Partidiario
Criterios
Aquella aciaga tarde del 23 de marzo de 1994, el vuelo 922 de Mexicana de Aviación estaba a más de diez minutos de llegar a Hermosillo, Sonora, para hacer una escala antes de terminar en el aeropuerto de Mexicali, procedente de la capital del país, cuando el procurador general de la República, Diego Valadés, ya tenía rato de haber arribado a Tijuana.
Aunque el titular de la PGR voló en avión especial de su dependencia, el exgobernador de Baja California, Ernesto Ruffo, nunca se ha explicado cómo fue que llegó tan rápido el enviado directamente por el presidente Carlos Salinas de Gortari.
El mandatario panista bajacaliforniano (primero en ganar una gubernatura al PRI) iba en aquel vuelo comercial que ya descendía para su escala cuando vía skytel le dan la noticia de que acababan de atentar gravemente en contra de Luis Donaldo Colosio Murrieta en la hundida colonia Lomas Taurinas, colindante con el aeropuerto, en donde sólo se escuchan, sin verse, los despegues y aterrizajes.
Casualmente, aquel día casi todos los gobernadores del país habían tenido una reunión de trabajo en la Ciudad de México a invitación del secretario de Gobernación, Jorge Carpizo.
El actual senador Ruffo llegaría a su destino aproximadamente una hora, hora y media después. Ahí mismo abordó una avioneta que lo llevaría a Tijuana, a donde llegó no antes de haber hecho acopio de información de lo sucedido al candidato y hasta había logrado entablar conversación con Salinas desde el aeropuerto de Hermosillo, luego de varios intentos frustrados que hizo desde la nave.
Valadés llegó con la espada desenvainada y arremetiendo:
“El primer momento que veo a Diego Valadés en Tijuana es un tanto infortunado, porque lo primero que me reclama es que nosotros somos culpables, refiriéndose a que la primera oleada de información que le habían dado es que se trataba de policías judiciales estatales”.
La confesión me la hizo en Baja California, poco antes de cumplirse el décimo aniversario del homicidio de Colosio, para una edición especial de la revista Proceso y de la que aquí entresacamos a continuación algo de lo más destacado de ese encuentro:
–¿Por qué Baja California? ¿Crimen inducido?
–Claro que fui el gobernador en el momento en que falleció y soy directamente aludido en la pregunta. Lo que debo decir es lo que sucedió desde el inicio, y lo que dejamos en claro fue que no tuvimos ninguna participación en los sucesos, excepto la de que el hecho se dio en nuestro territorio. En los primeros momentos hubo quienes, autoridades, que acusaban a las autoridades de Baja California, a expolicías estatales. Afortunadamente hubo información en los sucesos del día que exoneraron a Baja California y a sus autoridades; sin embargo, no fue suficiente para aclarar el homicidio de Luis Donaldo.
–¿Habría propósito de enlodar su imagen, de su gobierno?
–Al menos las personas que andaban en el lugar de los hechos, en el mitin, fueron las primeras en gritar que habían sido policías y expolicías estatales, que habían sido los panistas. Si no hubiera habido policías del estado ahí en el lugar de los hechos mezclados entre la población y un pelotón del Grupo Táctico Especial (GTE) municipal de Tijuana, que tuvieron pruebas de los primeros hechos, y el que los mismos integrantes del Estado Mayor Presidencial hayan capturado al homicida, aunque en las primeras discusiones (con los del GTE que, vestidos de civil, los interceptaron cuando llevaban a Mario Aburto Martínez detenido) se identificaban como miembros de la PGR.
“ Entonces, de ahí empezamos nosotros a aclarar los sucesos directos del homicidio y cómo había tenido qué ver este personaje que se declaró homicida, Aburto, lo que permitió a las autoridades locales dejar claro que no había nadie del estado ni de su gobierno, ni de grupos ligados a Baja California, que tuvieran qué ver con lo que lamentablemente sucedió”.
–A la distancia, ¿cómo interpreta la reacción de Salinas cuando usted logró hablar con él tras el asesinato?
–Cuando hablo con el presidente Salinas, que fue del aeropuerto de Hermosillo, yo le expresé lo que le dije entonces a Proceso, que yo me comprometía a conducir personalmente la investigación (…) y él me contestó: ´No hace falta, gobernador, acabo de ordenar la facultad de atracción para que sea el Ministerio Público Federal el que se haga cargo del asunto. Me dijo que ya Diego Valadez se encontraba aquí en el estado. Bueno, entonces allá voy y lo veo. Claro, yo llego y lo primero que hago es buscar a mi procurador para que me diese el informe, ya me había dado bosquejos por el celular.
–¿Y qué sucedió con el procurador general Valadés?
–Veo que llega en ese momento (a su despacho en Tijuana) y me reclama que los policías judiciales del estado estuvieron involucrados. Lo acompañaba el gobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones, y le dijo en ese momento: “No Diego, no son policías del estado, son expolicías, si es que están involucrados, y además, habría qué averiguarlo”. Así fue.
–Yo cuando los veo, los veo a los dos juntos. Venía Diego Valadés por delante, fue en la medianoche del día 23 de marzo; atrás venía Manlio, pero el primero que habla es Diego Valadés… Ya cuando nos presentamos a la prensa ya es otra declaración (al día siguiente); ya él, Diego, estaba más sosegado, ya había tenido oportunidad de verificar la información con sus subalternos y se fueron encauzando las cosas.
