Filosofando: Ni plan A, ni plan B

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Sábado 24 de junio de 2023.- Noticia, sí. Pero no sorprende. La suprema corte desechó la segunda iniciativa AMLO-Morena para conseguir una reforma electoral a la que se le ha tildado de Plan B. Antes ya habían mandado a la lona al que llamaron Plan A. En cuestión de la normativa electoral quedamos donde lo había puesto el bloque hegemónico neoliberal. Ahí seguimos.

Lo que sí resulta un tanto incomprensible es el torrente de loas que le endilgan los ahora opositores a este último desfiguro de la corte. Para unos, vino a ser una defensa a ultranza de la democracia. Para otros, aparece como un freno de mano al autoritarismo con sabor dictatorial del presente régimen. Para unos más, es una lección severa de purismo al equipo mayoritario actual de legisladores para que aprendan a respetar la constitución y someterse a la ley.

Fueron distintos los formatos del rechazo de la propuesta de AMLO y de su equipo de legislación presente. Para lo que se conoce como Plan A, a los opositores les bastó con cerrar filas e impedir que el equipo gobernante y sus aliados consiguieran la mayoría calificada, para conseguir la modificación a la constitución. El llamado Plan B sí fue aprobado en el congreso, pero los opositores lo llevaron a revisión con los ministros del poder judicial. Estos señores fueron los encargados de darle palo y tampoco pasó.

Es triste darse cuenta de que las instancias del poder judicial se alinean a las jugadas abiertas del bloque del viejo Pacto por México. Es el programa electoral que implantaron cuando llevaron la batuta del manejo del poder, es decir casi un siglo entero. Fueron primero un partido hegemónico, de estado. Luego vino un período dizque de alternancia. Salió el PRI, entró el PAN, se les sumó el PRD y la solfa no cambiaba siquiera una nota. Estaba más que afinada la comparsa, bien acoplados todos.

El relevo tanto en el poder ejecutivo como en el legislativo, con la elección ya histórica de julio del 2018 entusiasmó a gran parte de la población. Se supuso, con buenas dosis de realismo, que todas las contrarreformas, las modificaciones a la constitución y las medidas antipopulares que se implementaron en el conocido período neoliberal, iban a ser echadas abajo. Se entendía que tales logros se realizarían en lo que restaba del paso de los días del sexenio presente. Pero la intervención de la SCJN en el enjuague presente se llevó el gozo al pozo.

Es una exigencia a gritos que tiene que revertirse todo ese paquete de vericuetos, escondrijos y mañas con que había despachado la tiranía partidista que padecimos desde el siglo pasado. Nuestras elecciones resultan demasiado caras. Los montos de prerrogativas para los partidos rascan las alturas del firmamento. Los esquemas de sobrerrepresentación, con el garlito de los diputados y senadores plurinominales, hace que los partidos de oposición, aunque debilitados en sus cifras, sigan apareciendo como campeones capaces de bornear a grupo oficial. Es la incongruencia de lo que estamos padeciendo.

Es la lección que nos deja pues esta disputa habida primero con el rechazo al Plan A y luego al B. Al no poder conseguir los números suficientes de mayoría calificada, el Plan A tuvo que ser replegado en son de derrota. Entró luego el Plan B al batidillo. Sus ajustes para la reforma electoral eran más modestos. La bancada oficialista le dio su voto aprobatorio y pasó la aduana.

Mas no contábamos con la astucia de los chapulines. Invocaron a la madre maestra, que viene siendo la Suprema Corta, y en dos sesiones de relumbrón, descalificaron ruidosamente el total de esta segunda intentona. En su primera revisión se cuestionaron meros asuntos menores y de forma y le dieron palo. Se esperaba que en este segundo momento los ministros sí se emplearían a las cuestiones de fondo de las modificaciones que había aprobado el poder legislativo. Pero la trampa judicial, que siempre está presente, se atuvo de nuevo al criterio de lo meramente formal y volvieron a darle palo, ahora sí ya a todo el paquete de esta ley antes aprobada.

Como dijimos al principio, no es ninguna sorpresa. Es la noticia del día. Los que esperábamos que se fueran corrigiendo las planas de las instancias del poder, después de que desbordamos hace cinco años las convocatorias al sufragio para poner orden en la república, ahora vemos que son demasiadas las triquiñuelas a las que hay que aplicarnos para enderezar el barco. Tantos años en la manipulación de las instancias del poder volvió a los señores antes oficialistas demasiado mañosos y entreverados. No se trata tan sólo de su sumisión a ultranza a los mandatos de los poderes fácticos. Va en juego también su apego obediente e irrestricto a nuestra oligarquía, que ya ni se esconde, ni anda tan soterrada. Tiene que ver con sus viejos esquemas operativos de estafa, fraude y engaño persistente.

Menos mal que llevan sosteniendo todo este tiempo, como consigna de identificación entre ellos, la cantilena de que a Obrador y a su equipo les falta un grado para desenmascararse como dictadura y convertir al país en otra Venezuela. No se trata pues de anular la división de poderes, sino de sentarlos en su sitio atinado y preciso para que todas las instancias se desempeñen con plena atingencia. Que se permita al país entero ya no seguir dando tantos palos de ciego. Ya es tiempo de medirle bien el agua a los camotes. Recuperemos la afinación de nuestras cosas y hasta nuestros herederos lo agradecerán.

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