LA FIFA, SU CAMPAÑA CONTRA LA HOMOFOBIA, O “CON DINERO BAILA EL PERRO FUTBOLERO”

OCTAVIO PEÑALOZA

Parece una verdad futboleramente aceptada que los creadores de tan famoso grito fueron los integrantes de la fiel rojinegra. Es falso. La primera vez que yo lo escuché fue en un torneo de chicos nivel bachillerato que se jugó en marzo de 2001 en el Liceo del Valle, en Zapopan, y los únicos que lo ejecutaban eran unos pubertos provenientes de un colegio de Monterrey (ya no me da la memoria para acordarme de cual). En un inicio resultó simpático (los asistentes al torneo y público que los acompañaba empezaron a imitarlo) y hasta era más esperado un saque de meta que un tiro de esquina. Estuve ahí porque arbitré ese torneo (como parte del colegio de Jesús Mercado). El grito no provocó altercado alguno en el torneo. Nadie se dio por ofendido ni el padre de ningún portero protestó por el hecho.

Al tiempo empezó a popularizarse y generalizarse en el fútbol mexicano y en los partidos de equipos mexicanos en Estados Unidos. Ningún portero se sentó a llorar porque le gritaran así. Ningún árbitro, por su propia cuenta, paró un juego para solicitar a la alcoholizada masa que pararan de ofender. Mucho antes de ese 2001 ya se escuchaba un canto importado de Argentina en cuanto el portero visitante salía a calentar:
Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver, eso no es un portero, es una (…) de cabaret…
Este sí se lo escuché por primera vez en México a la barra rojinegra, en un partido de copa Libertadores en que el River Plate argentino visitó el estadio Jalisco. Sin embargo este cántico se diluyó en popularidad y el otro grito la adquirió a pasos agigantados.

Nadie le prestaba atención hasta que llegó el mundial de Brasil en 2014 y el grito debutó junto a la selección mexicana en aquel lluvioso partido contra Camerún. El grito estuvo en las gradas en otro memorable juego contra los locales y tuvo dos partidos más contra Croacia y Holanda. A ese nivel ya causó curiosidad a altos y medios mandos de la FIFA y alguien se los tradujo. Quizá en algún momento sí les pareció tan grave como los insultos racistas que ya llevaban años combatiendo, y empezaron las multas económicas hacia el fútbol mexicano, mas el mundial de 2018 ya estaba asignado para Rusia (país en el que es delito ser homosexual) y así… ¿cómo creerles su supuesta solidaridad con la comunidad gay?

Por alguna extraña razón hasta crearon hasta un “protocolo” para cuando el grito surgiera; y el árbitro, en pleno uso de sus nuevas facultades, debía aplicarlo para acabar con él. Varias veces se realizó. Las arcas de la federación mexicana comenzaron a hacer su “guardadito” para la siguiente multa. Para el mundial de 2018 hasta se crearon gritos alternos desde la misma fanaticada para desbordar la creatividad y driblar las multas, a la FIFA y a la homofobia contenida en mayor o menor medida en el grito. Pero donde la homofobia no cesó fue en las leyes del país anfitrión de ese mundial, y al parecer a nadie en el ámbito deportivo ni sociopolitíco le importa el doble rasero con que la FIFA protege a la comunidad lésbico gay. El todopoderoso organismo regente del balompié mundial los cuida de un grito que no necesariamente lleva una intención homofóbica (salvo la opinión de aquellos que Enrique Bunbury denomina la policía de lo correcto), pero no los cuida de la persecución legal que sufren en los países anfitriones. Y claro, no es competencia de la FIFA el marco de las leyes de ninguno de sus miembros, pero sí premiarlos o no al otorgarles la organización de su máximo evento.

Y para no dejar dudas de su fosforescente incongruencia, en el 2018 ya se sabía que el siguiente organizador del mundial de fútbol sería un país peor en términos de derechos de las personas homosexuales y hasta de las mujeres: Qatar. Con todo y su pesadísimo marco legal basado por completo en convicciones religiosas y machistas y en el que no hay cabida para el disenso o para pensar fuera de la caja.

El finado Joseph Blatter advirtió desde el 2010, en un tono trágicamente jocoso, que los gays y lesbianas de todo el mundo que visiten Qatar deberán abstenerse de toda actividad sexual. Es decir, de facto se alió con el régimen represor de ese país. Vuelvo a lo mismo: ¿es más relevante un grito?

Es indudable que lo único que mueve a un organismo de este tamaño, misión y visión es el interés económico, y seguramente la concesión del mundial de fútbol que se organiza cada cuatro años viene ligada a este interés (el fútbol no es para pobres dijera hace muchos años el polémico Juan José Leaño) y también estuvo ligado, sin duda, este interés económico al otro por erradicar una de las tantas conductas nocivas asociadas al fútbol (imaginen ustedes que así se persiguieran los insultos cotidianos a los árbitros y a los visitantes, que a veces se ejecutan en coro y a veces en lo individual).

Zapatero a tus zapatos, reza el dicho. Si bien la FIFA no puede incidir jurídicamente en las legislaciones de sus países asociados, sí tiene el poder de ejercer presión desde diversas índoles para castigar conductas y costumbres contrarias a los derechos humanos. Y de hecho –contradictoriamente—lo acaba de hacer castigando a la federación rusa y a todos los equipos rusos que participen en competencias avaladas por UEFA o por la propia FIFA, pero sigue la ley del doble rasero: ¿no debieran hacer lo mismo con Estados Unidos o Israel, por ejemplo?

Y la cerezota de este amargo pastel es la condena por parte de la autoridad judicial qatarí a la mexicana Paola Schietekat, tras ser violentada sexualmente en aquel país, y, tras su denuncia, ser condenada a recibir cien latigazos y pasar siete años en prisión por haber mantenido una relación extramarital con el tipo que la violentó. Ella trabajaba para el Supreme Committe for Delivery and Legacy, entidad responsable de la organización de la copa del mundo de este año en Qatar. Con ese tipo de países hacen negocios los fifos.