Tal cual lo preveíamos, el debate entre tan elevado número de candidatos a la gubernatura de Jalisco –¡siete!, de los que apenas se hace la midad–, las acusaciones de unos contra otros se enfocaron a los dos que van arriba en las encuestas: Enrique Alfaro Ramírez, de Movimiento Ciudadano y Carlos Lomelí, de Morena.
No era para menos, y no por el hecho de encabezar, sino porque hay razones. Tanto uno como otro tienen cola que les pisen, por no hablar de los restantes, con sus excepciones.
El primero, Alfaro, con el 50% de la intención del voto, lleva sobre sí las presidencias municipales de Tlajomulco y Guadalajara, consecutivamente después de las diputaciones como priista que fue– con virtudes y aciertos, pero también con el desgaste propio del poder, y tanto más cuanto tuvo, al menos desatinos, amiguismos, sobre todo en materia inmobiliaria, reparto de obra pública, equilibrio, cuando alguien lo encara. licencias y el acabar con tradiciones como la de las calandrias y convertir en otro paseo Chapultepec a la avenida Fray Antonio Alcalde, entre otras cosas.
Y no sólo eso, sino su carácter virulento que lo traiciona y le hace perder el estribo, el equilibrio, cuando alguien lo encara. licencias y el acabar con tradiciones como la de las calandrias y convertir en otro paseo Chapultepec a la avenida Fray Antonio Alcalde, entre otras cosas.
Un dato más que recordábamos en nuestra anterior columna y se lo refrescaron los contrarios en el debate del domingo 13: su inconfesable pacto con el Grupo Universidad de Guadalajara, concretamente con su fundador y cacique Raúl Padilla López quien maneja a la institución educativa, y su multimillonario presupuesto, obviamente, a su antojo y conveniencia desde hace casi tres décadas.
El mismo Alfaro había prometido no hacer ninguna clase de alianzas o pactos con el totem de la UdeG y, sin embargo, es lo primero que ha hecho desde que se convirtió en candidato, y aún antes.
Mientras tanto, el morenista Carlos Lomelí, (tiene el 20% de la intención del sufragio), fue atacado en el debate por donde más le duele, los sospechosos negocios de terrenos y edificios en zonas que habrían sido de narcotraficantes, donde los beneficios monetarios superan los dos mil 300 millones de pesos, según lo dijo Alfaro. Además, los contratos oscuros con instituciones gobernamentales, al menos de Jalisco, para la distribución y venta de medicamentos por 500 millones.
A esas imputaciones que le hicieron varios de los demás aspirantes, Lomelí no respondió.
Se concretó a mostrar una cartulina con la dirección de su página web –www.carloslomeli.com.mx– y decir que ahí encontrarían el esclarecimiento a sus calumnias.
Hice una rápida búsqueda en dicha dirección electrónica y únicamente encontré, aparte de sus fotos, solo y en compañía de Andrés Manuel López Obrador, sus propuestas y su biografía; por cierto, en el video dice haber nacido en Mascota, Jalisco y en el texto que vio la primera luz en Guadalajara en 1959. No encontré más, ni siquiera en la pestaña de prensa en donde se suponía que estarían sus respuestas a las acusaciones, entre ellas, las de la propia DEA en años pasados cuando lo señalaron de lavar dinero del narco através de varias empresas.
Durante sus intervenciones, Lomelí fue repetitivo cuando se refería al actual santo de su devoción, el todopoderoso, “indestructible” e “inalcansable” López Obrador y su proyecto.
En suma, entre estos dos aspirantes, y contra ellos, se enfocaron todas las baterías de los cinco restantes candidatos: Miguel Castro Reynoso, del PRI; Miguel Ángel Martínez, PAN; Carlos Orozco, PRD; Salvador Cosío Ganoa, Verde Ecologista y Martha Rosa Araiza, de Panal.
Todos hicieron una y muchas propuestas, o simples promesas, en materia de movilidad, medio ambiente y economía, pero ninguno las aterrizó de cómo hacerlas realidad, en particular cuando se habla de inversiones multimillonarias en un Jalisco endeudado.