De los museos y la apreciación artística

De los museos y la apreciación artística

Silvia Patricia Arias Abad

El museo se entiende como el espacio aislado y atemporal donde se producen experiencias artísticas, la contemplación estética se enmarca a través de él. Si bien es cierto que cada espacio museístico es diferente, la mayoría de ellos se envuelven en un halo de solemnidad. Giorgio Agamben en El Hombre sin Contenido, lo describe como el espacio donde el arte ya no informa la vida; en el museo la obra de arte sufre un encanto que la mantiene separada de la vida, y a su vez la vida se retira de la obra. La posibilidad de la apreciación estética se da en la manera en que el espectador se interrelaciona con la obra en ese lugar, de por sí, ya inmerso en un ambiente que invita y obliga a unificarlos en un vínculo de complicidad.

Sin embargo, actualmente la experiencia museística, más allá de estar acompañada de un proceso de conservación y mantenimiento de la obra artística y sobre todo después del advenimiento de las redes sociales y el uso de los celulares, no hay duda de que la relación del sujeto contemplativo y  la obra de arte se ha transformado. El museo, los museos, son observados como centros de un espectáculo único, donde no necesariamente prima el interés por apreciar la belleza del arte, sino de ser partícipe del encuentro primario con la obra. Se anhela que este encuentro sea en privado, que se tenga la posibilidad de relacionarse más íntimamente con la obra, tenerla sólo para sí mismo y para nadie más. pero la masificación lo imposibilita. Es evidente.

La experiencia museística no sólo incorpora la relación final del artista con la obra, sino que parte del contacto con el espacio museístico en sí y todo lo que éste implica: una relación de complicidad con lo que ahí dentro “está”. Sin embargo, no solo lleva implícita la vivencia del interior del espacio atemporal, aún más, con el propio museo como objeto de contemplación. La necesidad de los mercados del arte, porque el contenedor y no únicamente lo contenido puede ser considerado a los ojos del espectador como digno de admirarse desde un sentido profundamente artístico, estético. Por tanto, la apreciación artística no comienza en el momento en el que se discurre por el interior del museo; además el primer contacto visual y físico con el contexto arquitectónico, que es considerado como los límites físicos del museo, tienden a colaborar para que el visitante, el espectador como buscador de la experiencia estética inicie su proceso en el momento mismo en que sus ojos se encuentran con el museo en sí.

El proceso del mercado museístico se ha dado cuenta de que efectivamente la experiencia artística en los museos comienza con el impacto que puede generar o no el mismo complejo arquitectónico, en ocasiones construido y diseñado ex profeso y en otras, adaptado de acuerdo al “tipo” de contenido artístico y acoplado a la intencionalidad estética que se desea generar, el acoplamiento del contenedor con lo contenido. Este primer contacto externo con el museo puede ser determinante para el proceso ulterior que se puede producir en el espectador en forma de deseo artístico.

Sin embargo, aunque pareciera que el museo y su relación con el visitante-espectador se limita a ser un espacio de encuentro artístico, no podemos dejar de lado que los museos son al mismo tiempo, redes en donde se tejen intereses más allá de lo meramente estético. En ellos discurre -en ocasiones no visible para todos- intercambio de información, diálogos entre creadores, sus respectivas obras, relacionándose a través de cargas semánticas distintas.

Sin duda, la experiencia museística en la actualidad es muy diferente a la de hace algunos lustros. Con la llegada del internet, las redes sociales, dispositivos móviles y celulares cada vez más sofisticados, capaces de capturar las imágenes de las obras artísticas más importantes del mundo y hacerlas circular en un santiamén, ha cambiado el modo en que el espectador contempla el objeto artístico, en ocasiones, más ocupado en capturar la imagen que en contemplar estéticamente la obra, antes de que la masificación arruine el momento. Pero este será otro tema…