Carta del lector:
A propósito del artículo: La palabra Democracia, en Atenas.
Siempre que se habla de democracia se alude al origen etimológico de la palabra. Se le define como “el gobierno del pueblo” y, se le añade, “para” el pueblo. Sin embargo, definir la palabra no define al pueblo. Dice Aníbal Ponce en su historia de la educación titulada Educación y lucha de clases, que en el siglo V antes de Cristo, el siglo de oro de la fulgurante Atenas, el “pueblo” lo componían los “ciudadanos”. En ese tiempo en dicha ciudad existían 220 mil esclavos o hilotas, 100 mil industriales y comerciantes o periecos. En total 320 mil que no eran “ciudadanos”. Y las mujeres ni en la estadística aparecen.
El “pueblo” ateniense con los privilegios de la ciudadanía se componía únicamente de 9 mil. Sólo hombres y libres. A partir del siglo XVII que empieza a forjarse el mito del progreso sobre los cimientos del mercado, los filósofos, los “hacedores de mitos”, construyen el nuevo universo simbólico para legitimar el nuevo orden social que entierre al feudalismo. Se construye un nuevo orden político para deslegitimar al absolutismo de sangre o herencia. Así aparece poco a poco otra vez la figura política y jurídica del “pueblo” o “ciudadano”.
USA se proclama en el siglo XVIII como la primera federación política “democrática” en la que el pueblo se compone sólo de propietarios blancos del género masculino. Hoy el concepto de “pueblo” se extiende teóricamente a todo mundo, pero de facto el poder está en el mercado, en el dinero, en una oligarquía que tiene en sus manos el neuromarketing: medios de comunicación masiva al servicio del manejo de las conciencias. ¡Hay tanto por discutir sobre el rumbo de esto que llamamos “democracia”!
La igualdad, base de la democracia, se exige en todas las áreas e instancias de la vida social, lo que desquicia el antiguo orden social de las jerarquías. Se exige igualdad entre hombres y mujeres, entre padres e hijos, entre maestros y alumnos, entre cónsules y embajadoras. En fin, a ver en qué para esta utopía de la nueva democracia.
José Luis Pardo Ruiz
Las invenciones de la democracia:
Abordar el asunto de la democracia en su ciudad natal, Atenas, nos lleva a abrir un abanico de múltiples datos. Y de muchos de ellos no poseemos ni idea clara o información sólida. Aprovecho este espacio para incorporar un listado de las modificaciones, sobre las que habría que enfocar la lupa para entender mejor este fenómeno.
Hasta Clístenes (514 – 508, a.c.) existía en Atenas, como en gran parte del mundo antiguo, el atávico derecho de sangre (jus sanguinis), para ser considerado ciudadano. Tras la revolución de Clístenes se reordena el cuadro con la introducción del derecho de piso (jus soli), criterio territorial que implica una reforma de fondo al asunto. O sea, se dio un viraje en el criterio para otorgar el derecho o la pérdida de ciudadanía. Así se dio el arranque de esta invención, de que aquí se habla. Va enseguida un listado no exhaustivo de conceptos clave para manejar el asunto histórico del fenómeno de la democracia en Atenas.
- a) Para las ciudades: La eleutería: independencia / libertad total; la autonomía: independencia dentro de la liga de confederados; la soberanía [arjé: imperium, señorío, dominio]; el sinecismo; sin agotar la lista.
- b) para los ciudadanos: la isonomía, la isagoría, la antagoría, el mystos (retribución por desempeñar servicios públicos), el haba (derecho universal al sorteo para desempeñar cargos públicos, sean magistraturas, judicaturas, o de coreutas [mayorazgos]), la koinonía, la parresia, la grafé paranomos, el ostracismo y la amnistía, que vendrían a ser sus invenciones más trascendentes. No todas nos resultan actualmente conocidas.
Espero ampliar esta información para los amables lectores de la sección Garbanzos de a libros de nuestra revista Partidero, en una contribución futura. Gracias.
Juan M. Negrete