pasarse de la raya y lo volteó de cabeza.

El buen trato que le da a Claudia Sheinbaum, nuestra presidenta, hasta ahora, debe provenir en primera instancia porque se trata de una dama. Y, bueno, los padrotes profesionales se desviven en galanteos y cursilerías con las mujeres, venga al caso o no. Es conocido el dato de que este mercader de muchas líneas anduvo muy activo en el mundo de la farándula y los hábitos de doblar la cerviz ante las mujeres es una de las características de estos lebrones, sean machos alfa o no. Me late que por ahí vaya la cosa.

Pero el grano sustancioso de lo que con ella discute el personaje de marras apunta a otros entenderes. Cuando Trump llegó al poder gringo en el 2016 se encontró con que nuestro país había celebrado un acuerdo o alianza de mercaderes entre los nuestros y los de los dos países al norte nuestro. Había entrado en vigor el famoso TLC o NAFTA en 1994, lo que quiere decir que ya llevaba funcionando 22 años. Pues se lo halló sobre la mesa y desde el principio estuvo con su chilla de que era el peor acuerdo que el gobierno gringo podía haber firmado y que iba a ponerle todas las piedritas en el camino para cancelarlo. Y lo hizo.

Bueno, no lo canceló. Lo modificó. Movió todos sus encantos para convencer a los otros dos socios (Canadá y México) a que se sentaran a revisarle las cláusulas. Pasados algunos tragos amargos por las tres instancias participantes, finalmente terminaron signando el nuevo instrumento de intercambio mercantil que nos regiría a los tres países. Para diferenciarlo del primero, a éste le llamaron T-MEC. Siguió pues adelante el convenio de una Norteamérica unida, al menos en los renglones de los intercambios mercantiles.

Debe quedarnos bien claro a todos los que estamos englobados y regidos por dicho acuerdo, que fue justamente El Trompas el motor o dínamo de esta nueva versión del tal acuerdo. Él dejó la presidencia hace cuatro años, pero su convenio suscrito quedó vigente. Luego volvió a contender para la presidencia, porque en el 2020 no se pudo reelegir y la suerte le favoreció. Volvió pues al control de los panderos.

La gran sorpresa que nos llevamos todos los que habitamos estos tres países fue la nota, que ya hasta cansona se nos ha vuelto, de que nos iba a aplicar aranceles de un 25% a los productos que les exportamos tanto Canadá como nosotros a su mercado interno. Como dicen nuestros vagos: Eso me saco por andar contigo. Se supone que la cercanía y otros vectores presentes nos hacen ser socios y amigos privilegiados de los gringos. ¿Que se espera de sus sablazos a los que les quedan lejos y que no gozan del privilegio de su amistad y cariño?

Le escuchaba decir a mi progenitor, cuando andando alguien en operaciones confusas o no bien vistas, aplicar un refrán extraño: Así paga el diablo a los que le sirven. Para los que están familiarizados con la terminología católica el fondo del dicho es transparente. No hay pues necesidad de esclarecerlo. Lo gracioso vendría a ser que le apliquemos la categoría de demonio a este señor tan controvertido. Porque hay muchos ciudadanos gringos (nos referimos a quienes votaron por él) que lo acogen por presbiteriano y lo tienen como un seguidor fiel de ciertas prédicas cristianas. En fin.

Los buenos oficios de doña Claudia habían logrado aplazar un mes la aplicación de los tan mentados aranceles a nuestras exportaciones. Ha habido mucho movimiento en las fronteras por asuntos de seguridad, de tráfico de armas, por el trasiego de las drogas y más yerbas. Ya hasta se le entregó a la justicia gringa a 29 presidiarios nuestros, como para acomodar en el tapete todas las fichas en juego. A los incautos ciudadanos de a pie no nos quedan claras las motivaciones concretas de tantas jugadas; por eso vemos todo el sainete presente como zambra. Así le llaman los moros a sus fiestas descontroladas, cuando el alcohol o la euforia, o las dos cosas juntas, vuelcan todas las ollas posibles.

Ya había puesto don Trompudo, como fecha de arranque de sus sanciones impositivas a nuestros productos, el día cuatro de marzo. Pero volvió a comunicarse oficialmente doña Claudia con él y consiguió aplazar otra vez la fecha. Ahora nos esperaremos hasta el día dos de abril, para entender de qué humor amanece ese señor albino. De boca de nuestra presidenta se nos dora la píldora de que en ese tal día expectorará el presidente gringo una aplicación universal de aranceles para todos sus clientes en el mundo. Pero que como nuestros productos están regidos por las reglas del T-MEC, entonces, no habrá sanciones para las mercancías que les llegan de nuestros almacenes. ¿Irá a ser así, o nos irá a aplicar otra de sus malhadadas sorpresas callejeras, que no obedecen sino a la lógica de la marrullería y a las trampas ventajosas? Ya lo veremos.

Por lo pronto, quedamos avisados. Y no sería ninguna novedad qie nos aplicara la masacuata, de manera unilateral y hasta con injurias de parte suya, en contra de nuestra humanidad mexicana. De lo que ya tienen cayo. Y no porque seamos mexicanos, o porque les quedemos en tan cortita vecindad. ¿Quién se hubiera imaginado que daría a sus grandes amigos y socios europeos este trato denigrante e insufrible de lacayos infames y de malagradecidos respondones? No se la acaban. Ni modo.