Estado de derecho y naturaleza
Alfonszo Rubio Delgado
Se dice que el estado de derecho es aquel en que el poder de los individuos está limitado por leyes, que se aplican de manera justa y equitativa. Luego, el estado de naturaleza, es conceptuado como el original de la humanidad. En él, no hay leyes ni gobierno.
Podríamos decir que, en el planeta entero, no existe un solo estado, por salvaje que parezca, que no presuma de tener una constitución y una sociedad respetuosa de las leyes. Así, a lo largo y ancho del planeta, todos los países, cuentan con una constitución, garante del estado de derecho que les es propio. Aunque aquí es donde se asoman las grietas que le son propias a cada unidad nacional. Mismas que muestran su avance o retroceso, dependiendo de su grado de evolución. Muchas naciones, se presentan como democráticas, pero luego muestran sus debilidades. Aunque lo disimulen, sus vicios se notan de forma instantánea. En muchos países, la mezcla de los estados de naturaleza y de derecho, se hace evidente. Los ciudadanos, acostumbrados a existir en esas circunstancias tan desfavorables, se adaptan a tan aberrante situación. Pues en episodios de la vida nacional, las masacres y el terror aplicado a las masas, les han causado miedo. Hecho por el cual, terminan cediendo, pues la libertad, al no permitírsele, y ante aquel fenómeno, se cae en la mediocridad.
Los individuos, al no tener claro un modelo de país, terminan formando grupos, camarillas, partidos y demás, que les permiten sobrevivir. Pues en esos niveles, en que los manejos de capital económico y social es muy nutrido, también las tentaciones son muy fuertes. La corrupción, el poder, la fama, el despilfarro y demás, son demasiado atractivos. Tanto que en un momento dado, la política, es decir la organización social, pasa a segundo término. Así, con distintas máscaras, como el socialismo o el capitalismo, es como llegan estos grupos a “gobernar” sus respectivas unidades nacionales, algunas muy lejanas de los objetivos, pues priorizan a su grupo político. El que los miembros de éste queden estratégicamente bien ubicados, ello con el fin de colectar recursos económicos para fortalecer al grupo, aclarando que tal fenómeno ocurre en países poco evolucionados. Cosa que, naturalmente, hará producir mano de obra barata para aquellos países que han logrado avanzar gracias a su apego a principios éticos.
Aunque, también ahí existe otra desdicha. Independientemente del buen comportamiento o pésimo, dependiendo, mismo que trae la desventura de individuos con mentes primitivas, existe otro más fuerte. Esto ya lo había observado el filósofo Kant. Es decir, nuestro planeta y su estado de naturaleza. En éste, se da la ley del más fuerte. Acá, no les importa a nuestros “amigos” si existimos de un modo u otro. Su exigencia en relación a recursos naturales y económicos debe ser cumplida, sí o sí. Por ambas vías, hay que cubrir las exigencias. De los contrario, las autoridades son diezmadas. Finalmente, es la masa social quien paga las ineptitudes y apegos. Pues el político transmuta la exigencia de aquel a su masa social. A fin de que al sentirse dueño de ella, su indolencia y cinismo, lo convierten en tan buen actor, que muchos le llegan a creer su “gran aporte”.
De esta forma, vemos como, muchas sociedades, están ahogadas o a punto de ello. Pues se ha multiplicado el número de parásitos que hay que mantener. Y ya no hay forma de responder a tantas y cada vez más estrictas e irracionales exigencias.
¡Saludos amig@s!