Trump: conspiración y destino

Trump, conspiración y destino

Carlos Delgadillo Macías

El destino manifiesto

Desde sus orígenes como nación, Estados Unidos ha sido configurado con un discurso religioso. El “destino manifiesto”, que legitimó la expansión hacia el oeste, reflejó una ideología según la cual los estadounidenses constituyen una especie de pueblo elegido y América sería su tierra prometida.

En su discurso de investidura, el 4 de marzo de 1845, el undécimo presidente de Estados Unidos, James K. Polk, que había prometido en su campaña culminar la anexión de Texas y Oregón, justificó el expansionismo, como una forma de ampliar la felicidad y la bonanza que, según su visión, iban aparejadas a la hegemonía estadounidense.

Nuevas comunidades y Estados buscan protección bajo su égida [de la Confederación], y multitudes del Viejo Mundo están acudiendo en masa a nuestras costas para participar de sus bendiciones. Debajo de su benigno dominio, la paz y la prosperidad prevalecerán. Liberados de las cargas y miserias de la guerra, nuestro comercio y nuestros intercambios se han extendido por todo el mundo.

Ese mismo año, el columnista John L. Sullivan acuñó el término “destino manifiesto”, en un artículo en el que defendía las anexiones, frente a la oposición de potencias extranjeras, como Inglaterra y Francia.

(…) otras naciones se han comprometido a inmiscuirse, entre nosotros y las partes involucradas, con un espíritu de interferencia hostil en nuestra contra, con el objetivo declarado de frustrar nuestra política y obstaculizar nuestro poder, limitando nuestra grandeza y bloqueando el cumplimiento de nuestro destino manifiesto de extendernos por el continente asignado por la Providencia, para el libre desarrollo de nuestros millones de habitantes que se multiplican anualmente.

Era una época en la que el crecimiento demográfico empujaba a la Unión Americana a expandirse aceleradamente de este a oeste. Fue, realmente, cuando “América se hizo grande”, por parafrasear el eslogan electoral de Trump.

Aunque puede parecer algo lejano en el tiempo, lo cierto es que continúan siendo exitosos los discursos que presentan al pueblo estadounidense como depositario de una misión de importancia fundamental para la humanidad entera.

El propio Trump ha justificado su intención de “comprar” Groenlandia al presentar el asunto como de suma importancia para la seguridad de Estados Unidos y del mundo. Según arguye, el control de la isla permitiría vigilar mejor el Atlántico y el Ártico de los buques rusos y chinos, por ejemplo.

Expansión y proteccionismo

Es interesante que este renovado expansionismo, que también involucra a Canadá, vaya aparejado con una política más dura contra la inmigración ilegal. Si en el siglo XIX la llegada de europeos a las costas americanas era de alguna manera celebrada como señal de prosperidad, en este siglo XXI la migración desde el sur es uno de los problemas que más calan en la discusión política de Estados Unidos.

“Hacer a América grande otra vez” implica, al mismo tiempo, buscar anexiones disparatadas, sobre todo hacia el norte, y restringir los accesos desde el sur. Frente a los discursos antiimperialistas de las izquierdas de antaño, Estados Unidos no busca anexarse México o arrebatarle más territorio, como sí lo hizo hace 176 años. Lo que busca ahora es disminuir a como dé lugar el flujo de personas desde territorio mexicano y combatir a los carteles del narcotráfico.

Del combate al comunismo que unificó los esfuerzos colectivos durante la Guerra Fría pasamos al combate del terrorismo en los inicios del siglo XXI. Ahora parece que el enemigo no está más allá del océano, sino que intenta penetrar las fronteras. El peligro está más cerca que nunca. Es el inmigrante ilegal, que, según los que apoyan a Trump, ha sido aceptado de forma negligente por la clase política.

El multimillonario es ahora un político que cumple con la misión histórica de evitar esa invasión a gran escala que está minando la identidad, la seguridad y la prosperidad de Estados Unidos. Para muchos de sus seguidores, eso es parecido a una misión divina. Algunos teóricos de la conspiración, como los del grupo Qanon, creen genuinamente que el expresidente desarrolla una lucha contra sectas pederastas compuestas por personajes poderosos.

El bien y el mal

Porque para el pensamiento conspiranoico, no hay otra opción que convertir la lucha política en una lucha del bien contra el mal. El esquema binario lo exige. El dualismo religioso ha de reflejarse en el ámbito secular de la política. No se trata de un conflicto más, sino de uno de radical importancia, en la que está en juego la existencia misma de Estados Unidos. Es una visión apocalíptica.

Cuando Jacob Anthony Angeli Chansley, el llamado “chamán de Qanon” que participó en la toma del Capitolio, el 6 de enero de 2021, llegó al escritorio del entonces vicepresidente Mike Pence, pronunció un discurso cristiano milenarista, según recoge el académico Chase Andre.

