Felipe Cobián Rosales
Mientras digerimos la derrota hoy de la selección frente a Suecia de tres goles a cero y caemos en la cuenta del milagro de su clasificación a octavos de final en la Copa del Mundo de Rusia luego de que Corea venciera por dos a cero a la campeona Alemania, vale la pena hacer una reflexión sobre las elecciones del próximo domingo antes de la veda de las aturdidoras campañas que inicia este jueves.
Lo primero que hay que recordar es quiénes son los punteros en las encuestas para triunfar el primero de julio.
Por la Presidencia de la República, se perfila como triunfador con un amplio margen, el morenista Andrés Manuel López Obrador, –salvo que hubiera un inesperado surgimiento, a través del voto, sin excluir del todo una posible manipulación en la mesa, o hasta fraude, lo que no parece muy viable a estas alturas, de alguno de los dos que le siguen en la contienda, Ricardo Anaya, de Acción Nacional, y José Antonio Meade, del PRI.
No obstante, todo indica, como lo decía el mismo Peje, que este arroz ya se coció y que él será el próximo presidente del país.
En el ámbito jalisciense, Enrique Alfaro, de Movimiento Ciudadano sería el vencedor, seguido, no de tan lejos, por Carlos Lomelí, a quien cobija el mismo AMLO a través de su Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Si como vemos suceden las cosas, ¿cuál será la relación entre un gobernador naranja y un presidente moreno y cuál será el futuro de Jalisco si entre Alfaro y Andrés Manuel hay un anticipado enfrentamiento, toda vez que se han atacado uno al otro en sus campañas y se tienen mutua desconfianza al grado del desafío?
Esto sucede porque AMLO aborrece a los de “la mafia del poder” y los llama despectivamente Prián. Ahora, más que Peña Nieto, a quien ya perdonó anticipadamente, su principal enemigo es Anaya, y éste es apoyado por Alfaro quien hace mucho creyó que el panista podría ganar la Presidencia con su frente en el que están el PRD y MC.
Por su lado, Enrique Alfaro ha dicho desafiante, palabras más, palabras menos, que en Jalisco no se admitirá la injerencia del gobierno central o federal, en abierta referencia al Peje.
Pero Andrés Manuel tiene en Jalisco un enemigo todavía mayor que el propio Alfaro a quien, tanto él como Carlos Lomelí acusan de traición, y es nada más y nada menos que el cacique de la Universidad de Guadalajara, Raúl Padilla López, también en connivencia con Anaya.
El Licenciado, como le dicen sus súbditos desde que mantiene secuestrada a la UdeG (1990), y Alfaro habían mantenido una abierta enemistad heredada desde los tiempos en que su padre, Enrique Alfaro Anguiano, fue rector.
Ahora, por mutua conveniencia, se han aliado para luchar contra AMLO. Éste, por su parte, desde hace años trae entre ceja y ceja a Padilla López precisamente por sus manejos turbios hacia el interior de la UdeG.
En resumen, de triunfar Andrés Manuel, más que Jalisco, su probable gobernador y, sobre todo, la UdeG y su mandamás, podrán recibir un duro revés.