La fotografía, una mirada al dolor ajeno
Silvia Patricia Arias Abad
“Mira, dicen las fotografías, así es”, plantea Susan Sontag en su texto: “Ante el dolor de los demás” (2003), refiriéndose al poder de la cámara fotográfica cuando captura imágenes de la guerra. La fotografía mostrando en su verdad descarnada lo que la guerra hace: “La guerra rasga, desgarra. La guerra rompe, destripa. La guerra abrasa. La guerra desmiembra. La guerra arruina”. La imagen fotográfica como la forma más cercana de ser partícipe del dolor ajeno, del sufrimiento del otro.
Susan Sontag elabora una reflexión interesante y que resulta ser tremendamente actual, ya que nos remite a la espectacularización que se hace del sufrimiento humano, en donde el espectador permanece pasivo ante el dolor que es expresado a través de las imágenes y en donde puede identificarse con él; o bien, eliminar toda emoción hasta habituarla a su vida y convertirla en una relación insensible. Al referirse a la fotografía de guerra, Sontag realiza un recuento histórico sobre su relevancia en el registro de los acontecimientos bélicos del siglo pasado. Pero al mismo tiempo deja clara la intencionalidad que lleva consigo la captura de estas imágenes.
De esta forma, se pone de manifiesto la influencia y el poder de la fotografía, no solo para revelar objetivamente una realidad, sino también para dejar evidencia de que las imágenes son resultado de una mirada, de una subjetividad y de una intención, que es lo que marca el encuadre y la lectura que se desea que los otros hagan de ella: los efectos que se busca generar en el observador. Hoy en día, los medios de comunicación y las redes sociales instrumentalizan las imágenes que se transmiten con la finalidad de generar en el espectador una emoción o un estado de ánimo que a su vez construirá en los individuos una idea sobre lo percibido. Así, “la fotografía es registro objetivo y testimonio personal, transcripción o copia fiel de un momento efectivo de la realidad e interpretación de la realidad”.
Sontag argumenta que el mundo, que se muestra a través de las imágenes de guerra, es un lugar muy pequeño que deja ver una perspectiva reducida de lo que es el sufrimiento y el dolor de los seres humanos en circunstancias bélicas. En este sentido, la cámara es un instrumento que media significativamente entre el conocimiento real de la guerra y la finalidad de quien captura la imagen, sin olvidar la posible manipulación, reconstrucción o montaje, que se realiza con el objetivo de que proyecte una mayor intensidad o que sea más impactante. La misma Sontag señala como ejemplo de montajes, entre otros, el caso de los soldados rusos enarbolando la bandera roja sobre el Reichstag en 1945, proponiéndonos así, un análisis crítico respecto del papel de la fotografía en la formación de posturas diversas, dependiendo de los intereses políticos y contextuales.
Al mismo tiempo que nos sugiere la existencia de una perspectiva intencionalista de la fotografía, nos dice que ésta es interpretada desde dos niveles: si el horror de las fotografías puede ser lo bastante vívido, puede convencer a la población sobre lo repudiable y atroz que es la guerra; pero también se daría porque las personas recurren a estas imágenes para ratificar sus ideas o creencias. “La imagen fotográfica, no puede ser la mera transparencia de lo sucedido. Siempre es la imagen que eligió alguien; fotografiar es encuadrar; encuadrar es excluir”.
Sin embargo, dejando de lado las posibles alteraciones de la realidad que en la historia de la fotografía bélica se señalan, también se resalta el poder informativo que ésta tiene. Ejemplifica con lo sucedido en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial: Dachau, Bergen-Belsen, etc., incluyendo las atrocidades de Hiroshima y Nagasaki, cuyas imágenes fotográficas superan por mucho cualquier narración que sobre estos acontecimientos pueden hacerse en los medios escritos. Sin duda, hay un énfasis en el uso de la fotografía periodística como acompañamiento de las reseñas informativas, para darle un soporte y una fuerte proyección con la finalidad de generar un sentimiento de rechazo y desaprobación de tales horrores; pero también, con ello, se construye toda una perspectiva ideológica y política de desaprobación o aprobación, según sean las creencias del observador.
Sontag habla de un parteaguas en la Guerra Civil Española, puesto que fue la primera guerra fotografiada: “atestiguada en sentido moderno: por un cuerpo de fotógrafos profesionales en la línea de las acciones militares y los pueblos bombardeados. La primera atestiguada por la televisión fue la de Vietnam, que introdujo la tele-intimidad de la muerte y la destrucción en el frente interno”. Se dice que, al entrar la imagen televisiva, se convierte en una competencia para la cámara fotográfica. La fotografía ya no será más la única testigo de la guerra, la realidad mostrada por las imágenes de la televisión se vuelve más creíble y menos manipulable (aparentemente).
Otro elemento fundamental es que la indignación y el horror por los sucesos bélicos transmitidos por las imágenes tienen fecha de caducidad o tienen un plazo limitado. La sobreexposición de imágenes violentas afecta, disminuyendo la sensibilidad y empatía hacia quienes son víctimas de ella. Al ser habituales, no nos sentimos comprometidos ni cómplices de las causas de su sufrimiento. Gran parte de la superabundancia de imágenes de la tragedia de la guerra (lo que ocurre en Gaza, por ejemplo), son producto de las redes sociales. Pero esa sobreestimulación no significa una concientización por parte de los espectadores de las acciones genocidas que se están cometiendo. Sontag menciona: “vivimos en una ‘sociedad del espectáculo’. Toda situación ha de ser convertida en espectáculo a fin de que sea real, es decir, interesante para nosotros. Las personas mismas anhelan convertirse en imágenes: celebridades. La realidad ha abdicado. Solo hay representaciones: los medios de comunicación”.
Al presentar los horrores de la guerra como un espectáculo, queda disminuida toda consideración humana hacia el sufrimiento de los otros. “Ante el dolor de los demás”, es un texto que, ante una sociedad como la actual bombardeada constantemente por imágenes a través de las redes sociales, nos invita a tomar conciencia de que, eso que llamamos realidad y que se encuentra mediada por la imagen, no siempre es lo que es (y si sumamos la intervención de la Inteligencia Artificial, la distinción se complica). Sin embargo, tampoco debemos caer en la indiferencia ante las desgracias. El gran reto es encontrar un equilibrio entre la sobreexposición de las imágenes y la insensibilidad hacia las mismas y sobre todo a lo que representan: El dolor de los demás…