El destino

El Destino

Alfonszo Rubio Delgado

Se ha comentado desde siempre, que “la circunstancia, de serle favorable a algo o a alguien, es el destino”. Hagas lo que hagas, si la “fatalidad”, te persigue, vas a caer. Las tragedias griegas, basan su existencia en remarcar la fatalidad manifiesta. El destino se muestra como un asunto inexorable. “Nadie escapa de aquel”. Eso dicen las voces de los pueblos. Sobre todo, si son generaciones de personas cuya repetición vital, se viene dando desde tiempos inmemoriales. Las nuevas generaciones, toman la estafeta de la anterior y la reproducen al pie de la letra. Cómo si de una calca se tratase. Los detalles más mínimos son cuidados con precisión. Al grado de que los estudiosos de la historia han considerado la forma cíclica de las corridas tempo-espaciales que desembocan en lo fatal. De esa forma, la humanidad vive periodos repetitivos. Son altamente agitados y alimentados sus fantasmas por los carceleros y “cancerberos” de siempre. Los más débiles en fuerza física. Aunque su peligrosidad se da en otras áreas. Manoseo de información, engaño, traición, amenaza, corrupción, disuasión y ubicuidad.

Ahora bien, esa fatalidad o ventura no es algo que se mantenga pegado a la piel. Eso ocurre en religiones como la hindú. En ella, si la suerte te favorece, tendrás una vida venturosa. De no ser así será desventurada, tornándose un tanto irrisorio el asunto. No por la falta de respeto sino por esa marca. Sólo alguien con alma de meteco puede aceptar, pues siempre la vida será un desafío. Y el “destino” es modificable. Es más, podemos decir sin temor al equívoco, que aquél es el modo automático de todo animal habido o por haber. Los seres humanos que aceptan ese envoltorio transilvano se resignan a la esclavitud.

Quienes no aceptan esa condición salen del automatismo. Desafían los condicionantes sociales y a sus aurigas. Cómo quien respira de forma automática y quién lo hace de forma controlada para alcanzar con ello un objetivo. Luego, si han de considerar al Dios de Spinoza, los individuos encuentran su consolidación. Quienes creen en el destino manifiesto encontrarán en las religiones tradicionales su caldo de cultivo ideal. El ser humano es mayor que cualesquier destino. Su empoderamiento le puede causar problemas. Sobre todo, con aquellos que promueven la pasividad que tantos dividendos acarrea. Ello por el poder y el sentirse los dadores de felicidad al pueblo. Y claro, con su respectiva cuota económica servida por los vicios atrás enumerados. El empoderamiento junto con el despertar y control del destino acercará a las sociedades a su perfeccionamiento. La evolución necesaria surge propiamente del control del destino y no del destino que controla.

Un pueblo empoderado y equilibrado ha vencido al destino. Se ha adueñado de su mismidad. Se encontrará listo para pasar al siguiente nivel.

¡Saludos, amigos!