AMLO y Alfaro, repelente similitud

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Se parecen tanto, son tan iguales, fuertes y en ocasiones sumamente ásperos, que en ellos se cumple a cabalidad la teoría clásica del magnetismo: cuando dos imanes se colocan con sus polos iguales enfrentados, ambos se repelen y de ahí se deriva una ley simple, que en el caso de algunos políticos aplica en plenitud:

1.- Los polos de igual signo se repelen.

2.- Los polos de distinto signo se atraen.

Les mueven propósitos similares: uno pretende llevar a cabo la “refundación” de Jalisco y el otro está obsesionado con la “cuarta transformación de la República”, presumiblemente equiparable a las etapas históricas que encabezaron Benito Pablo Juárez García, Francisco Ignacio Madero González y Lázaro Cárdenas del Río.

Los dos son controladores, dominadores, ejercen el poder de manera vertical: no tienen colaboradores, sólo subordinados, y quienes no se someten a su voluntad o sintonizan con sus deseos, se convierten en contrincantes que deben ser combatidos con vigor.

Comparten una singular repugnancia por las críticas y por sus críticos: para uno, algunos medios convencionales de comunicación -que en algún momento han expresado puntos de vista que le desagradan- son “basura”; para el otro son “prensa fifí”, sensacionalista y amarillistas, divulgadora de mentiras, en defensa de intereses perversos vinculados a poderes ilegítimos.

En el caso de Jalisco, sus alianzas legislativas -en particular con una complaciente fracción del PAN- le permitirán al infalible líder tener mayoría simple y calificada en el Congreso local, para llevar a cabo reformas constitucionales.

Igual, en el ámbito federal, con sus aliados y los votos en oferta de otras expresiones políticas derrotadas -como PRI, PRD y PAN-, el nuevo amado líder podrá sacar adelante reformas de gran calado que podrían modificar el andamiaje jurídico de la República.

Enrique Alfaro Ramírez, de Movimiento Ciudadano, será gobernador constitucional de Jalisco a partir del jueves 6 de diciembre del 2018; Andrés Manuel López Obrador, de Morena, se sentará en la silla presidencial a partir del sábado 1 de diciembre del 2018.

Ambos, personajes de piel sensible y frenéticos exabruptos de carácter, tendrán que buscar en lo más profundo de su inteligencia, las luces del equilibrio y el sano juicio, que les permitan cumplir sus responsabilidades de servir al estado y al país -respectivamente- con madurez, sensatez y generosidad, pensando sobre todo en la gente y en sus esperanzas de una vida mejor, menos ingrata y sacrificada.

Los dos presumen que les guía la buena fe; ambos se asumen como la última esperanza del pueblo,pero deberían tener presente que las buenas conciencias también se extravían, cuando sucumben a los arrebatados de un poder sin freno y sin contrapesos. Ambos se repelen, pero tendrán que encontrar un camino por el que puedan transitar juntos.

Es un mal signo de los tiempos que los autócratas, al amparo del respaldo de voluntades mayoritarias que presumiblemente los legitiman, pretendan imponer arbitrariamente su voluntad -por encima y al margen de las leyes-, como ilustran las vociferantes amenazas del recién electo nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro y las procacidades verbales del presidente estadounidense Donald Trump, quienes amenazan con aplastar a los medios de comunicación que discrepan y soncríticos, a los que etiquetan como mentirosos o como enemigos del pueblo.

 

CAMINOS IGUALES

El pasado primero de noviembre del 2018 la fracción legislativa de Movimiento Ciudadano presentó en el Congreso de Jalisco una iniciativa de reforma a la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo, con el propósito de crear -ajustada al deseo de Alfaro Ramírez- una “súper Jefatura de Gabinete” que supervisaría el trabajo de las cuatro coordinaciones generales con las que busca operar el nuevo mandatario a partir del jueves 6 de diciembre del 2018.

También se pretende formalizar jurídicamente las cuatro coordinaciones generales con las que pretende gobernar Alfaro Ramírez en una estructura vertical de control directo: la de Seguridad, la de Desarrollo Social, la de Crecimiento y Desarrollo Económico, y la de Gestión del Territorio.

La semana pasada fue distribuido entre los integrantes de la Comisión de Gobernación de la Cámara de Diputados de la federación la iniciativa de reformas a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, que confirmaría la creación de los “super delegados” de programas federales en las 32 entidades del país, según publicó el pasado domingo 11 de noviembre Grupo Reforma.

Estos “super delegados” quedarían formalmente adscritos a la nueva Secretaría de Bienestar, pero serían coordinados directamente desde la Presidencia de la República.

“Para el desarrollo y la implementación de las funciones descritas en este artículo, el titular del Poder Ejecutivo Federal contará con la Coordinación General de Programas para el Desarrollo, que quedará adscrita jerárquicamente a la Presidencia de la República”, indica textualmente la referida iniciativa.

Agrega: “Las Delegaciones de los Programas para el Desarrollo estarán escritos jerárquica y orgánicamente a la Secretaria de Bienestar y sus titulares serán designados por el titular de la Secretaría, a propuesta de la Coordinación General de Programas para el Desarrollo”.

Ambos, aunque en ocasiones vaya en contra de su propia naturaleza, deberían rendir culto devoto a la ley que hace libres a los hombres porque los protege y los defiende de la voluntad arbitraria de algunos individuos.

Como confesos y presuntos demócratas, cualidad que sólo podrán probar en los hechos concretos que dignifiquen su palabra, tendrán que propiciar y ampliar los espacios adecuados para que la gente pueda participar en la definición de las normas que regulen la vida social.

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