Colima, con la tasa más alta de homicidios, perdió la paz

Partidiario

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Colima, ciudad y estado otrora prósperos y tranquilos, con uno de los más bajos índices de desempleo (3.4%) y analfabetismo de 2.7%, de acuerdo con datos del INEGI y el INEA, respectivamente, ha ido perdido la paz de manera acelerada, desde hace menos de un lustro y escandalosamente desde hace dos años y en las últimas semanas, o días, con el hallazgo de una fosa clandestina con alrededor de siete decenas de cadáveres.

De acuerdo con una información publicada este lunes 18 por El Financiero, los municipios de Ixtlahuacán, Armería y Tecomán ocupan, en América Latina, el primer lugar –y tal vez en el mundo– por el número de muertos a causa de homicidios dolosos por cada cien mil habitantes.

La tasa de asesinatos intencionales en esas tres demarcaciones colimenses en 2018 fue, por cada cien mil personas, de182 en Ixtlahuacán –lugar en donde fue ejecutado, incluso, el presidente municipal Crispiín Gutiérrez el 20 de octubre de 2017–; 179 en Armería y de 170 en Tecomán, en donde recientemente se ubicó, en la comunidad de Santa Rosa, medio centenar de sepulturas en tierra bruta con un total de 69 cuerpos.

De acuerdo con la misma nota, el número de asesinatos por cada cien mil habitantes fueron: Caracas, Venezuela, 111.1; San Pedro Sula, Honduras, 105; Natal, Brasil, 102.5 y San Salvador, El Salvador, 102. Esto de acuerdo con estadísticas de 2017.

¿Pero dónde pudo tener su origen este tsunami de posibles ajustes de cuentas? No se sabe.

Puede deberse a tres factores. El primero, que desde hace años se había señalado repetidamente a Tecomán como un centro de producción importante de estupefacientes sin que nadie atendiera.

El segundo, su cercanía con la, por tantos años, abandonada e incomunicada zona costera y Tierra Caliente de Michoacán, muy destacados en la producción y trasiego de enervantes. Ahí nacieron varios destacados cárteles.

El tercer factor, y no sé si sea el más sobresaliente ahora, es el puerto de Manzanillo, a donde llegan por mar, desde todos los confines del mundo, particularmente del Oriente Lejano, los componentes, reactores y o precursores químicos para la fabricación de un gran número de estupefacientes sintéticos, y es un punto en donde, sin duda, confluyen grandísimos intereses de más de un cártel de la droga, y esto pudiera incidir, de manera decisiva, en esa violencia incontenida hasta ahora, sin que autoridad alguna haya atendido la posible clave, y enclave, de todo este mal.

Todo lo anterior es lo que ocurre ahora.

¿Y qué hubo antes o hay todavía? El asunto político, no sin mezcla del económico, claro está.

De siempre, el estado de Colima ha sido, hasta nuestros días, ese enclave invencible del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el que la lucha por el poder, incluso hacia el interior del mismo organismo, para nada es pacífica, sino todo lo contrario, hasta sangrienta, por el control del poder y la prevalencia de la corrupción, con todo lo que trae consigo, hasta el posible involucramiento en negocios del bajo mundo.

Esa lucha se remonta hasta el 18 de septiembre 1973; cuando estaba a días de asumir la gubernatura, murió sospechosamente el maestro rural Antonio Barbosa Heldt, aunque oficialmente se habló de un suicidio.

Pero ya entrado este siglo, el gobernador Gustavo  Vázquez, quien llegó al gobierno estatal en 2003, después de dos elecciones, una normal y otra extraordinaria luego de que los panistas impugnaron la primera, presuntamente manipulada por su antecesor en el cargo, Fernando Moreno Peña, murió el 24 de febrero de 2005 al estrellarse su avioneta en Michoacán en un vuelo entre Colima  y la Ciudad de México. Se dijo entonces que el accidente se debió a un atentado, pero no se dijo más.

Silverio Cavazos lo sucedió en el cargo (2005-2009) para completar el periodo anterior.  Su elección tampoco fue limpia, según la cuestionó su contendiente de Acción Nacional, José Luis Preciado, quien imputó a Moreno Peña haber provocado un fraude en el que hasta los muertos votaron, donde la diferencia de sufragios fue de apenas 500.

Silverio fue ejecutado afuera de su casa el 21 de noviembre  de 2010, un año después de haber concluido su mandato. Después del hecho, su viuda, Idalia González, acusó a Moreno Peña, quien había obtenido el Poder Ejecutivo estatal (1997-2003) con un reducido margen frente a Enrique Michel Ruiz, del PAN.

La violencia en Colima ha venido aumentando de manera exponencial desde hace años.  Así, se convirtió el año pasado en el estado con más asesinatos en el país.

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