Filosofando
Criterios
En la entrega anterior (Partidero, tareas nacionalistas pendientes, 23/III/19) se hizo referencia del significado de recuperar el usufructo de los bienes del patrimonio nacional que hacen que la comuna funcione con menos complicaciones. Volverlos al régimen de propiedad aprobado para que generen beneficios públicos, alejarlos del absurdo neoliberal privatizador a ultranza. Eso de entrar con la espada desenvainada con el dogma privatizador, como grito de guerra para aplicarlo hasta en las áreas estratégicas, es un despropósito del tamaño del mundo, lo que estamos viviendo por los días que corren.
Se hizo referencia en concreto de los energéticos, hidrocarburos y electricidad, lo más desarrollado que tenemos, enajenados con la careta de una legalidad ignominiosa. Hay más renglones de energéticos importantes, como el de la industria nuclear. Su desarrollo no ha conocido la implosión tenida en otros lugares. Hablamos de la minería, que entró en colisión con la vieja lucha de la posesión de la tierra. Ésta hasta fue bandera de identidad de nuestros campesinos. La tremolaron nuestros abuelos y aún así iba siendo enterrada.
En ningún caso podemos aún cantar victoria. El gobierno moreno puso ya el dedo en la llaga y dolió, porque no es gratuito el daño. Tres décadas de saqueo inmisericorde y ‘legalizado’ de la riqueza nacional deformaron la economía de manera profunda y amenazaba con no parar. No es tan tarde como para rectificar todavía y desandar lo que nos llevaba directito al precipicio.
Los energéticos y la explotación minera vienen siendo mezquindades frente al recurso más importante que posee una nación. Con tener toda la estatura de un caudal de respeto a nivel mundial, lo más exuberante, lo más rico, lo más envidiable que tiene una nación es su gente, sus hombres, su fuerza de trabajo. Su fuerza laboral es el activo al que más cuidado le han de dar sus instancias de ello encargadas. Más que el petróleo, más que los electrones, su oro y su plata, lo que identifica y mantiene vivo a un país son sus seres vivos. Capítulo especial merecen los adolescentes y los niños, la generación del futuro.
A lo largo de los días de la campaña electoral, los personeros de la cuarta transformación nos dijeron que la ‘mal llamada reforma educativa’ iba a ser derogada. Estaremos de acuerdo con afirmar que esta promesa fue clave para que AMLO ganara el sitial competido de la silla electoral. Y también fue emblema para que el voto popular se volcara a favor de los legisladores de Morena. No obtuvieron números contundentes como para hacer la composición de los dos tercios, cantidad necesaria para conseguir las reformas constitucionales. Pero sí se alzaron como la fuerza mayoritaria con la cual Obrador puede virar y señalar como faraón, como duce, como líder incuestionable, según nos bombardea todas las mañanas desde palacio.
Para obtener esa votación mayoritaria contó Morena con el apoyo visible del equipo magisterial del país. Extendidos los profes a todo lo largo y a todo lo ancho de la república, no hubo rincón en el que no asumieran y tremolaran las banderas del cambio propuestas por AMLO. En ese entendido nos quedamos. Tan es así que, una vez llegados al poder los elegidos, desde el ronco pecho del tabasqueño vino la consigna que reza en el sentido de que de la de la mal llamada reforma educativa no quedaría ni una coma.
Obrador envió el 12 de diciembre del 2018 una iniciativa de ley en ese sentido. Al menos así se propaló la especie. Mas las comisiones unidas de Educación y de Puntos constitucionales la modificaron recién este 27 de marzo. Este nuevo decreto es, lo estamos viendo, una reedición de la misma ley, un refrito del engendro del llamado Pacto por México. Al no alcanzar Morena y sus aliados los votos necesarios para aprobar la suya, negocia con los ahora opositores (Prianrdmc) y la hienden, metiendo en ella los elementos más negativos que contuvo la ley educativa del peñato.
Son varias las incongruencias que aparecen en el nuevo engendro legislativo y que ha puesto a los maestros, sobre todo a los de la CNTE, otra vez en pie de lucha. Ya los vimos cercando las instalaciones del congreso, impidiendo que sesionaran los diputados, si lo iban a hacer para traicionarlos. Podríamos ir dando cuenta puntual de cada una de estas insuficiencias veladas o descaradas. Pero hay una que parece ser la de fondo y habrá que señalarla con claridad.
En las etapas más álgidas de la movilización de los maestros en contra de esta ley, se terminó clarificando que no era una reforma educativa, sino laboral. Encubierta con el discurso demagógico de la calidad, en realidad entrampaba a los docentes en un régimen laboral de excepción. Simplemente se estaba cancelando la norma constitucional que les había regido al incluirlos en el apartado B del artículo 123.
Ahora se agrega un artículo transitorio (el 16) en el que se afirma que sus relaciones laborales siguen regidas por el 123, pero la admisión, la promoción y reconocimiento se regirán por la ley reglamentaria del sistema para la carrera de maestros. O sea que se deja una ley secundaria por encima del mandato constitucional. Tales adefesios sólo son posibles entre nosotros. Provienen de los desfiguros de las negociaciones políticas. Muchos maestros ya están entendiendo la perfidia que desde el poder nulifica sus conquistas más sentidas. Otros lo captarán con la resistencia que desatarán los que hacen punta. ¿Lograrán revertirle sus malas pichadas al todavía muy aceptado presidente moreno? Habrá que estar atentos.