Es mejor: “aquí corrió”

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Felipe Cobián R.
Emilio González Márquez todavía no cumplía la mitad de su sexenio al frente del gobierno estatal y Luis Carlos Nájera Gutiérrez de Velasco, quien fue el responsable de la Policía Municipal cuando el primero fue presidente de Guadalajara, y ya era cuestionado por supuestos vínculos con el narcotráfico.
Nájera negó una y otra vez cualquier vínculo con el narcotráfico:
“Me pueden acusar de todo, hasta de mujeriego, pero no de narco”, nos dijo a Alberto Osorio y a mí durante una entrevista efectuada en una sala del Palacio de Gobierno hace al menos diez años, siendo titular de la Secretaría de Seguridad Pública estatal.
Entonces se le señalaba, sin pruebas contundentes como ya lo citamos anteriormente, de brindar protección lo mismo a gente del Cártel de Sinaloa que a los del Jalisco Nueva Generación, mismo grupo al que ahora el gobierno estatal acusa del atentado.
El problema estaría entonces en que el mismo Nájera o alguien de sus gentes lo enredaron en la misma o parecida hebra. O telaraña.
Lo que sí es cierto y consta, es que repetidas ocasiones, sus policías abusaban de su autoridad y violentaban sus derechos esenciales, lo mismo del ciudadano pacífico como de los detenidos y eso pudo generar también predisposición en contra de su máximo jefe.
Ya desde que estuvo al frente de Seguridad Pública con el panista y después con Jorge Aristóteles Sandoval quien lo hizo fiscal general de inmediato, siguió siendo cuestionado –en ocasiones por sus mismos subordinados–, sin que pasara algo hasta que finalmente renunció hace tres años por una serie de hechos violentos que tocaron a las mismas fuerzas de seguridad que ya mencionamos en columnas anteriores.
Tras eso se refugió en los Estados Unidos, pues su seguridad aquí pendía de un hilo.
El 31 de mayo, diez días después de haber sufrido el atentado presentó su renuncia a la Secretaría del Trabajo donde lo colocó Aristóteles en febrero pasado, obstinado en tenerlo cerca –y literalmente cercado de guardaespaldas–, creyendo que el peligro mayor en su contra había pasado.
No ha sido así. La razón de su salida ahora son las mismas de cuando dejó la Fiscalía General: persistentes amenazas de muerte después de que se salvó el lunes 21 y sí murió uno de sus escoltas y varias personas resultaron heridas.
Colateralmente, varios pasajeros de un camión urbano sufrieron quemaduras luego de que intencionalmente fue incendiado por cómplices de los pistoleros del fallido atentado. Un bebé –Tadeo sería su nombre cuando lo bautizaran–murió quemado y su madre sigue en estado delicado.
Ahora, lo mejor para la seguridad de Luis Carlos, de su familia y para la sociedad tapatía, es que se aleje lo más que pueda, que se regrese a Estados Unidos o se vaya a otro país, si es que no lo hizo ya.
Más le vale que se diga de él: “Aquí corrió…”

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