El día del chacal
Juan M. Negrete
Aunque uno no quiera hacerlo, por dedicar la atención al acontecer político nuestro de manera exclusiva en estos renglones, ésta vuelve su mirada a algún acontecimiento mayúsculo como el que acaba de acontecer con nuestros vecinos gringos. Eso de que haya habido un atentado en contra de la vida de uno de los dos candidatos en lucha por llegar al control de las decisiones más importantes de ese país, no nos puede pasar desapercibido.
Es lo mismo que nos ocurre cuando tenemos algo inusitado en casa y los medios de por allá le dan entrada y lo vuelven nota internacional. Nos gustará a los de aquí o no el trato y el seguimiento que le den, pero se ocupan de ello y no puede ser de otra manera. Por supuesto que tiene que ser un asunto relevante y, para decirlo a tono, fuera de serie. Un ejemplo vino a ser primero la postulación de dos mujeres para ocupar la presidencia nacional en nuestro país y luego el triunfo de una de ellas. En otros lares se insistió en que tal acto reventaba el machismo mexicano y otras lindezas más. Se ocuparon en decir lo que les vino en gana, pero se ocuparon y ya.
Pues así nosotros ahora nos vemos obligados a volver el rostro y a ocuparnos de hablar sobre el atentado que a punto estuvo de sacrificar la vida de Donald Trump, el candidato del partido republicano. Están nuestros vecinos entrando apenas en la dinámica de las campañas electorales abiertas. Viene pues el jalón final que les llevará a tomar la decisión de elegir a uno de los postulados que les aparecerán en sus boletas de sufragio y llevarlo al trono por los cuatro años que vienen. El atentado, para fortuna del rubio desparpajado, no logró su cometido final de ultimarlo y eliminarlo del escenario electoral. Al contrario, parece haberle catapultado.
Lo que nos llegó como nota a consumo mundial fue que el personaje estaba perorando, muy a su estilo de retórica exagerada, en contra del fenómeno migratorio. Como nuestros paisanos ocupan en este asunto un lugar preponderante en el flujo de personas del caso y la frontera de nuestro país es el escenario central de este fenómeno, está claro que, si el asunto es una complicación nacional gringa, de alguna manera nos involucra también a los mexicanos y no de forma meramente contingencial.
Estaba pues el candidato trepado en una prominencia dando blanco o convertido en diana perfecta de un tirador que le apuntaba para lograr ultimarlo de un plomazo. El disparo salió de la barraca en la que el francotirador accionó su arma. Pero justo en tal momento, en cuestión de fracciones de segundo, Trump viró el rostro. Eso hizo que la pelota oval de su cráneo achicara o redujera su espacio. La bala no hizo el blanco perfecto para incrustarse en su objetivo, sino que apenas rozó la oreja del candidato. Es decir, fracasó en ultimarlo. O bien, con apenas un rasguño, Trump salió ileso de una trampa mortal.
El hecho, expuesto de manera tan cruda, hizo traer a la memoria de este redactor, los momentos finales de un atentado que sufrió el presidente francés Charles de Gaulle, allá por los años sesenta si no va mal el dato, y que fue llevada a la pantalla con el nombre del título que le damos a la columna presente: El día del chacal. Por supuesto que fue un filme exitoso de manera mundial y que fue exhibido tal vez en todas las pantallas del mundo. Se centra, más que nada, en los avatares que el francotirador va superando uno a uno con enorme suerte y fortuna; exhibe la nulidad de sus persecutores para evitar que llegue a su destino y consiga su objetivo que es el de eliminar al presidente francés. Si superó con tanto éxito todos los obstáculos y lo puso la suerte en la posición perfecta para clavar el tiro mortal en la nuca de su blanco elegido, una leve flexión del presidente francés para condecorar a un veterano chaparrito sacó de la mira justo al momento mismo del disparo mortal la cabeza de De Gaulle y éste salvó la vida. Es más, ni siquiera se enteró de que habían atentado contra ella.
El asesino iba a cargar de nuevo el arma, pues en el fusil llevaba un solo tiro de carga. Pero ya no tuvo tiempo. Habían dado con él los guardianes del orden y estaban a unos pasos de arribar al escondite perfecto elegido por el asesino. Entraron al cuarto e impidieron el segundo disparo, acabando más bien con su vida. Es una da las películas clásicas que se pueden recomendar para reconstruir este tipo de atentados y someterles a estudio.
La suerte del tirador que atentó contra la vida de Trump es más o menos similar a la que corrió el famoso chacal fílmico. Entró su imagen, ya como francotirador apostado, en la mira de los francotiradores del servicio secreto que cubren la seguridad de estos hombres públicos en tales eventos. Lo que resulta un tanto extraño en tales reportes que se han filtrado es el dato de que, a pesar de haberlo descubierto, logró tener tiempo suficiente el muchacho para lanzar su venablo mortal contra su presa.
Fue todo. El viraje afortunado de la cabeza de Trump le salvó la vida al candidato. El tirador ya no tuvo tiempo de accionar de nuevo su arma, pues las miras de los tiradores del servicio secreto fueron accionadas y ellas sí dieron en el blanco del chavo matón. Un matón que fue muerto tras haber fallado en su atentado, igual que en la famosa película ya mentada. Para la historia.