Fin de año movidito

Fin de año movidito

Juan M. Negrete

Los ciclos concluyen. Es su ritmo. Ahora le ponemos cerrojo a la presente anualidad, 2022, Le dimos seguimiento a algunas de sus sorpresas. Otras nos rebasaron. Así suele ocurrir con casi todos. Pero como a los pobres mortales nos toca irlos toreando por orden de aparición, pues les entonamos su diana y les damos su obligado segumiento. Este 2022, que concluye, vino a sernos denso. De que apareció la pandemia del coronavirus para acá, se le contempla como el tercer año de virulencia, aunque fue menos severo que los dos anteriores. Descendieron un tanto las saturaciones en los hospitales y más que nada el número de las defunciones señaladas por su causa. Descendieron, no que hayan desaparecido. Pero como sea éste es ya su tercer año.

Lucimos como acostumbrados a esta desgracia y la vemos hasta normal. Pero en estos espacios nos gusta más referirnos a los avatares políticos que a otros. Ha de ser por deformación profesional o porque los asuntos públicos nos resulten más morbosos y acaparen nuestra atención. Como sea, son nuestros intereses colectivos los que entran en juego a los fieles de tal balanza, nos atrapan la conciencia y nos obligan a fijarles nuestra atención.

Pues bien, diremos que la lente del mundo se clavó casi desde inicios de año al conflicto que se desbordó finalmente entre Ucrania y Rusia. Ya se habían acelerado las pautas para que se desatara la violencia desde ocho años antes, la que ahora constatamos como cruda e irracional. Primero hubo un golpe de estado en Ucrania, en donde los partidarios de la línea prorrusa fueron desalojados de los poderes formales. Si fue un golpe de estado blando o mediático o revolución rosa, como se les suelen calificar ahora a estas anomalías de tomas del poder, es otro boleto. Pero en aquellos momentos, la reacción directa de los rusos vino a ser el apoderarse de la península de Crimea y poner en aprietos al usurpador y nuevo poder ucraniano.

De inmediato se alinearon los intereses en el campo de batalla. Tras Ucrania formaron retaguardia la OTAN, en primerísimo lugar, la UE y los USA. Los mal pensados dicen que es un combate abierto ya entre los gringos y los rusos y todo parece indicar que por ahí va. No tendría nada de extraordinario este tipo de enjuagues tramposos, pues las potencias acostumbran jugar con este tipo de coturnos en sus medidas violentas, aunque a los simples mortales nos lleva tiempo desenmascarar sus embustes. Solemos tardarnos años en descubrir los calabrotes ocultos de sus entramados, aunque parece que ahora fueron más descarados y pronto han dado la cara. La resistencia de Ucrania ya hubiera sido doblegada por el poderío armamentístico ruso, si no fuera porque entró al juego en su apoyo tanto el dinero como la maquinaria bélica gringos. Si escale el conflicto o no, dispersándose e involucrando más regiones calientes, lo veremos con el transcurrir de este año que comienza.

En el campo electorero, signado como democracia liberal o capitalista, destacaron dos contiendas, la brasileña y la gringa. La remoción de las curules legislativas con nuestros vecinos gringos calentó el ambiente. Había pronósticos apocalípticos en los que se preconizaba que a los demócratas los iba a sepultar una avalancha, un tsunami republicano. Pero no ocurrió así. El congreso sí cambió de controles y pasó el mando a los rojos, aunque con una diferencia cuantitativa mínima. Pero en el senado fue a la inversa. Los mandones son los demócratas. Antes estuvieron empatados los momios entre ambos partidos, pero ahora pasó el control abierto a los demócratas, así sea por una curul de diferencia. De muy poco sirvió la escandalera que montó el expresidente Trump para incidir en los resultados. Pareciera ser que hasta les resultó contraproducente, según lo califican muchos de sus correligionarios.

Más bien todo apunta a que le voltearon la tortilla al güero desabrido. Derivado del descalabro electorero republicano, la influencia de los demócratas apuró el paso y ordenó a la comisión que analiza la participación del expresidente en la fallida toma del capitolio para impedir la toma de posesión de Biden, el demócrata, que el personaje de marras sea enjuiciado y pase a tribunales para que se examine su caso. Ya veremos en qué concluye su escándalo, pues casi todo lo que roza a este individuo execrable es mediático.

Lo que sí es comprensible y tenía que ocurrir así, es que el primer día del año que empieza mañana, tomará posesión el triunfador de las elecciones en Brasil, el carismático Lula, lo cual viene a ser una bocanada de aire limpio ante la asfixia política que se sufre en nuestros lares latinos. El perdedor, Bolsonaro, ya tomó las de Villadiego y solito se exilió con rumbo a Miami, a ponerse a resguardo en la sombra de su admirado Trump, cuyo libreto iba siguiendo a pie juntillas. Ahora será el protector el que sea conducido a barandilla y quién sabe si la libre. ¿Qué terminará haciendo Bolsonaro si termina quedándose completamente huérfano? Lo veremos también.

Así que el próximo 2023 apunta a resultarnos tanto o más movidito que el 2022, que anda entregando la estafeta. Y si le sumamos que el sainete peruano apenas está cogiendo fuerza; y aparte vemos que al ‘macho Camacho’ boliviano, que impulsó y dirigió el golpe de estado en contra de Evo Morales, ya lo tienen tras las rejas; pues nos pintan los avatares que hay que seguir atentos a todo lo que nos deparen los días que vienen, que parecen venir de pronóstico reservado. Feliz año nuevo, como sea, a todos los sufridos lectores que dan seguimiento a esta humilde columneta. Salud.

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