Gracias a ti, Padre Celestial, por otorgarnos esta oportunidad de levantarnos por nuestros derechos inalienables y otorgados por Dios… Por permitirnos ejercer nuestros derechos, por permitirnos enviar el mensaje a todos los tiranos, los comunistas y los globalistas de que ésta es nuestra nación, no la de ellos, de que nosotros no permitiremos que América, el estilo de vida americano, los Estados Unidos de América, decaigan

Gracias a ti, divino, omnisciente, omnipotente y omnipresente Dios creador por bendecirnos a todos y cada uno de nosotros aquí y ahora… Gracias a ti por permitir que renazcan los Estados Unidos de América. Gracias por permitirnos deshacernos de los comunistas, los globalistas y los traidores en nuestro gobierno. Nosotros te amamos y te agradecemos, ¡oramos en el sagrado nombre de Jesucristo!

La derecha estadounidense depende de esta mezcla de religión y política. Trump es el defensor de la vida contra el aborto, el dique que contiene la difusión de la “ideología de género” y la fuerza de los movimientos LGBTQ+, además de ser el primero en la trinchera contra el comunismo.

Según la nueva derecha conspiranoica, todo eso – el feminismo, la lucha LGBTQ+, el socialismo – forma parte de una estrategia para diluir las naciones y sumergirlas en el “globalismo”, dirigido por élites ya sea judías, ateas o incluso luciferinas.

Algunos analistas de las teorías conspirativas, como Noel Ceballos, no han dudado en describir a Donald Trump como el primer presidente de Estados Unidos abiertamente conspiranoico. Comentando la categorización de Jesse Walker de cuatro figuras del “demonio del pueblo” (el enemigo exterior, el enemigo interior, el enemigo superior y el enemigo inferior), nos presenta al ahora presidente electo como una quinta figura.

Walker habla de una quinta figura, tan extraña que no podríamos definirla en absoluto como enemigo, demonio o chivo expiatorio, sino como todo lo contrario: una conspiración benévola, o una entidad invisible que conspira entre bambalinas para mejorar todas nuestras vidas. Un ángel de la guarda que conoce las maquinaciones y los procesos de todos nuestros enemigos y, precisamente por ello, puede adelantarse a sus movimientos para salvarnos de sus garras.

Durante los más de cuatro años que estuvo en el poder, Donald Trump se presentó ante sus votantes como ese ángel de la guarda: un conspiranoico de tomo y lomo que gritaba a sus compañeros y compañeras abiertos de mente que todo era real, que el pantano en que los enemigos de la nación habían convertido Washington estaba tratando activamente de acabar con el modo de vida norteamericano. Pero no había nada que temer, pues él estaba dispuesto a salvar al país que tanto amaba de las llamas y la putrefacción.

La nueva derecha se atribuye el papel de dirigente en una batalla mundial contra el mal. Lo suyo sería defender la nación, la soberanía, la identidad, la religión, los valores, las tradiciones, en contra de las fuerzas que quieren destruirlo todo. Esas fuerzas reúnen tanto a los comunistas como a los globalistas, los judíos y los pedófilos, los enemigos de la libertad y de la familia.

Frente a lo que desearían los teóricos de la democracia liberal moderna, el ciudadano, el votante, el elector, no es siempre un individuo racional que elige de manera informada y según criterios más o menos transparentes. Pareciera, más bien, un individuo que elige según sus miedos e impulsos, con creencias excéntricas, medias verdades y teorías indemostrables, con trasfondo teológico en muchos casos.

Es este tipo de elector el que recibió la noticia del atentado contra Trump el 13 de julio de 2024 como una demostración de la “misión” del expresidente, ahora salvado por la Providencia. No hay casualidades. Si el también candidato no recibió un disparo, fue por voluntad divina, la que le hizo mover la cabeza una fracción de segundo antes de que la bala lo impactara.

Ese atentado demostró que dios está con Trump, que le tiene reservado un papel, en la misión que le ha encomendado. El mal no pudo con él, está protegido, bendecido, favorecido. El milagro comprueba que su lucha no es sólo de este mundo, sino que tiene que ver con los designios inescrutables de lo divino.

Trump es el depositario del “destino manifiesto” en nuestra época. Estados Unidos ya derrotó a la Unión Soviética, lucha contra el fundamentalismo islámico y ahora tiene que purgarse de todo lo que, en su seno, lo carcome, para ser “grande otra vez”. Es la nueva odisea del pueblo norteamericano.

Y, como en el principio, todo tiene una clave teológica y religiosa. Estados Unidos no existe sólo porque sí. Su discurrir histórico tiene un sentido, dictado por la Providencia, para bien de la humanidad. No se trata de un pueblo más, ni de una nación entre las otras. Su existencia está enlazada con esa confrontación eterna entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal.

Fuentes

Mark S. Joy, American Expansionism, 1783 – 1860: A Manifest Destiny? (Nueva York, Routledge, 2013)

Michael W. Austin y Gregory L. Bock (editores), Qanon, chaos and the cross. Christianity and the conspiracy theories (Michigan, William B. Erdmans, 2023)

Noel Ceballos, El pensamiento conspiranoico (Barcelona, Arpa Editores, 2022)