Arrojado, retador, a su estilo, pues, el gobernador Enrique Alfaro Ramírez ha decidido, en el tema del nuevo coronavirus (Covid-19), llevar la contraria al gobierno federal, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien en alguna ocasión trabajara codo a codo con el entonces joven político tapatío.
Habrá quienes consideren que la postura del mandatario estatal ha sido justificada, que las medidas aquí tomadas, como adelantar la suspensión de clases, decretar el cierre de establecimientos recreativos, parques, oficinas de gobierno y el decreto de un aislamiento total, han sido las correctas.
En contraparte, habrá otros que señalen los actos del político jalisciense como un intento de llevar agua a su molino e ir posicionando, poco a poco, su imagen a nivel federal. Dicen los que saben que la mira de Alfaro Ramírez está ya puesta en la silla presidencial.
En ambos casos hay algo de razón.
Lo que no está a discusión es que, terminada la contingencia, el rostro del gobernador emecista será conocido en estratos sociales donde antes no figuraba. Basta ver el impresionante despliegue mediático, digno de una elección, que Alfaro Ramírez ha sostenido en las últimas dos semanas: entrevista por aquí, entrevista por allá, desplegados, decretos, pauta en redes sociales y demás. Esto más allá de los resultados, buenos o no, que pueda ofrecer su administración en el tema del Covid-19. Hay que recordar que los antecedentes más próximos, la influenza y el dengue, no respaldan su actuación, ya que en ambos casos Jalisco lidera las últimas estadísticas, ya sea en muertes o contagios.
Aquí cabe la duda: ¿Por qué Enrique Alfaro no se pronunció con la misma intensidad antes sobre dichos problemas de salud pública?
Yendo un paso atrás, previo a que el Covid-19 colapsara a las principales potencias del mundo e irrumpiera en México, Alfaro Ramírez no era bien visto por la ciudadanía y las encuestas dictaban que sólo dos de cada 10 jaliscienses le daban el visto bueno.
A reserva de esperar que las encuestas politiqueras reanuden su curso, no habría de extrañar que Alfaro Ramírez repuntara su aprobación, sobre todo después de conocer los resultados de un sondeo –que no de probabilidad estadística– aplicado a usuarios de redes sociales, destacando la labor local antes que la federal.
Nuevamente, lo dicho, el despliegue mediático. En el citado ejercicio de opinión ciudadana, de poco más de 23 mil 520 participantes, 96.11% dijo estar enterado de las acciones de Alfaro Ramírez para enfrentar la pandemia, mientras que sólo 36.31% reconoció las medidas implementadas por López Obrador.
Ante el panorama, vale la pena recordar que no hay mal que dure cien años, y, eventualmente, la pandemia concluirá y las cosas políticas seguirán su rumbo. Esperemos, entonces, que el presidente, ahora ocupado en atender el Covid-19 y sus proyectos prioritarios, mismos que se ha negado a abandonar durante la pandemia, no se desquite con Jalisco.
Puede ser que cuando la agitada calma que históricamente impera en México vuelva, López Obrador voltee a ver al gobernador de Jalisco y, de una u otra forma, se cobre con creces la postura bravucona de la administración local. Nunca es bueno jugar con Sansón a las patadas, más si faltan años para si quiera ver la otra orilla, la del 2024.
Era un panorama previsto desde que López Obrador y Alfaro Ramírez, enfrentados desde la etapa previa a los comicios, obtuvieron sus actuales cargos, el primero a nivel nacional y el segundo en Jalisco.
Otra cosa que habría que preguntarse es si cuando los ciudadanos enfoquen nuevamente su energía en un tema crucial como es la seguridad pública, y no en la supervivencia constante ante una economía prácticamente detenida, olvidarán el tremendo mal que aqueja nuestro terruño.
¿Olvidarán, por ejemplo, que el año pasado hubo más de 2 mil 500 homicidios dolosos? ¿Olvidará la prensa que al no acompañar la agenda del gobernador ha sido tildada de mentirosa? ¿Olvidarán las mujeres que Jalisco es uno de los estados del país donde más mujeres son asesinadas por razones de género? ¿Olvidarán las familias a los miles de desaparecidos? ¿Olvidarán los jaliscienses que se intentó contener el dengue con insecticida caduco? ¿Olvidarán los colectivos feministas la desaparición del Instituto Jalisciense de la Mujer? ¿Serán olvidadas las irregularidades en torno al programa A Toda Máquina o el millonario gasto destinado a Comunicación Social? De los mil millones de pesos en deuda que el gobierno jalisciense adquirirá en los próximos días, ni hablar. Al tiempo.
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