Filosofando: Una semana de marchas

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Sábado 9 de marzo de 2024.- Parece ser que ya se abatieron los duros fríos que estuvimos soportando y en su lugar se nos vienen las temperaturas calientitas. Ojalá que así sea. Para los que hemos hecho huesos viejos es una bendición esta moderación del clima. Decían los viejos en sus refranes que febrero era loco y marzo otro poco. En ésas andamos. Pero no sacamos mucho en entrarle a los análisis meteorológicos, sin ser peritos en la materia. Nos entretienen más bien los avatares de caprichos y volutas colectivas. Como que les entendemos mejor.

Ya dijimos la semana pasada que se nos vinieron encima las campañas electorales abiertas y no nos falló avisar que nos pusiéramos alertas con su parafernalia. Su exultación no va a parar hasta dentro de ochenta días. Luego vendrá la jornada de la emisión de nuestros votos. Veremos sus resultados. Mas la semana presente adjuntó a las movilizaciones políticas otros focos de atención. Los interesados a estas dinámicas les dan el relumbrón que requieren y no nos pasan inadvertidas. En la semana se llevaron las palmas dos eventos. Uno es el ya muy popular 8M; el otro, tiene que ver con la tragedia de los muchachos de Ayotzinapa. Hay más cosas que reclaman nuestra atención, pero hemos de entretenernos en estos dos asuntos, por hoy.

Las marchas del 8M, que cada año son más numerosas en sus contingentes, conmemoran el día internacional de la mujer. Se trata de una convocatoria demasiado amplia. Tan enorme que hace referencia a un poco más de la mitad de los habitantes del planeta. Desde hace muchos años los conteos de los individuos humanos arrojan una cantidad mayor de mujeres que de hombres. No ocurre esto nada más en nuestro país sino en todo el mundo. Pero, aunque sean más las mujeres que los machines, la simetría en asuntos de empleos, remuneraciones, oportunidades para cualquier tipo de tareas, está rota a favor de los malandrines, que en este caso somos los varones.

Las señoras se la pasaron todo el siglo XX enarbolando sus banderas de reivindicación en todos los espacios posibles. No votaban, no ingresaban a los centros de estudio, no eran incorporadas a los órganos de gobierno, no disponían libremente de su cuerpo, en fin. Los machines las manteníamos supeditadas, sobajadas y reprimidas en cuanta actividad fuera el caso. Pero estas asimetrías han ido cediendo y se han venido emparejando los cartones a su favor. No están concluidas las tareas, pero sus logros están a la vista.

Hay una dinámica mundial que tiende a la equidad de género. Se avanza con paso firme y sostenido hacia la consecución definitiva de estas metas y no podemos menos que solazarnos con sus logros y estimular a nuestras congéneres femeninas a que no rajen, a que no le bajen a sus exigencias y a que consigan finalmente hacer desaparecer el estigma de ser mujer, baldón que nunca debió haber aparecido y menos instalarse con plena carta de ciudadanía como nos ocurría. En descargo para nuestra generación hay que decir que tales injusticias las recibimos de herencia de nuestros ancestros. Pero algún día se tienen que terminar. Todo apunta a que ya le hallamos el cauce atinado a tales acomodos y pronto pasarán nuestras mujeres a mejores tratos.

El viernes pasado inundaron nuestras féminas todas nuestras ciudades con sus marchas y recordatorios, como para que no se nos olvide que están entretenidas en serio en esta lucha. Casi todas sus movilizaciones reportaron saldo blanco y eso es de felicitarse. Para nuestra mala fortuna, aquí en Guadalajara hubo algunos radicalismos y excesos que sería bueno que ya desaparecieran, como los pintarrajeadas con lemas insulsos, la destrucción de aparadores y ventanales y más minucias sin sentido. Esperamos que sean superados estos estropicios, que algunos vemos como innecesarios.

En las otras concentraciones, las relativas al caso irresoluto de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, reaparecieron las acciones violentas también. No creemos que puedan aplaudirse tales excesos. En la ciudad de México, en el zócalo en concreto, había un plantón de los padres de familia de los muchachos normalistas desaparecidos. La exigencia de este plantón va en el sentido de pedirle al titular del ejecutivo, AMLO, una entrevista cara a cara, para ver si se puede finiquitar de una vez por todas esta asignatura pendiente. Se ha prolongado demasiado su investigación y pareciera que no hay avance alguno. La paciencia se agota y con razón.

Pero una cosa es la decepción por el tortuguismo y la sordera de los funcionarios de un asunto tan candente, cuya solución definitiva fue hasta compromiso central de la campaña de AMLO, y otra muy distinta viene a ser la comisión de actos destructivos como lo fue el lanzar un vehículo en marcha contra una de las puertas del palacio nacional, para asaltar por la fuerza los espacios y encarar al presidente. Este radicalismo debe ser contenido.

Mas si es condenable la explosión destructiva que ocurrió en palacio nacional, mucho peor viene a ser el asesinato en Chilpancingo de otro muchacho normalista de Ayotzinapa. Todo apunta a suponer que a la policía se le fue la mano en sus esfuerzos de contención. El dato duro es que ya hay otro muerto más en la lista. Este hecho cruento viene a descomponer el cuadro tanto de las protestas como de la respuesta desde el poder. Deben aclararse bien las partidas y frenar secuelas tan dolorosas como ésta en donde se abulta aún más la lista de nuestros muertos. Ya está bueno de tanta tropelía. ¿Hasta cuándo vamos a entender y a hallar la senda atinada para dirimir nuestras diferencias?

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