Para la historia quedarán marcadas por la violencia las campañas políticas de este 2021, como nunca antes, en tiempos de paz, habían ocurrido en México.
De norte a sur, de oriente a poniente y, en general, por todos los rumbos y rincones del país, los asesinatos, las amenazas de muerte y hasta los intentos fallidos de eliminar candidatos (ellas y ellos) sin importar partidos, se extendió por casi todo el territorio nacional como una mancha de rojo indeleble sobre un paño.
Incluso, hasta pareciera que se trata de un plan desestabilizador preconcebido y concertado por las mentes criminales más perversas.
Tal vez sí o tal vez no. El común de las personas lo ignoramos. Creo que nadie lo sabe todavía, si es llega a conocer el origen algún día.
No obstante, hay síntomas preocupantes desde hace decenios. Cuando durante la Segunda Guerra Mundial, se extendió la producción en México de estupefacientes para las dotaciones oficiales a los combatientes norteamericanos. Cuando la conflagración terminó, los cultivos continuaron un tanto disminuidos e inició o se impulsó el trasiego clandestino llamado narcotráfico hasta tomar niveles exorbitantes a través de mafias ahora conocidas como cárteles que tuvieron su esplendor en algunos estados y regiones del país durante los gobiernos priistas autoritarios y, obviamente antidemocráticos.
Así se expandió, a lo largo y ancho del país, no solo la producción y tráfico, sino el mismo consumo de enervantes que de enraizó aquí y que desgraciadamente sigue en ascenso y con una variedad de drogas naturales y sintéticas particularmente ahora.
Luego vino la desastrosa y cruenta guerra contra el narcotráfico, con el Ejército en las calles, de Felipe Calderón que, con bombo y platillo puso en marcha en Michoacán, su tierra natal y, de hecho, les anunció a todos los involucrados, los cárteles, por dónde iría y que, como lo escribí poco después, “fue un garrotazo al panal de avispas”. La misma guerra la continuaría Enrique Peña Nieto.
Ahora, aunque los militares ─tanto de la Defensa Nacional como de la Marina─ siguen en las calles y distraídos construyendo obras civiles para el gobierno federal, siguen presentes con la Guardia Nacional, aunque un tanto a la distancia en materia de lucha en contra del narcotráfico con aquella consigna o mensaje presidencial de “abrazos y no balazos y débiles llamados a la paz y a la reconciliación.
Pero, ¿en dónde está o puede estar el secreto de esta sangrienta campaña electoral? ¿Quién o quiénes son los que están atrás de esos 89 políticos asesinatos de políticos, y de entre ellos 35 candidatos ultimados solo de septiembre a la fecha? ¿Quién o qué situaciones incitan a la violencia en contra de ese alto número de víctimas inscritas como aspirantes a algún puesto de elección? ¿Acaso en el trasfondo de algunos discursos, programas de gobierno, hay alguna instigación al mal o simplemente un dejar hacer y dejar pasar?
Otros se preguntarán si ¿no hay algún plan preconcebido de algún grupo perverso para darle un vuelco a la jornada electoral sin importar vidas ni la paz social?
En tiempos idos, salvo el caso de Luis Donaldo Colosio, cuyo origen se remitió siempre a Los Pinos en tiempos de Carlos Salinas de Gortari, nunca hubo tan turbulenta y ensangrentada campaña política en la paz. ¿Alguien querrá descarrilar al actual gobierno desde afuera o desde el interior del mismo?
Tampoco se debe descartar una errada selección o imposición de candidatas o de candidatos por parte de los propios partidos, aunque también los hay, o los hubo tan buenos, que intereses del crimen organizado se vieron amenazados y por eso entraron directo al desquite.
El columnista de El Universal, Héctor de Mauleón, escribió este lunes último de mayo que, de acuerdo con fuentes de inteligencia gubernamental, la ejecución hace ocho días, de Alma Rosa Barragán, abanderada de Movimiento Ciudadano por Moroleón, Guanajuato, pudo ser una venganza en contra de su hijo, Fernando Tonatiuh Sánchez Barragán, a quien se atribuye el control de varias plazas municipales por parte del CJNG y los contrarios ahí son los integrantes del Cártel de Santa Rosa de Lima. Le sorprende que en lugar de la acribillada, vaya ahora su hija Alma Denisse Sánchez Baragán.
La situación actual es que los el mensaje del Presidente de no a la confrontación, no a la guerra, sino a la concordia, no ha rendido frutos y ahora se demuestra en esta serie de muertes de suspirantes partidistas por algún puesto, no ha rendido frutos y los cárteles siguen en lo suyo en lucha encarnizada por sus “territorios”.
Algunas de esas organizaciones criminales, pudieron sentirse amenazadas y es que están actuando a su manera.
Así, mientras unos realizan o apoyan eventos populares o reparten despensas, otros se dan el lujo de imponer o sugerir puestos, si no propiamente de sus gentes, si de algunas proclives a su apoyo o, al menos a su indiferencia ante su actuar y por eso les interesa mucho controlar, mínimamente, a lois responsables de la seguridad.
El error más atrás de la Presidencia, y buena señal para los distintos grupos del crimen organizado, pudo el famoso “Culiacanazo”, cuando la liberación, en octubre de 2019, del hijo de El Chapo, Ovidio Guzmán, del Cártel de Sinaloa. En vez de un signo de buena fe para que le bajaran a sus enfrentamientos y violencia, lo tomaron como debilidad. Como un dejar hacer y dejar pasar. De ahí, quizás, su mayor empoderamiento.
Ojalá no haya atrás de todo esto una perversa concertación entre malosos que puedan dar al traste con la elección intermedia de este próximo domingo 6.
Por lo pronto, vayamos todos a las urnas a votar en conciencia por quién se deba de elegir. La fuerza de nuestros sufragios es mucho más de lo que se puede creer para tener una nación en paz y prosperidad.
Cicerón decía que “preferiría la paz más injusta a la más justa de las guerras”
Así pues, si queremos la paz, hay que hacer la guerra, pero con abundantes votos.
Aspirantes a alcaldías de Jalisco, visitados por el crimen organizado