¡A velar las armas!

¡A velar las armas!

Juan M. Negrete

De las lecturas escolares infantiles, con las que se buscaba inculcarnos el hábito por los libros, viene a cuento la del aprendiz de caballero, que luego se convirtió en el de la triste figura, en la que se dispuso a realizar el rito del velatorio de sus armas. El famosísimo don Quijote de la Mancha, tras velar sus armas precisamente, dejó de ser el simple ciudadano que era para convertirse en caballero andante. Según nos lo explicaban los mentores, se trataba de un ritual de polendas, ceremonia de alto coturno. Se realizaba en capillas, castillos o conventos y estaba rodeado de fastos y ruido de chirimías. No era un asunto para que pasara desapercibido. Algo semejante pasaba en la vida real en las bodas, con casorios de valía, o con festejos de quince años. Se decía que se presentaba a las muchachas en sociedad.

Volviendo a la novela de Cervantes, se nos hablaba de un ritual semejante. Pero como este autor, que luego se nos convirtió con esta obra en el padre mismo de nuestro idioma castellano, quiso pintarnos una escena de burla en serio, el futuro don Quijote no iba a ser ungido en un palacio sino en un mesón. No le acompañan princesas y duques, sino mozas de cuadra y cuidadores de establos. La espada debe haber estado hasta mohosa. Y, bueno, el futuro ungido tocaba su cabeza no con un casco, cual correspondía a las buenas formas, sino con un mero bacín improvisado. Entre bromas y veras, dando tumbos y levantando, vinimos a conocer nuestros enredos cotidianos, sus ceremonias y dislates. Y así fuimos creciendo hasta montar nuestros propios escenarios, con los que vamos transitando nuestros días.

Para mañana domingo (una fecha medio extraña, pero a buen seguro sancionada por los calendarios oficiales) los legisladores federales van a votar una reforma a la constitución en materia de energéticos, aplicada sobre todo al capítulo de la industria eléctrica. Se nos ha dicho que se trata de un renglón trascendente, pues su aprobación definirá si recuperamos la soberanía en dicho renglón económico, pues lo habíamos perdido, o si le seguimos como estamos.

Resulta un tanto extraño este juego de toma y daca en cuestiones tan trascendentes, como son los renglones estratégicos de la economía de un país. ¿Cómo pudo haberse escamoteado hasta despojarlo de su carácter soberano un renglón tan importante del trajinar ciudadano cotidiano? Hay asuntos que no pueden manejarse con la superficialidad con la que parece que se le dio hace diez años, en estos mismos espacios rectores de la vida nacional. Los legisladores del llamado Pacto por México nos dijeron que se trataba de cambiarle sustancia al texto de la constitución misma y que, para ello, llevarían a la plancha los reglamentos más importantes del país. Les llamaron reformas estructurales y le metieron cuchillo a la Carta Magna. Fue un trabajo de cirugía mayor. Le modificaron la letra a la constitución, porque en los hechos, mal ajo si le han guardado algún respeto, desde siempre.

Pues resulta que ahora que llegó la 4T, la bancada de Morena nos alecciona de nuevo con que en aquella cirugía los galenos en turno dejaron algodones y pinzas en el vientre del enfermo. No estábamos enfermos. Pero con un cambio de tal naturaleza nos metieron en tales danzas. Habrá pues que recomponer el cuadro y devolverle a estos filones de nuestra economía su carácter de estratégicos, que es lo mismo que recuperar la soberanía nacional ya enajenada. Se le ha dado mucho revuelo al asunto, como para meterse a explicarlo a detalle. Ya no es necesario.

Lo que estamos por contemplar para el día de mañana es el resultado final de este nuevo sainete. Por un lado, a la izquierda, votarán los legisladores de Morena y sus aliados. Defenderán la iniciativa que elevó AMLO al poder legislativo, haciendo uso de una de sus atribuciones como titular del poder ejecutivo. Su propuesta central consiste en recuperar el dominio de este renglón económico y le apostó al sentido patriótico de nuestros legisladores, al respeto a su investidura como representantes populares.

Hasta ahora se han pronunciado por el sí tan sólo los legisladores de Morena y sus aliados. Por el lado de los opositores tenemos a lo que llamamos popularmente el PRIANRD. Se trata en concreto de los tres partidos que formaron el engendro bautizado por ellos mismos como Pacto por México. (Ya hemos dicho muchas veces que ni la burla perdonan. Para muestras, un botón). El PRI era el gobierno. Lo había recuperado, pues doce años estuvo en manos del PAN, nuestra derecha recalcitrante. Ambos, de la manita, en un matrimonio de conveniencia, extraño, pero al fin de convenencieros, encabezaron la batucada. Se les unió, como tercero en discordia, un apóstol trece, el PRD, aunque no cupiera en el lecho. Una trinca confusa y descompuesta, a la que el público le volteó la cara seis años después, el 2018, mandándolos juntos los tres y de puntitas a las regaderas.

Ahora habla esta trinca infernal de que se opondrán con todo a la iniciativa de AMLO. Y que lo hacen por amor a la patria. Dicen que su voto obedece al interés nacional, para mantener compuesto lo que en los hechos vemos todos convertido en un verdadero desastre. Los discursos encontrados están a la orden del día. Y ambas partidas se concentraron ya para velar las armas. Mañana domingo se casa Benito. Ya veremos lo que nos depara esta nueva mascarada. No esperaremos mucho en saberlo.

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