Para algunos, que cada vez son más, el fallido atentado en contra del exfiscal y actual titular de Trabajo y Previsión Social, Luis Carlos Nájera a poco más de un mes de las elecciones arroja algunas dudas e inconsistencias.
Y éstas van desde la llegada al restaurante de dos sicarios, presuntamente para ubicar bien su objetivo, hasta los disparos espaciados (no ráfagas), más que al objetivo –quien dijo que Dios lo cuidó, y seguramente pudo tratarse de un auténtico milagro—dirigidos a su camioneta que sabían era blindada y el afortunado no ataque dentro del establecimiento.
Extraña también la rapidísima acción policíaca y detención de seis pistoleros –claro, se trataba de su exjefe—cosa que no había sucedido en otro hecho similar. ¿O sería que avisó inmediatamente no sólo a sus escoltas permanentes, sino también a las fuerzas de seguridad luego de identificar a los sospechosos con las bandas del crimen organizado para que estuvieran listas a la hora de su salida?
En otro ámbito se habla no sólo de infiltraciones, sino de traiciones hacia adentro y hacia afuera en las fuerzas de seguridad, en el gobierno, de políticos de distinto nivel que en su momento y en su zona de influencia o de poder apoyaron a ciertos líderes o grupos del bajo mundo y ahora les retiran su respaldo.
Por otro lado también se habla, sin pruebas ni sustento, en el contexto del atentado, del presunto regreso de Rafael Caro Quintero por sus fueros, lo que ocasionaría un peligroso reacomodo.
Como quiera, lo que hasta ahora se observa es que podrían ser ajustes de viejas rencillas y hasta aprovechamiento de terceros o cuartos para saldar alguna deuda, algún rencor, “que a río revuelto, ganancia de pescadores” en momentos preelectorales teñidos ya con tanta sangre de candidatos en todo el país.
Lo que aquí sí queda claro es que alguien quiere aprovecharse del momento político para pintar su raya, pero hasta ahora no se sabe quién o quiénes están detrás de todo esto, pero sí mentes y manos malvadas que no reparan en hacer daño a cualquier costo y a cualquiera por tal de saciar su hambre y sed de poder y dinero.