El gobierno de AMLO no creará otro Fobaproa

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Jesús Morales Tolama    fobaproa

 

 

No es tarea fácil hacer coincidir los mismos satisfactores de todos; no es fácil tener los suficientes recursos para dejar conformes a pobres y a ricos por igual.

Andrés Manuel López Obrador atraviesa una etapa difícil de gobierno, que ni en el peor de los escenarios en la toma de posesión pudiera uno haber imaginado. Nos cayó la desgracia, más grande que lo que significaba el autoritarismo de Trump y más feroz que la oposición. Un virus inimaginable, apenas hace unos meses, que inmisericorde golpea lo mismo a los grandes que a los pequeños, a los ricos que a los pobres.

Esta desgracia que viene de Oriente, de muy lejos, pero que la tan orgullosa globalidad hizo que llegara tan rápido, como su devastadora presencia en los países a los que ha invadido.

México es víctima de esta pandemia, que viene acompañada de ver la realidad de el sistema de salud del país, abandonado y dejado a su suerte por décadas, utilizados los recursos como caja chica de gobiernos saqueadores, como mascarada para anuncios mediáticos de relumbrón, con inauguraciones falsas de centros hospitalarios, sólo para la fotografía del quedar bien; finalmente pocos, muy pocos, se iban a ir a las comunidades a comprobar que el plan de ampliación y mantenimiento hospitalario se hubiera cumplido.

Ahora se da cuenta de elefantes blancos, de edificios en ruinas, de muchos de los que deberían haberse convertido en la solución de lo básico que es la salud. Pero no queda sólo en eso: hospitales desmantelados, que bien nunca fueron equipados o que sus equipos fueron sacados de los mismos, o nunca le dieron el mantenimiento necesario para quedar inservibles; más aún, sin el personal médico que se encargará de dar uso a esas instalaciones, pero sí con salarios pagados a fantasmas, “aviadores”, en el lenguaje común. Si los había, no tenían los recursos suficientes para la adquisición de los insumos.

Hoy, los que más tienen son los mismos que se enriquecieron con beneficios de un sistema corrupto, que les pagaban sin hacer nada o por simular que hacían. Cómplices de funcionarios que creían nunca sería descubierto su inhumano saqueo a la necesidad básica de la población: la salud.

Ante lo anterior la situación económica se ha visto afectada, las necesidades crecen, mientras los recursos se ven mermado, todos quisieran que el gobierno llegará a su rescate, pero los recursos no son suficientes para apoyar a todos los sectores.

Ante esta disyuntiva, el presidente actual no se traiciona a sí mismo, no recurre a la solución simplista y fácil, que además pocos resultados dio en su momento, el del endeudamiento con el extranjero. AMLO no se traiciona. Lo digo porque fue de los más férreos opositores de la creación del Fobaproa. La disciplina fiscal del actual gobierno le ha permitido ahorros que, aunados a la utilización de fideicomisos no transparentes que no soportan la prueba de una auditoría, dado su origen y aplicación de los recursos, le permiten al gobierno afrontar la crisis, con recursos que le permitan aplicar su política de gobierno: apoyo primero a los pobres, a los que menos tienen. No es una ocurrencia, es su oferta de gobierno desde hace veinte años.

Crear un Fobaproa ¿para qué?

Para que los jóvenes, los de alrededor de 30 años, que no nacían aún, tuvieran una carga en su vida: pagar una deuda que ni les benefició ni tampoco sabían el porqué.

A los que tenemos mayor edad nos tocó ver cómo se firmaba un programa de rescate para los banqueros, no para los ciudadanos. A los ciudadanos les quitaron sus bienes, casas, autos, que les habían sido ofrecidos mediante créditos otorgados por los bancos, y aun cuando se dio el apoyo a los banqueros, no rescataron sus casas y sus bienes los usuarios de la banca.

Se rescató a los banqueros, pero no a los usuarios, que fueron víctimas de las mismas instituciones bancarias y de los despachos de abogados, con acoso diario y a diferentes horas, incluso en las noches, para el cobro de cantidades de dinero prácticamente impagables, hasta hacerlos perder sus bienes. Las cantidades exigidas salían de sus posibilidades de pago. Renegociaciones leoninas, con banqueros ricos y usuarios pobres, que perdieron sus bienes que eran su patrimonio.

Esos beneficiarios que aún sin tener claro el porqué, siguen cobrando y lo harán por los próximos 50 años.

Muchos de ellos piden ser rescatados al día de hoy, vía sus empresas u otros negocios, con el cinismo de seguir cobrando mucho más del dinero que perdieron en su momento, pero que sacaron provecho de la crisis y de la complacencia de gobernantes cómplices de  tan descarado atraco.

Fueron millones de ciudadanos los que firmaron en contra del rescate. Por experiencia lo digo, cuando acudimos a la recopilación de firmas de inconformidad.

El actual gobierno, con sentido social, se niega repetir tan negra página de nuestra historia económica.

Es un rotundo no al rescate de empresarios. El gobierno prefiere destinar los recursos que tiene a los pobres, a los que menos tienen, a los comerciantes de la pequeña y mediana empresa.

Andrés Manuel López Obrador, en pocas palabras, es congruente con el discurso que desde la oposición manejó, y ahora que tiene la presidencia de la República no va a endosar a la población las pérdidas, ni a socializarlas. No heredará una deuda para las próximas generaciones, como la que ahora vivimos.

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