Carrillo Gil, coleccionista y mecenas.
Silvia Patricia Arias Abad
Álvar Carrillo Gil (1898-1974) fue un médico pediatra nacido en Opichén, Yucatán, en donde ejerció la medicina durante la primera etapa de su vida como galeno rural. Perteneciente a una clase social privilegiada, por la posibilidad de haber recibido una buena educación, fue merecedor de reconocimiento por su desempeño en el ámbito médico, lo que lo llevó a relacionarse con un sector cultural y artístico destacado de su época, más especialmente cuando se traslada a la Ciudad de México para seguir desarrollando su profesión.
Es en este período donde conoce a personajes como José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, con los cuales desarrolla una amistad que perduraría hasta el final de su vida. En una fotografía que se exhibe actualmente en el Museo que lleva su nombre, se observa a Carrillo Gil en la zona de visitas de la penitenciaría de Lecumberri junto a Siqueiros y su abogado, lo que refleja el nivel de cercanía y los fuertes lazos amistosos que mantenía con el muralista.
Es a partir de esta profunda relación con los grandes pintores de la primera mitad del siglo XX, aunado a su gran amor al arte, que Carrillo Gil comienza con la adquisición de sus primeras piezas. En 1942 inició su amistad con José Clemente Orozco. Es precisamente con una de sus obras como originó su colección, específicamente con un dibujo llamado: “La Chole”. En ese momento, Clemente Orozco era un joven artista poco conocido, por lo que casi nadie compraba sus producciones. A pesar de ello, esta adquisición fue el parteaguas en la vida del médico pediatra, que muy pronto se convertiría en uno de los mayores coleccionistas de arte de nuestro país, apoyado siempre por su esposa Carmen Tejero.
Conforman su acervo obras de Orozco, Rivera, Siqueiros, Gerzso, Paalen, Tamayo (obras que después de un desencuentro con el pintor, Carrillo decidió vender), José Luis Cuevas, entre otros. La selección la conforman obras de carácter provocador y críticas de las condiciones sociales de la época, por lo que su colección la forman diversos tipos de expresiones artísticas, así como diferentes técnicas. Se encargó de comprar obras en caballete, fotografía, litografía, serigrafía, escultura, collage. No hay que dejar de lado que el propio Carrillo Gil se dedicaba también a la pintura y sus obras son expuestas en el museo que lleva su nombre.
Es interesante señalar que Carrillo Gil abrió la puerta a muchos jóvenes artistas, quienes, sin el primer apoyo del coleccionista, posiblemente nunca hubieran vendido su primera obra. Es así, como también dio inicio a la vida pública de Carrillo Gil, pues su contacto con funcionarios del sector cultural, políticos y artistas le dieron un toque particular a su colección, la cual siempre estuvo ligada a las condiciones sociopolíticos del México de mediados del siglo XX, otorgándole al coleccionista y mecenas un lugar preponderante en la escena cultural y artística de la época.
La colección artística de Álvar Carrillo Gil responde a un particular modo de ser del médico-coleccionista-pintor, respondiendo a una serie de intereses histórico-sociales en las cuales estuvo inmerso y que, entendiendo su carácter, no podía quedarse ajeno a lo que estaba ocurriendo en su contexto. No se puede dejar de lado el papel preponderante que tuvo en la conformación y articulación de una identidad de lo que en ese momento se iba construyendo como una “forma estética mexicana”.
Las obras que obtenía iban variando en el motivo de su adquisición. Dependiendo de los intereses histórico-sociales de Carrillo Gil, los contenidos de su colección perfilaban no solo la identidad del propio coleccionista sino también los acontecimientos sociales que consideraba trascendentales en ese momento. Su colección artística no tenía como objetivo mantenerse dentro de las paredes de su casa, sino que la intención de Carrillo era compartirla con la población mexicana. Su oficio de coleccionista lo compartió también con su papel de curador y gestor cultural, lo que le permitió organizar de primera mano exposiciones en las que tenía un interés particular.
Si bien es cierto que Álvar Carrillo Gil fue un coleccionista y amante genuino del arte, no podemos dejar de lado su también genuino interés por la notoriedad pública. No concebía su actividad como ajena a los intereses públicos ni tampoco ocultaba su apego al nacionalismo oficial, lo que lo llevó a ser un polemista que entraba de lleno a las discusiones intelectuales y políticas de su momento. Su participación activa en los círculos culturales, artísticos y políticos le facilitaron su intervención en la divulgación de los movimientos socioculturales de la época, a través de artículos en revistas y en libros, donde ponía de manifiesto su compromiso con el progreso y desarrollo de la vida cultural del país.
Sin más, se puede decir que la personalidad y la intensidad de Álvar Carrillo Gil quedan evidenciadas no solo en el conjunto de su colección, sino en la estructuración y conformación de su propio museo: el Museo de Arte Carrillo Gil. Su colección está integrada por más de 1,400 piezas que describen la historia de las artes plásticas del México moderno. El recinto museístico alberga la Colección Carrillo Gil, que, a partir de los acuerdos firmados en 1972, cuando el coleccionista donó su acervo al país, los cuales advierten que las piezas no deben ser usadas o servir a otros propósitos y que el museo será el albergue de la Colección Carrillo Gil. El museo finalmente se inauguró el 30 de agosto de 1974, por lo que este año se encuentra cumpliendo su 50 aniversario. Cinco décadas de historia en donde el Museo de Arte Carrillo Gil se ha consolidado como un espacio fundamental, dedicado a la preservación, desarrollo y difusión del arte nacional de los siglos XX y XXI. Pero lo que se puede encontrar en él y que nos permite asegurar que es un espacio que debe ser visitado y admirado, será materia para nuestra siguiente entrega…