Mientras no existan las condiciones adecuadas para que las personas puedan permanecer en sus lugares de origen, la migración no se detendrá. Ni muros, ni leyes, ni redadas, ni deportaciones, ni separación de familias en la frontera parará la búsqueda incesante de un lugar donde vivir.
El sábado pasado alrededor de mil hondureños, entre hombre, mujeres y niños, comenzaron una caravana que salió desde San Pedro Sula, a la cual en los siguientes días se les han unido entre mil 500 y dos mil personas. El objetivo de la caravana migratoria es alcanzar Estados Unidos para quedarse en aquel país, incluso llegar hasta Canadá.
La principal razón que dan para marcharse de sus países son los altos niveles de violencia e inseguridad, sin ignorar la pobreza y el desempleo, no solo de Honduras, sino de Guatemala y El Salvador, de donde provienen varios de los adherentes de las últimas horas.
Como cada año, el gobierno estadunidense presiona a los países expulsores para que detengan en sus territorios el andar migrante, lo que ha provocado momentos de tensión diplomática entre la Casa Blanca, los países centroamericanos y México. Sin duda, todos los gobiernos continúan ignorando las razones fundamentales por las cuales las personas experimentan la obligatoriedad migratoria. En tanto esa visión no cambie, las posibilidades de detener la migración serán nulas.
Las estrategias estadunidenses para presionar a las naciones expulsoras son variadas, en esta ocasión la primera presión cayó en Honduras, a cuyo gobierno se le advirtió que dejará de recibir ayuda por parte de Washington en caso de no detener la caravana. Con esta amenaza, Donald Trump intenta evitar que se repita la situación que se vivió en marzo pasado cuando la última caravana migratoria llegó hasta Estados Unidos. Por su parte, el vicepresidente, Mike Pence, les pidió a los gobiernos de Honduras, El Salvador y Guatemala que detuvieran las migraciones masivas.
Además de las amenazas a las naciones expulsoras, la administración Trump continúa su política de separación de familias que intentan ingresar “sin papeles” al vecino del norte. En un reporte de Amnistía Internacional que contiene información de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés), se afirma que de abril a agosto ocurrieron más de 6 mil separaciones familiares; y desde la llegada de Trump al gobierno la cifra alcanza las 8 mil familias.
Sea como sea, en medio de todo esto siempre quedan las personas migrantes, varadas sin un lugar donde vivir.
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