–¿Por qué la presencia aquí, y de inmediato, de Manlio?
–Esa pregunta se la hace todo mundo… (ríe). Yo, por un lado agradezco que haya estado presente porque me ayudó a solventar los temas con Diego muy pronto, y por el otro lado, siempre me he hecho la pregunta. ¿Cómo fue que estuvo primero que yo en Baja California? Claro, ese mismo día habíamos sido convocados todos los gobernadores por Carpizo para hablar de las elecciones en puerta. Me llamó la atención porque nada más había 26 gobernadores, faltaban cinco, y eso me hizo a mí pues resaltar o darme cuenta de que algo estaba pasando, porque a ninguna junta de las que nos invitaban a los gobernadores faltaban más de dos y era por algún problema familiar o algo, pero faltar cinco…, o debieron ser seis porque creo que faltaba el del Distrito Federal. Me llamó la atención, y uno de los que faltaron fue Manlio, se había quedado en Hermosillo.
–El otro dato curioso, la ausencia de don Luis Colosio, el padre del candidato. ¿Qué lectura le da?
–Podemos especular mucho. No lo sé, ya ve cuántos fiscales especiales ha habido y nadie ha podido aclarar con toda transparencia. Por eso, cuando usted me empieza a preguntar, yo me refiero al ambiente en general porque no puedo decir otra cosa de manera objetiva, sólo que el ambiente en el que fallece Colosio es en el ambiente de la discusión por el poder. Había mucha inseguridad en el país provocada por el narcotráfico y la vida política nacional se veía muy tensa.
–¿A qué atribuye la muerte de Federico Benítez López?
–Lo mató un comandante de la Policía Judicial Federal con su grupo de policías, y esa es otra historia. Se le persiguió y se le detuvo; luego hubo quien lo ayudó y salió. Posteriormente cayó muerto en una balacera en Sonora… identificamos al autor material, la motivación de atrás no sé. Federico era un policía muy comprometido, muy transparente, no daba espacios. Él incautaba más droga que la Judicial Federal en Tijuana, lo hacía a diario. Estaba obstaculizando de gran manera a los maleantes.
–¿Usted recibió presiones en su momento?
-No. Ni posteriormente, ni he tenido que sospechar de ningún suceso, he estado muy tranquilo. Afortunadamente en ningún momento en mi responsabilidad como gobernador ni posteriormente he recibido ninguna amenaza ni he tenido que sospechar de ningún suceso.
–En un lapso muy corto se dieron grandes crímenes, ¿a qué lo atribuye?
–Pienso que estuvimos a punto de perder el gobierno nacional a manos del narcotráfico, influenciado o protegido por el sistema; no puede pasar si no fuera de otra manera.
–¿Y el rol que jugó Salinas?
–Era el presidente, el puesto de mayor responsabilidad; se daba cuenta de lo que pasaba en el país, de la corrupción, de los grandes dineros que se estaban manejando, lo que le pasaba dentro de su propia familia. A él le tocó ver con mayor intensidad esta descomposición.
–¿Sólo verlo? ¿No dejó hacer y pasar?
–Ese sería un comentario que merece objetividad y demostración, porque es una acusación muy grave, de manera que yo lo dejo hasta ahí, que era el hombre con la mayor responsabilidad, era el jefe supremo de todas las autoridades federales y en esa función debió tener mucha información. Se dieron grandes acontecimientos, el mismo estallido de Chiapas. Esa es buena salida para su artículo, eso fue lo curioso.
–Zedillo no estuvo presente en la campaña de Colosio en su tierra. ¿El motivo?
–Ernesto Zedillo es una persona a la que yo aprecio, a la que conocí muy bien desde que yo era gobernador, y lo veía como un priista transparente, honesto, sin telarañas en la cabeza. Yo se lo dije a él cuando convivíamos, cuando era secretario de Educación: ‘Oye tocayo, si yo fuera aquél (el presidente), a ti te seleccionaba candidato porque tienes buenos sentimientos. Me dijo: nooombre, tocayo, va a ser Luis Donaldo. Ya lo sé, le respondí; yo te estoy diciendo que si yo fuera aquél te ponía a ti. Y mire lo que sucedió, llega a ser, claro, bajo circunstancias muy difíciles, y es al que le toca reconocer una decisión democrática, la más importante que haya sucedido en la historia reciente del país.
–¿Nadie le diría: tú no vayas, eres el reemplazo?
–Es una pregunta que hay que hacérsela a él, a Zedillo, porque sí era evidente que si bien él había sido nombrado funcionario de la campaña de Luis Donaldo, pues no se le veía participar. Yo ya no hablé sobre el tema con él porque en los vaivenes de la política alguien le dijo algo y se enojó conmigo. Después, como presidente, nomás me veía de ladito.
Con el tiempo, hasta los pequeños detalles y cabos sueltos toman su verdadera dimensión. Entre ellos cabe la pregunta: ¿quién le sugirió o le impuso a Zedillo que se quedara en la Ciudad de México y no fuera de gira a su tierra acompañando a Colosio? ¿Sería mera intuición o coincidencia, o ganas de no promoverse para BC?
Juntando cabos sueltos del asesinato de Colosio; lo que me consta (I)
Cabos sueltos: investigador muerto; subprocurador encarcelado (II)