De nuevo la violencia. De nuevo Jalisco. De nuevo Puerto Vallarta. De nuevo las autoridades superadas y desconcertadas. Ahora fue asesinado en un ataque directo el exgobernador de Jalisco, Jorge Aristóteles Sandoval Díaz. El atentado se realizó en la madrugada de este viernes en el restorán-bar Distrito 5 en el destino turístico jalisciense.
Por lo pronto, lo que tenemos son muchas preguntas y una urgente necesidad de respuestas.
¿Quién está detrás del asesinato? ¿Qué motivos tendrían para ultimar al exgobernador? ¿Por qué limpiaron la escena del crimen? ¿Por qué no hay cintas de las cámaras de seguridad del lugar? ¿Por qué si Sandoval Díaz contaba con escoltas nadie lo acompañó cuando se dirigió al baño? ¿Cuál es el nivel de riesgo y amenazas en las que se encuentran funcionarios y exfuncionarios de todos los niveles de gobierno? ¿Se replanteará la estrategia de seguridad de los gobiernos federal y estatal frente al incremento de la violencia? ¿Se dará carpetazo al caso como sucede en miles de asesinatos en nuestro país?
Parece que ya nada nos sorprende. La violencia nos ha rebasado. Los altos niveles de inseguridad nos han arrinconado y quitado el aliento. Las autoridades de todos los niveles se miran superadas en su capacidad para detener la vorágine de casi cien asesinatos por día en la República mexicana. Hoy no solo fue asesinado el exgobernador en Puerto Vallarta, este viernes lo concluiremos con decenas de asesinatos en un sinnúmero de ciudades, y mañana tendremos una realidad similar a la de hoy.
La violencia se instaló en el corazón de nuestra sociedad desde hace muchos años, y hoy, no hemos construido la puerta que nos permita salir del iracundo y destructivo laberinto en el que hemos convertido a nuestra sociedad.