Elemental
Criterios
La verdad es que la expectativa sobre la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) siempre ha sido de anhelo. Nunca hemos tenido una ombudsperson realmente autónomo, con autoridad ética y moral que proteja a las víctimas y tenga la estatura para ser contrapesos de los poderes, no solo del Ejecutivo. De Carpizo a Soberanes, la CNDH se ha formado por personas cercanas de los poderes en turno legalmente constituidos, de los fácticos que predominan en el país y de corrientes de pensamiento que contravienen al ideal de los derechos humanos, claro que han existido algunas excepciones. El actual titular me parece lo mejor que hemos tenido hasta ahora, aún con sus claroscuros.
Nuestro sistema público de protección de derechos humanos es caro, poco eficiente, profundamente burocrático, elitista, desvinculado de la realidad, y con un afán de legalismo “técnico” que limita la rápida, oportuna y expedita intervención institucional. Su misión preventiva de violación de derechos humanos es solo un eufemismo constitucional, y su uso político ha sido la constante durante sus años de existencia.
La transformación del organismo nacional de derechos humanos no solo es es una encomienda histórica, sino que también es una necesidad indispensable para facilitar y acompañar los procesos de transformación social que nos lleven a puertos de justicia, verdad e igualdad que urge constituir en el Estado mexicano.
Las formas del Senado mexicano para designar la titularidad de la CNDH fueron desde el origen equivocadas. No se construyeron las vías para consolidar el acuerdo político, ni se privilegió el diálogo para formular el consenso social, ni se apegó a estándares mínimos de trasparencia; todas las fuerzas partidistas con representación en el Senado tienen responsabilidad, ninguna más que otra, todas le abonaron para provocar el desastre pinstitucional. El Senado no reparó solo en anular la posibilidad de darle a la sociedad una institución garante de sus derechos, sino que se anularon como representantes sociales, por decisión o incapacidad propia se constituyeron como cámara con poder de pleitos y cobranzas.
Las mayorías parlamentarias sirven para tomar decisiones cuando el diálogo y la posibilidad de consensos se agota, y aun así es democrático, menos, sí, pero es la forma que hemos construido para tomar decisiones políticas, y ahí está el origen: la incapacidad política que tenemos para construir consensos y evitarnos las vergonzantes escenas violentas que vimos ayer en la cámara alta de nuestro parlamento republicano.
Las razones o sinrazones vertidas en el debate parlamentario nunca se alejaron de la agenda de cada grupo parlamentario; por un lado tuvimos la incapacidad o intención deliberada de la Senadora Kenia López de llevar el proceso de designación a una puerta sin salida. La ofensa, el engaño y la mentira impiden cualquier posibilidad de acuerdo, la narrativa utilizada se basó en eso, y claro se sumaron a esa lógica el resto de sus similares partidistas de acción nacional, desde la actuación de la Senadora Xóchitl Gálvez hasta la violencia del Senador Gustavo Madero, empobrece y entierra cualquier aspiración de entendimiento, la racionalidad de sus argumentos se extravía en una lucha discursiva dirigida a la cámara buscando la mejor toma fotográfica, como en una justa deportiva donde todos pierden. A pesar de que su argumento central lo considero válido y correcto -existe una duda razonable y objetiva sobre la transparencia de las cédulas emitidas en votación, y esa duda debe ser resuelta, sea cual sea el veredicto final- se dedicaron más denostar a otras fuerzas políticas, e incluso a una de las aspirantes, hasta que obvio, las sinrazones conducen a la violencia.
Del otro lado del pleno las cosas no fueron diferentes. regeneración nacional es el principal obligado. La mayoría otorgada por la gran cantidad de votos depositados a su favor, las altas expectativas sociales basadas en sus promesas de transformación social de la última década y la trayectoria social y política de algunos y algunas de sus integrante, pone sobre su actuar la responsabilidad de disipar cualquier duda sobre el procedimiento de designación. Su apuesta consistió en lograr los votos a favor de una sola aspirante, y en negar las dudas razonables. Basta escuchar las participaciones del senador Félix Salgado, su pobreza discursiva y argumentativa es capaz de desesperar a cualquiera. La bancada ofreció someter a votación la moción que permitía la repetición de la tercera ronda de votación y zanjar las dudas razonables, lamentablemente fue un engaño, de antemano sabían que al someterlo a votación el resultado sería que fuera desechada. Ya sea por diferencias internas de la bancada y falta de liderazgo de su coordinador, o bien, desde el principio fue esa su apuesta, en cualquier caso el resultado es idéntico. Sus argumentos se sustentaron en legalidad e idoneidad, ambos, desde mi punto de vista, gozan también de validez y objetividad, su forma de defenderlos solo provocó mayor distancia de entendimiento parlamentario. Perdieron ganando, con el tiempo se darán cuanta.
Cualquier mexicano o mexicana que se jacte de conocer la realidad de este país sabe la transcendencia histórica de la lucha iniciada por el Comité Eureka, organización que, junto con otros colectivos de víctimas de violación de derechos humanos, proponen a la señora Rosario Piedra Ibarra, soy incapaz de cuestionar su idoneidad, la señora Rosario proviene de una lucha popular por el respeto a sus derecho a la verdad y la justicia y considero que sus aportes y trayectoria están por encima de su cercanía con el partido con mayor representación popular y que el propio presidente. Lamentablemente las condiciones de la designación impiden a la señora Rosario conducir la responsabilidad de su nuevo encargo.
Las bancadas minoritarias apostaron a observar, ser sólo testigos y postear en redes sociales, pasar por desapercibidas y/o a repetir los argumentos de unos o de otras, cualquier resultado les era favorable, desde la comodidad de sus imposturas construyen su agenda, entre su conveniencia y/o su posición minoritaria, su impostura favorece la posibilidad protagónica noticiosa, les es más rentable cuestionar y quejarse, que asumir con responsabilidad sus funciones, poco o nada hicieron para aportar, eso no los excluye de responsabilidad.
El resultado final de todo este proceso parlamentario está en manos del Poder Judicial, los múltiples errores, conscientes o no, de las bancadas partidistas, su falta de capacidad y talante democrática para tomar decisión hace obligatorio la intervención resolutiva de otro poder. Lamentable, si.
La sociedad mexicana no ha perdido a la institución protectora de derechos humanos, nunca ha estado a nuestro servicio, lo que perdimos es la esperanza de que a través del dialogo, el entendimiento político, la construcción de consensos y el equilibrio entre la razón y los deseos impere lo correcto. Los que perdieron, nuevamente, fueron los partidos; pero seremos nosotros, nosotras, las que paguemos las consecuencias. Me parece inverosímil que nunca en los debates parlamentarios se pusiera en el centro de la decisión las causalidades estructurales que permitieron la profundidad de la crisis de derechos humanos que padecemos.
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