El contradictorio AMLO

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Felipe Cobián Rosales
A ratos no sabe uno a cuál Andrés Manuel López Obrador atenerse uno: si al que habla como presidente, como estadista, o al que a veces, sobre todo ante multitudes, diserta como si aún fuera candidato.
Ante un grupo pequeños, de empresarios, por decir algo, dice una cosa y ante el público, a veces parece contradecirse. O de plano lo hace, de tal suerte que no se sabe bien a bien cuál será la orientación de su gobierno una vez asumido el poder.
Nunca se sabe con exactitud qué es lo que quiso decir en algún discurso o entrevista, y si lo hace intencionalmente, o no quiso, o no supo, de momento, cómo responder ante tales o cuales cuestionamientos o circunstancias. En ocasiones resulta una incógnita.
Así sale al paso con cualquier actitud ante lo que debe ser una respuesta: “corazones, corazoncitos”. O con un beso a la reportera que le preguntó sobre las elecciones en Baja California. La reportera interpretó la acción como falta de respeto.
Lo de “corazoncitos”, fue la réplica del electo a reporteras que le interrogaron sobre la corrección de la plana a los legisladores que, por la mañana le negaron licencia al senador Manuel Velasco Coello para volver a Chiapas como gobernador interino de sí mismo, para regresar pronto al Senado.
Luego se conoció el caso de los cinco diputados esquiroles que pasaron de verdes a morenos para hacer mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.
Ya abierto el camino de jugar con las leyes, podrá suceder igual en cualquier circunstancia.
Hace una semana se dio la sorpresa que, quien va a barrer con la corrupción, exoneró de culpa a la secretaria peñista, Rosario Robles Berlanga, señalada del desvío de cientos de millones de pesos mediante una simulada red de servicios en complicidad con universidades oficiales y el dinero nunca llego a las comunidades necesitadas, menos a las personas. Fue la “Estafa maestra” que se atribuyó la inmediata antecesora de AMLO en el gobierno del Distrito Federal.
Andrés Manuel dijo que Rosario es un chivo expiatorio de “la mafia del poder” y de prensa “fifí que le gusta hacer circo a la gente”.
De paso perdonó a los peces gordos, “a los famosos (…) “no vamos a perseguir a nadie, no vamos a hacer lo que se hacía anteriormente que había acto espectaculares”, cuando se agarraba hasta cinco chivos expiatorios.
Añadió entonces que su fuerte no es la venganza. Pero, hacer justicia ¿es venganza? Una cosa es la venganza y otra, muy distinta, es la justicia, única vía para que en realidad se logre transformar al país.
Quien piense en venganzas no podrá ser justo.
La destitución e inhabilitación -¿negociada?- del vocero de Rosario, Gustavo Rodríguez González, el 26 de septiembre por el desvío de 175.4 millones de pesos, ¿significa que ahí para todo? ¿Será el único culpable de aquellos y otros desvíos?
Antes la postura lópezobradorista de perdonar anticipadamente, la oposición juzga que hubo y negociaciones con el gobierno de Peña Nieto para no castigar a los auténticos responsables de la corrupción en su sexenio.
Se presume que quienes ocuparon puestos inferiores serán los que paguen los platos rotos.
Dice el Talmud, libro sagrado del judaísmo: “Quien es misericordioso con los malvados, acabará por ser cruel con los misericordiosos”.

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