Absurdo: agua de lluvia, al drenaje

Felipe Cobián Rosales
Porque la sed era permanente de mi rancho, donde llueve poco y no se conocían ni los tubos, por lo cual había que subir el vital líquido en hombros por una larga y maltrecha vereda desde la profundidad de una barranca, es que aprecio lo que vale el agua.
Para captarla limpia y pura, había que hacer pequeñas pilas en el tepetate del paredón, en la margen izquierda del río que solo escurre en temporada lluviosa, y esperar que se llenaran para echar viajes en cántaros, bules y otras vasijas. Afortunados los que tenían siquiera un burro para ayudarse. Nosotros no llegamos a tanto.
Desde aquella infancia en Los González, límite poniente del Llano Grande –“en Llamas”, lo bautizó Rulfo–, me acostumbré a recolectar en tinas, latas alcoholeras y tambos, la lluvia que cae sobre los tejados para ahorrarse subidas y bajadas al abismo de los veneros.
De esta forma, durante el temporal, teníamos agua para beber, lavar y, ocasionalmente, bañarnos para quitarnos aquella segunda piel terracota que nos dejaban las escurridizas aguas venidas desde la lejana sierra.
Conservo hasta ahora el hábito de captar algo de lluvia y aprovechar 150, 200, 300 litros que se juntan por tormenta en la tercera parte de la azotea de la casa.
Hay, sin duda, más personas que recogen así parte del agua que consumen. Imaginémonos qué cantidad almacenaríamos y cuánto dinero se ahorraría, si lo hiciéramos miles. Y cuánto más ahorraríamos a la naturaleza si recicláramos, en escusados y lavado de pisos, el agua turbia de las lavadoras. Se puede ahorrar hasta la mitad de pagos al SIAPA.
Ahora imaginemos cuántos millones de metros cúbicos se almacenarían, o inyectarían al subsuelo si hubiera presas, o gaviones siquiera en sus cauces, y pozos de absorción en cada boca de tormenta.
¡Cuántos daños e inundaciones se evitarían por corrientes que se embravecen sobre el gran impermeable de pavimentos y construcciones que antes fueron terrenos de cultivo y hoy son siembra de remedos de casas que impiden cualquier filtración al subsuelo!
De esta manera, cada temporada se desperdician estúpida e inmisericordemente millones de metros cúbicos que se van al contaminado río Santiago solo porque algunos pocos empresarios-políticos hacen negocios en torno de la riqueza hídrica de Jalisco. Son quienes impiden sistemas filtrantes y de captación para tamañas corrientes en calles citadinas.
Eso sí, el sistema gubernamental corrupto permite construcciones como los centros comerciales Plaza del Sol y Patria, sobre cauces que causan calamidades en cada temporal. Y no son males de antaño, son de ahora, como el de Patria que lleva dos inundaciones esta temporada.
Todo mundo sabe que el presidente municipal de Zapopan, Jorge Lemus, autorizó su ampliación y ahora propone, muy tarde, hacer una obra para retener las corrientes en el Ixtépete. Ayudaría pero no resolverá el problema cuya causa es la falta de honestidad.