Filosofando: Contra la memoria colectiva

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Sábado 17 de junio de 2023.- En días pasados, el 6 de junio para ser exactos, hubo un apagón temporal, obviamente intencional, por la noche. El rumbo fue justo en el corazón del centro histórico de Guadalajara. Al amparo de la oscuridad, unos personajes encapuchados, de los que luego se supo ser trabajadores del ayuntamiento, se aplicaron a la orden dada desde la pirámide de sus mandos para retirar un llamado antimonumento a la memoria, que recién había sido instalado. Cuando se restableció el servicio de la luz, el tal antimonumento ya había desaparecido.

El colectivo #5deJunioMemoria organizó la instalación de este antimonumento en la explanada de la plaza de armas del centro de Guadalajara. De entre estos grupos defensores de los derechos humanos y afanados en la búsqueda de desaparecidos, así como de resistencia a todas estas injusticias, a este espacio se le denomina plaza Imelda Virgen, en memoria del feminicidio que sufrió esta personalidad hace algunos años. Pues ahora se instaló el referido antimonumento, para recordar el tercer aniversario de los hechos ocurridos el día 5 de junio del 2020.

Revivamos un tanto aquellos hechos. Iniciaba ese período infausto e infame al que hemos terminado de llamarle la pandemia, causada por el Covid-19. No sabíamos si se iba a tratar de una etapa corta, ni si su abatimiento nos iba a afectar de manera superficial o profunda. También estábamos en un período en el que, visto con lentes meramente electoreros, el gobierno de nuestro estado que ondea los colores del MC, se le estaba poniendo al tú por tú al gobierno federal y en cada asunto buscaba la forma no sólo de dar cara, sino de adelantársele en los dictámenes, como para exhibir que éramos más eficientes que los personeros del centro. Después le cortaron el hipo. Pero ésta es otra historia. Por esos días, así estaban de creciditos los locales.

Se adelantó aquí, entonces, la orden de repliegue ciudadano, al que le llamaron cuarentena. Era una cuarentena rara, pues nos decían por aquellos días que no iba a durar más de dos semanas. Luego vino la orden nacional de que todo mundo se replegara de sus actividades normales y la ‘cuarentena estrictamente tapatía’ tuvo que incorporarse a la medida nacional. Ya vimos que no duró ni quince días, ni los cuarenta de una cuarentena, sino que ya hasta perdimos la cuenta de si fueron dos o tres años duros.

Lo cierto es que apenas en días pasados, ya sin tanto bombo y platillos, se nos dijo que se le declaraba su fin de manera oficial. Ya podíamos ir y venir, sin tapabocas ni precauciones extra, a donde nos dé la gana o si necesitáramos acudir.

Pero en aquellos días, la rara orden de que para donde nos trasladáramos teníamos que hacerlo con tapabocas, a todo mundo le cogió de sorpresa. No era un hábito todavía. Se supo que un muchacho albañil de Ixtlahuacán había sido detenido por la policía de aquel municipio por infringir esta orden nueva. Pero dos o tres días después apareció muerto. Se atribuyó la autoría del crimen a la policía, sin que ésta pudiera exculparse del cargo.

La noticia estuvo silenciada por días, hasta que las redes sociales la volvieron pública. Se subieron a ellas unos videos y el escándalo tanto por la muerte misma del chico, de nombre Giovanni López, como por la impunidad con la que se estaba amparando a los servidores públicos infractores, se desató con toda su fuerza. En la ciudad de las rosas, capital de este bello y pundonoroso estado libre y soberano de Jalisco, que acaba de cumplir por cierto su doble centenario de convertirse en estado federado, aún antes de que la república fuera una federación, nuestra muchachada movió ruido, salió a la calle a reclamar tanta incuria de las autoridades y a exigir que se compusiera el cuadro. La respuesta vino a ser una represión generalizada y una bulla autoritaria para la que nuestros mostrencos mandones, sean del PAN o sean del MC, siempre las cantan muy bien, aunque no sean rancheras.

Tiene pues la instalación de este antimonumento una razón de ser y justificación sobrada. Reportan sus responsables de estas movilizaciones que, en los tres años que han transcurrido de estos hechos, hasta la fecha no ha habido una investigación exhaustiva y con la debida diligencia de los hechos. Tampoco se han podido investigar las cadenas de mando involucradas en su comisión. De igual forma no se ha garantizado el derecho a la reparación integral por los hechos ocurridos a las víctimas ni se han reconocido de manera oficial las violaciones a los derechos humanos cometidas por parte de las autoridades estatales y municipales ese día.

Para cerrar con broche de oro, el día seis por la tarde el gobernador Enrique Alfaro reconoció que el retiro del antimonumento había sido una orden conjunta entre la autoridad estatal y la municipal. Lo vino a refrendar Pablo Lemus Navarro, el alcalde tapatío, justificando el hecho con la premática de que estaba prohibida dicha instalación por la falta de permisos ante las instituciones correspondientes establecidos en las regulaciones arquitectónicas correspondientes a la zona del centro histórico de Guadalajara. Remató diciendo: “Imagínense ustedes que cualquier persona llega y pone un monumento en el centro, qué absurdo es eso. No funciona así. No va a funcionar así y no pasa nada.”

No pos’ sí. Como leíamos en una sección del viejo cómic ‘La garrapata’: habló el buey y dijo mú. Estamos lucidos. Feliz día del padre al que le toque.

(Foto principal: Milenio Jalisco)

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